Cotidianidad: El día después de perderlo todo

Carlos Rubio

¿Quién acompaña a la tragedia, la casualidad o la causalidad? La casualidad obedece a los hechos imprevistos, las circunstancias rodeadas de coincidencias; la causalidad es parte de la causa y efecto de una situación, la provocación pensada con un fin. Sea cual sea la palabra indicada para describir el incendio ocurrido en la Expo Moroleón, por ahora solo puede utilizarse una: incertidumbre.

Ricardo y Alma, que vinieron desde Moroleón a trabajar su patrimonio en tierras potosinas, perdieron alrededor de 250 mil pesos en mercancía, entre la que se encontraba ropa para dama y bebés. Es fácil percibirlo en su mirada y en su tono de voz, el deseo de trabajar los acompañaba y ahora la tristeza los invade. Este era el único sustento que tenían para una familia de 7 personas.

Ellos creen en quienes aseguran que fueron delincuentes los que rociaron gasolina y prendieron fuego a las instalaciones de la Expo, convirtiendo todo en ceniza. A ciegas y cabizbaja, Alma decide darle vida a la incierta causa del incendio dedicándole las siguientes palabras: “Delincuente, ¿dormiste bien anoche después de lo que hiciste? Ojalá y te vaya bien en esta vida”.

El pasado miércoles 12 de diciembre, los afectados por el incendio se manifestaron desde las instalaciones de la Expo, hasta el Palacio de Gobierno, buscando que se les dieran recursos económicos para poder trabajar, aunque, sentimentalmente, buscaban respuestas a lo que había ocurrido.

Gamaliel viene con su esposa y sus dos hijos desde el Estado de México. Traían consigo aproximadamente cien mil pesos en ropa para vender: ahora no tienen nada. Mientras el padre de familia comparte conmigo su sentir, su hija toma su mano en señal de apoyo y consuelo, y su otro hijo de unos 4 años de edad, agrega: “Hasta la tele perdimos”. “Era imposible que esto hubiese pasado”, fue lo primero que pensó al momento de enterarse del incendio a través de las noticias, y fue hasta que llegaron al lugar de los hechos cuando se dio cuenta de que sí, todo era real. “Aún no lo hemos asimilado”, explica Gamaliel, sin saber a dónde mirar y hacia dónde ir.

Hay decenas de niños acompañando a sus padres en la manifestación; una vez que llegaron a su destino y fueron recibidos en el palacio, la mayoría de las personas decidió ir en búsqueda de una sombra y un lugar para sentarse; algunos de los niños poco a poco fueron aglomerándose en un punto para jugar y platicar. Es el cumpleaños de uno de ellos, y es así como, rodeados de un ambiente lleno de melancolía, las pequeñas voces le entonaron las mañanitas a Julio, un pequeño de 5 años que feliz y apenado, le sonreía a la incertidumbre de sus padres. Es la infancia, lejana de la preocupación de lo que está por venir.

También del Estado de México proviene Isaí, un joven dedicado al comercio al que acompañan su esposa y dos hijos, uno de ellos, de unos 2 años de edad, juega con él mientras lleva puesto su sombrero quemado por el fuego. No solo se han quedado con las manos vacías, sino que ahora no saben cómo regresar a casa. Era la primera vez que venían a vender sus productos a San Luis.

Agobiados, mientras se encontraban a la espera de que el diálogo entre sus líderes y el gobierno rindiera frutos, colocaron chamarras y sombreros quemados sobre la barda de contención que los separaba de las puertas de entrada al palacio; conociendo a los funcionarios de gobierno, era probable que necesitaran pruebas de que el incendio fue real.

Griselda es una comerciante ambulante potosina, que debido a la imposibilidad de tener un lugar de trabajo fijo, decidió colocarse bajo la carpa de ventas que hoy ya no existe más. Perdió unos 100 mil pesos en lentes, gorras y sombreros. En temporada navideña, su sustento principal son los ingresos que obtiene de la consumida Expo Moroleón.

La mayoría de los comerciantes que el martes lo perdieron todo, se endeudaron anteriormente adquiriendo toda la mercancía posible para venderla en tierras potosinas. Todos esperaban regresar a sus hogares con un buen sustento obtenido de las ventas, que les sirviera para pasar una agradable navidad con su familia, como lo habían hecho en años anteriores.

Por ahora, únicamente saben que el fuego les arrebató sus pertenencias, pero aún están a la espera de saber si hay un “quién” detrás de todo, y si lo hay, más importante se volverá un “por qué”.

Y sí, la tragedia es parte de la cotidianidad, al menos, de la que se vive en San Luis Potosí. Esta vez fue un incendio que terminó con el patrimonio conjunto de muchas personas, que fue visible para toda la ciudad; en otras ocasiones, se traslada silenciosa y acechante, por las calles y los hogares de quienes menos lo esperan. Realmente, hoy en día, ¿quién está a salvo aquí?

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