San Luis, mañana

Oswaldo Ríos Medrano

La mejor vocación del pueblo potosino es la esperanza.

Como a usted le consta, los años en que tenemos procesos electorales son particularmente intensos por el debate y la confrontación entre quienes aspiran a los cargos públicos. Con las redes sociales, ese intercambio se ha vuelto práctica habitual de nuestra cultura democrática y rasgo innegable del ejercicio de libertades que no ha podido arrebatar, ni controlar, este gobierno priísta autoritario que ya lo ha intentado.

¡Qué bueno que exista esa dialéctica de las ideas porque alumbra el proceso de decisión ciudadana!

Pero qué abominable es esa confrontación cuándo se realiza sin respeto a la dignidad humana; cuando premia la agresión personal antes que la exposición de argumentos; y cuando en lugar de estar motivados por el afán de claridad, solo se envilece el clima social, de por sí frágil, en el que convivimos. Por eso es fundamental premiar el debate, sí, pero no desdeñar el respeto, el rigor, la claridad, la veracidad y la buena intención en la exposición de las ideas.

Soy un convencido de que nuestro país necesita una revolución cívica de las conciencias y una refundación ética de las instituciones.

Quisiera profundizar en este punto con un ejemplo.

Uno de los líderes políticos que más he admirado en mi vida es Heberto Castillo, un ingeniero destacado en su ámbito profesional (inventó la tridilosa) y poseedor de un discurso conmovedor y sencillo. Por hombres como él, adopté la militancia de izquierdas siendo muy joven y me adscribí a su corriente política. Don Heberto Castillo, fue un socialdemócrata respetado y respetable, cuya mayor divisa de capital político era su honestidad, su integridad y su conducta.

Recuerdo perfectamente dónde surgió mi admiración por el veracruzano.

Leí un libro en el que entrevistaron a Don Heberto y le preguntaron cuáles habían sido las motivaciones que lo llevaron a dar una lucha tan larga por la transformación democrática de nuestro país (apoyó la lucha social de los ferrocarrileros en los cincuentas, la de los médicos en los sesentas, la de los estudiantes en 1968, fundó casi todos los partidos de izquierda en México y en 1988 declinó a su aspiración presidencial a favor de Cuauhtémoc Cárdenas lo que le dio a la transición democrática un impulso definitivo). La respuesta me marcó para siempre.

“Yo estoy en la política por una sola razón: por amor a mi pueblo. Si estuviera en la política motivado por el poder, combatiría a los que oprimen al pueblo porque en el fondo, lo único que perseguiría sería ocupar su lugar para ser yo el que lo oprimiera. Pero como lo que me motiva es el amor a mi pueblo, no puedo permitir que nadie lo oprima, y eso me incluye en primer lugar a mí”.

Cuando leí esa declaración de principios (política y de vida) entendí muy bien el sentido de “hacer política”, pero, sobre todo, de regirla con valores, principios y paradigmas que pusieran en el centro de todas las acciones un nuevo modelo ético de conducta pública. Castillo murió en 1997 a los 68 años, y el tiempo no ha hecho sino confirmar que a este país le urgen políticos de respeto, es decir, respetados, respetables y respetuosos.

Por eso creo que es tan importante que sigamos apostando a la formación intelectual y cívica de las actuales y futuras generaciones. Una didáctica de la ciudadanía, nos puede hacer que exijamos que se eleve el nivel del debate público y que la política vuelva a ser el espacio que convoque a los mejores ciudadanos y no a los peores.

Pero, ¿en dónde podemos encontrar los asideros de una cultura política de la dignidad cívica del alma potosina? En nosotros mismos si somos capaces de mirarnos de otra manera y poner el acento en lo importante.

Por más seductor que sea el estilo de vida que ofrece el crimen, son más, infinitamente más, los jóvenes que apuestan a la educación y al trabajo como las únicas formas de tener una mejor calidad de vida.

Por más que muchos gobernantes decepcionen a la ciudadanía incurriendo en prácticas corruptas, son más, infinitamente más, los ciudadanos que se ganan honradamente el pan que llevan a las mesas de sus familias.

Por más que la crisis económica haga que los mexicanos tengan que trabajar más para salir adelante, son más, infinitamente más las personas que no renuncian a la alegría y a la sonrisa para encarar la vida. Luchar por ser feliz en la adversidad, es el acto de rebeldía más inapelable.

No nos va a derrotar la inseguridad, la corrupción o la crisis, si no renunciamos a las fortalezas que tiene México y que están en su gente, mucho más que en sus políticos.

¿Cómo? Haciendo de nuestra historia un legado, de nuestro presente una tarea y de nuestro futuro una causa.

2018 es crucial y también será, seguramente, un enorme campo de batalla.

Pero estaremos de pie al día siguiente, como siempre.

San Luis, mañana.

Twitter: @OSWALDORIOSM

Mail: oswaldo_rios@yahoo.com

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