El individualismo ilustrado de William Godwin

Frater Ignatius

Godwin fue sin lugar a dudas uno de los padres del anarquismo. Su libro Justicia política es tal vez el primer gran libro libertario.

Fue una persona coherente que llevó a la práctica lo que pregonaba y escribía en sus obras. Era un partidario ferviente de la igualdad de género. Se casó con Mary Wollstonekraft en 1797, una activista que había conocido en los recintos libertarios de Londres, junto a talentos como el poeta y pintor William Blake.

Sus padres eran calvinistas estrictos. Tal vez como una reacción a aquellos postulados tan rígidos fue que Godwin desarrolló un talento especial para adquirir una formación autodidáctica enciclopédica que unía una cierta fe religiosa con soluciones sociales para evitar la injusticia. Era en cierto sentido, un filósofo radical. Evidentemente en sus inicios, como se acostumbraba en aquella época, fue también sacerdote y seguía al pie de la letra los dictados de la doctrina.

Progenitor de la afamada escritora Mary Shelley, la persona que creó Frankenstein y suegro del poeta Percy Bysshe Shelley, dejó su impronta en estos artistas que de alguna manera, en forma literaria, poética, fueron influidos por el pensador anarquista. También dejó sentir su influencia en el poeta Coleridge y en Lord Byron.

La raíz de su pensamiento es la siguiente: las leyes que regulan la propiedad y la moral son inútiles si los hombres no son virtuosos y superfluas si lo son. Constatamos aquí el principio que hemos estado sosteniendo en esta breve historia del pensamiento anarquista. Se resalta la capacidad creadora del ser humano y la individualidad por sobre todas las cosas.

Fundó una librería que trabajó durante 20 años y también fue escritor de obra infantil. Al final de sus días, irónicamente, vivió de una asignación económica del gobierno.

Godwin creía en la capacidad de perfeccionarse del ser humano, en la idea de que no existen principios innatos y por ello en la idea de que no existe una predisposición al mal. En ese sentido se acerca al Emilio de Rousseau. Piensa en las circunstancias y en el ambiente social como fuertes influencias en el comportamiento de la gente. Creía en una especie de razón pura que guiaría al hombre a encontrar su individualidad y reafirmarla. De esta manera y algo paradójico, se podría embonar en un cauce de individualidades compartidas que conformarían una comunidad más feliz y más justa. Podemos afirmar que es una especie de adalid del valor del mérito individual. Sostenía que el colonialismo es inmoral. Tenía una confianza en la democracia y decía que era necesario un gobierno a corto plazo, con la esperanza de que luego sucumbiría para dar paso a personas que no necesitaran de la fuerza de un estado opresor e injusto. En todo caso, aunque fuese de una manera transicional, el gobierno debería estar cerca del pueblo.

Aborrecía la violencia como medio para alcanzar cualquier tipo de reformas. Pensaba que se debía ayudar siempre a los más necesitados y que la censura evita que la verdad sea reconocida. Con su visión de acotar la violencia, influye decisivamente en Foucault, sobre todo en su obra Vigilar y castigar.

En lo referente a la educación, Godwin es un visionario. Pregona un eje pacífico y no violento de la transformación social. En esto coincide y anticipa toda la trayectoria de enseñanza anarquista racionalista, que va desde Ferrer y Guardia y su Escuela Moderna a las prácticas de Yasnia Poliana de Tolstoi, la experiencia de Sebastién Faure y su Colmena, e incluso a la actual crítica a la escuela desarrollada por Noam Chomsky en conferencias como Democracia y Educación o en sus críticas a la historia como El arte de la maquinación histórica.

Defensor del anarquismo cultural, es uno de los grandes faros que guían a los hombres a pensar por sí mismos y a desarrollar una creatividad para la mejora de las condiciones de los seres humanos. Es un hecho que el anarquismo puede ser considerado como una opción dentro de los movimientos de filosofía política. Pero hablando de la sensibilidad anarquista, en William Godwin tenemos un auténtico prototipo de lo que un hombre es capaz de alcanzar.

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