La incorruptible infancia

Carlos Rubio

El pasado martes 17 de julio, en una emotiva ceremonia, la Secretaría de Seguridad Pública hizo realidad el sueño de dos niños: convertirse en policías; Rodrigo de 8 años, que padece linfoma de Hodgkin y Jonathan de 9 años, que padece leucemia; ambas enfermedades se tratan de cáncer en las células y en la sangre, respectivamente.  

Ambos niños fueron nombrados Policías Honorarios por un día, algo que muchos hubieran deseado durante su infancia, en la que la mayoría tuvimos una percepción distinta a la que tenemos ahora de nuestras autoridades encargadas de la seguridad. La primera recomendación de nuestros padres en caso de que nos extraviáramos, era no hablar con desconocidos, excepto si se trataba de un policía; era la única persona en la que podíamos confiar.  

De eso ya han pasado muchos años, numerosas denuncias por corrupción un sin fin de casos de abusos de autoridad por parte de policías. Todo esto que nos ha obligado a buscar alternativas para no tener que recurrir a los agentes que visten de azul marino, por miedo a convertirnos en una doble víctima, pero ahora de ellos mismos, de quienes nos deberían de cuidar. 

El abuso de poder y la violencia utilizada innumerables veces por parte de las autoridades, ha acabado con los sueños de muchos, que al crecer, miraron el mundo con otra visión, para darse cuenta lo que realmente es el sistema de justicia en nuestro país. 

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) en su edición 2017, en México, en el año de 2016 hubo 24.2 millones de personas mayores de 18 años, víctimas de algún delito como: robo o asalto en la calle y en casa habitación, extorsión, lesiones, robo total o parcial de vehículo, fraude y amenazas. De los cuales, solo se denunciaron el 9.7% de esos delitos, es decir, 2 millones 237 mil 400.  

¿Por qué no se denuncia? El 62.4% no denunciaron debido a causas atribuibles a la autoridad, entre las que destacan: desconfianza hacia la autoridad y pérdida de tiempo. El 43.6% de la población mayor de 18 años no confía en la Policía Estatal y el 65.1% los ve como una autoridad corrupta. En el caso de la Policía Municipal, el 48.8% de las personas no confía en ellos y el 65.1% los ve como corruptos.  

También las personas perciben corrupción en autoridades como: Ejercito, MarinaProcuraduría General de la RepúblicaPolicía Ministerial o JudicialPolicía EstatalMinisterio Público, Procuradurías y Fiscalías, Jueces y Policía de Tránsito; siendo esta última la peor calificada. 

La ineficiencia del cuerpo policiaco no es un secreto, es un hecho más que visible por la población, que tiene que confiar ciegamente en quienes portan las armas en las calles, que en la mayoría de los casos demuestran no ser aptos para el trabajo. Por eso es que el 61.1% de la población nacional cree que el principal problema de su entidad es la inseguridad. Conflicto que en lugar de disminuir, aumenta año con año.  

La corrupción ha acabado con aquellos que alguna vez soñaron con impartir justicia en la ciudad y se ha encargado de nublar el trabajo de los pocos que se esfuerzan por destacar de manera honesta, sin dejarse llevar por corrientes de las que nunca tendrán salida.  

¿Qué sería de nosotros y nuestra seguridad si todo estuviera en manos de personas como Rodrigo y Jonathan? 

Ojalá todos los que se desempeñan como policías fueran como Rodrigo y Jonathan, que demuestran ilusión por querer cuidar de otros sin algún otro interés personal ni obtener ventajas por su posición. Ese brillo en sus ojos al ponerse un uniforme de la Policía Estatal con el escudo de México bordado en el brazo izquierdo, hecho especialmente para ellos. Y la firmeza para saludar a la bandera, con la entrega y esperanza de hacer de nuestro país, un lugar mejor.  

Ojalá todos fueran como Rodrigo y Jonathan, dos seres inmunes a la corrupción. 

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