Puras malas señales

Por Victoriano Martínez

Desde que arrancó la LXII Legislatura se registraron las primeras señales de que no sería distinta a la anterior, que fue considerada al cierre de su ejercicio como la peor y la más corrupta de la historia, por lo que a cinco meses ya no es de extrañar que los ya no tan nuevos diputados se encuentren instalados en la ruta de superar a sus antecesores… como los peores.

No le piden nada al diputado botana José Belmares que, poco desperdiciado, recolectaba los cacahuates sobrantes y demás al cierre de una sesión. Los actuales ingirieron 154 mil 130 pesos en tres meses.

Su gula, como si el sueldo no les alcanzara para alimentarse bien en casa antes de salir a trabajar, los hizo gastar en su primer trimestre lo que un obrero con salario mínimo logra ganar en poco más de cuatro años de trabajo.

Las acciones en las que igualan, y hasta superan a sus antecesores, ya han sido señaladas en este mismo espacio con textos que hacen referencia a las malas señales de quienes hoy ya han acreditado que son malos diputados.

A cinco meses de su gestión, poco menos de la séptima parte de su periodo constitucional, también ya han superado a la anterior Legislatura en lo que, incluso entre sus asesores, llaman diarrea legislativa.

Esa manía de presentar iniciativas a destajo como si con ellas se cambiara en automático la realidad social y fuera en mecanismo real para cumplir con las facultades descritas en la Constitución.

Ni resuelven nada, ni logran apegarse a la Constitución. Lo único que logran es que sus asesores les vean la cara y los hagan sentir los grandes innovadores legislativos, cuando en realidad sólo complican la normatividad y le abren la puerta a mayores posibilidades de actos de corrupción.

Desde hace más de 500 años, Tomás Moro advirtió del problema que le representa a una sociedad tener tantas leyes.

Así como generan tantas iniciativas que son incapaces de dictaminar, que haya 124 leyes, siete códigos, y centenares de reglamentos de carácter estatal y municipal, más los federales, vuelven prácticamente imposible que un ciudadano conozca todas las normas que lo rigen.

A cinco meses, los diputados de la LXII Legislatura están perfectamente instalados en la ruta de la decadencia del Poder Legislativo.

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