Anarquismo y cultura. Parte 2

Anarquía tiene su génesis en la lengua griega y significa sin origen, poder, principio o más concretamente, sin mandato. Por extensión, es posible sostener que el vocablo hace una referencia más amplia a una privación del gobierno. Esto siempre debe llevarse a cabo de manera negativa. Es decir, se lucha contra un obstáculo. Éste puede ser un Estado, por ejemplo.

Ahora veremos el vocablo anarquismo. En un primer momento, para  darnos una idea general, lo enfocaremos contra el Estado. Es factible definirlo en términos de principios ideológicos generales y una puesta en marcha de acciones cuyo fin es anular el Estado y no dejar ninguna huella en la sociedad de todo sometimiento político, económico, intelectual; asumiendo una conciencia de índole personal y que abarque a todos los individuos de un conglomerado.

Se busca abolir toda forma de coerción o de fuerza ejercida desde un poder hacia el individuo. El Estado mantiene unas estructuras rígidas que favorecen a los que ostentan el poder en cualquiera de sus formas e impide que los individuos desarrollen a plenitud sus capacidades innatas y adquiridas. Evidentemente esta entidad inexistente a nivel del individuo intenta preservar los andamios de un sistema que asfixia las formas del sujeto para eclipsar  su libertad.

Haciendo una radiografía de las relaciones de poder entre una alta jerarquía y la mayoría de la gente, podemos observar que siempre prevalece una voluntad de dominio de algunos individuos sobre otros. El anarquismo mantiene el faro encendido de la libertad. No permite que se apague esa flama, la cual debe permanecer otorgando la luz y permitiendo una guía que desarrolle  a plenitud una consciencia amplia, expansiva, para que en forma individual influencie a un número de personas determinado.

El anarquismo es entre otras cosas, una postura filosófica. Implica la consciencia como sujeto de que se puede ser libre y vivir alegremente y en paz. Es la consciencia de producir ideas, así como desarrollar y fomentar actividades que reafirmen a los individuos en su  capacidad de elegir su destino y encaminar su existencia hacia un estado existencial más pleno y seguro, libre de las ataduras que impone un Estado asfixiante que privilegia a unos cuantos y a la mayoría la mantiene miserable en todos los aspectos de la vida humana.

Proudhon (1809-1865) mencionaba que la sociedad debía marchar hacia un futuro “sin amo ni soberano”. Una especie de Arcadia o paraíso en donde todos fuesen dueños de su propio destino y pensamientos, haciendo inexistente la fuerza para el control de los individuos.

Debemos aclarar que el anarquismo no significa caos o desorden. El Gobierno en su afán de controlarlo todo, desvía la atención del auditorio cuando confunde a propósito anarquía con desorden o caos. Precisamente la anarquía es la más alta expresión del orden. Un ideal que lleva implícito el entendimiento y la consciencia de marchar sin ningún tipo de Autoridad y con libertad plena.

Una acepción que en ocasiones se utiliza como sinónimo de anarquía es acracia. En este caso significa ausencia de coerción, en el sentido de castigo o pena.

En palabras de Faure (1858-1942), filósofo anarquista galo, cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella es un anarquista. Sin duda un resorte para iniciar la andadura en la senda del anarquismo.

 Frater Ignatius

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