Monstruos mexicanos

Oswaldo Ríos Medrano

El tema del que más se habla en los medios de comunicación y las redes sociales (distinto a las elecciones o nuestros delicados asuntos públicos, porque no todo es política) es la obra maestra de Guillermo del Toro, “La forma del agua”.

Una maravillosa película fantástica que envuelve (con una fotografía, música y ambientación entrañables), una historia de amor perdurable y una lección moral inolvidable: un monstruo solo es aquel que no tiene la capacidad de amar.

No le reseñaré la película para mejor atreverme a sugerirle que la vea y se embelese con el genio creativo de Del Toro. Un cineasta mexicano que ha triunfado por todo lo alto en los Estados Unidos de América y que es, además, un tipazo bonachón (verbigracia, una persona en Twitter le pidió un retuit para una colecta de dinero para realizar una biopsia a una mujer que carecía de 900 dólares y la respuesta del tapatío fue: “ya está pagado ;)”).

Los monstruos son una constante en la narrativa cinematográfica de Del Toro (Mamá, El laberinto del fauno, Hellboy o Mimic), a lo largo de su trayectoria se ha mantenido leal a esos seres de anatomía abigarrada y apariencia perturbadora, que, comportándose aún de la forma más horripilante, nos enseñan lecciones de genuina humanidad cuando los observamos en el espejo profundo de nuestra mirada más introspectiva.

¿Qué es un monstruo si no una versión disparatada y deforme de aquello que afuera nos aterra porque reconocemos atisbos de su naturaleza en nuestro propio espíritu? Más allá de las versiones teológicas de la maldad, una conducta monstruosa solo ocurre en la ausencia absoluta de todo sentido de moral o racionalidad. El monstruo somos nosotros, pero es la mirada de los demás quien nos descubre.

Por eso Jean-Paul Sarte decía que: “El infierno son los otros, la mirada ajena, esa mirada pesquisante que me descubre y revela y que me penetra; una mirada invasiva que me incomoda, disgusta y ofende; la mirada del entrometimiento, intrusa e inmiscuidiza, y no sólo infernal, sino infiernizante”. Paradójicamente, la capacidad de horrorizarnos ante lo humanamente inaceptable, es el seguro que evita que nos convirtamos en “monstruos”.

Del Toro logra proyectar en esos seres ficticios y sofisticados (inquietantemente hermosos, también), los supuestos asideros visuales de nuestros miedos, para luego poner el antagonismo moral en otra parte, personas de carne y hueso que, ante lo diferente, suelen comportarse como criminales.

En la entrega de los Globos de Oro (en los que ganó el premio al Mejor Director) una reportera china le preguntó a Guillermo del Toro cómo lograba comprender tan bien el lado oscuro de la naturaleza humana y al mismo tiempo ser una persona alegre y amorosa, cuál era el secreto de ese balance. Su respuesta fue un himno nacional: “Porque soy mexicano. Nadie ama la vida más que nosotros (los mexicanos) porque somos conscientes de la muerte”.

En nuestro país, el abismo metafísico que representa la muerte se ha convertido en descarada probabilidad cotidiana que, al mismo tiempo, ha vuelto más estentórea la risa con la que festejamos nuestra victoria (siempre transitoria) sobre la muerte, (sobrevivimos y eso debe celebrarse); pero también, que ha normalizado ese arrebato de la vida, haciendo que los propagandistas de la muerte practiquen el arte de su violencia con una crueldad nunca antes vista.

A los mexicanos, la presencia tan cercana del asesinato en las calles, nos hace cada vez más insensibles, pero al mismo tiempo, nos hace aferrarnos con más devoción a lo que amamos. Sin embargo, el problema mayor es la fragmentación social que provoca el miedo, “la violencia es brutal, pero es una bendición seguir vivo para decirlo”.

No resignarnos a ser sobrevivientes en nuestras propias islas, es la primera condición para recuperar nuestra noción de nación. Nuestra familia es toda la sociedad y toda forma de violencia nos lastima a todos. Sin esa visión social holística, no habrá forma de vencer a nuestro monstruo.

Esta semana, en las redes sociales se difundió un video en el que, en un salón de la Escuela Secundaria Técnica No. 55 del estado de Hidalgo, dos niñas de no más de 14 años golpean, abofetean, patean, humillan e insultan a una compañera que no resiste la agresión. El doloroso episodio se complementa con la anuencia de un público de niñas que arengan, se enardecen y opinan pero que jamás intervienen para detener el abuso.

En algún momento entran los varones del grupo, indiferentes ante el infamante maltrato, se abren paso entre las agresoras para ocupar su lugar entre el público que se entretiene con el espectáculo de nuestro futuro devorado por la violencia.

Transcurren los minutos, el corazón se estruja y a cada segundo, aumenta el deseo de que alguien intervenga y visibilice la iniquidad, que llegue algún profesor que pare la golpiza o que un ápice de conciencia haga recapacitar a las agresoras, pero no, las cosas han de pasar hasta que nada queda, hasta que el cuerpo se extenúa de lanzar golpes, hasta que la sensación de vergüenza se convierte en lágrimas. “Eres una buena para nada perra”, terminan gritándole porque no resistió la vejación. Bajar la mirada no hace más rápido el infierno, eleva sus llamas.

Es increíble. Al lugar al que mandamos a nuestras hijas e hijos a edificarse a través de la civilización y la civilidad, convertido en una extensión más de esa tierra maldita en la que la violencia nos está destruyendo. Nos sorprende, pero no debería, hemos visto episodios parecidos en las casas, en las calles, en los supermercados, en las iglesias, en las redes sociales. ¿Hasta cuándo diremos basta y convocaremos al verdadero cambio que salvará a nuestro país? El de nosotros mismos, por nosotros mismos.

En la ficción, nuestros monstruos son hermosos y aleccionadores, una proyección de nuestros anhelos más humanos. En nuestra realidad, nuestros monstruos son aterradores y despiadados, una proyección de nuestras miserias más inhumanas.

¿Quiénes somos?

¿En qué nos hemos convertido?

Monstruos mexicanos.

Twitter: @OSWALDORIOSM

Mail: oswaldo_rios@yahoo.com

 

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