Una pionera de la anarquía

Frater Ignatius

Mary Wallstonecraft (1759-1797) era filósofa pero también escritora. Sus intereses eran variados: novelas, cuentos, ensayos, tratados. También tiene un relato de viaje y un libro de literatura infantil. Lo más sorprendente es que se pudo mantener de estas profesiones, a pesar de la época. En su obra Vindicación de los derechos de la mujer (1792), argumenta que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación, y que hombres y mujeres deberían ser tratados como seres racionales (Wikipedia).

El padre de Mary maltrataba a toda la familia. Llegó el momento en que no soportó más el ambiente de los suyos y terminó huyendo de la casa para irse a buscar trabajo. Después concibió la idea de crear escuelas que capacitaran a las mujeres y a la vez pudieran darles trabajo. Con sus amistades crea una escuela en Newington Green, donde se acercaron pronto a políticos libertarios y radicales. Deja huella de la experiencia en algunas obras como lo son: La situación desafortunada de las damas y La desafortunada educación de las mujeres respetables, modernamente educadas y que no tienen recursos.

Después de esta experiencia, labora con un director de apellido Johnson, un amigo de los círculos políticos. Es redactora y empieza a desarrollar su potencial intelectual. Lee, escribe cuentos y hace amistades como William Blake, Thomas Paine o William Godwin, su futuro esposo. El artista Blake realizaría un grabado de su libro Retratos originales de la vida real.

Sostuvo una discusión sumamente acalorada con Edmund Burke, quien a ojos de la pensadora, tenía una visión absolutamente banal sobre la mujer. Consideraba que la postura del politólogo era incluso sexista porque  apoyaba el mantener a la mujer sojuzgada, sobajada, vituperada, en clásica posición machista.

Wallstonecraft defendía cuatro conceptos: razón, virtud, moral y deber. Para ella tanto los derechos como los deberes son de la misma raíz. Con ello proponía muchos principios libertarios y de pensamiento emancipador. En lo relacionado con la educación, argumentaba que las ideas ilustradas y el racionalismo debían impregnar la médula de las mujeres. Estaba totalmente en contra del Emilio de Rousseau, al que consideraba  misógino. Decía que la llamada “cultura de adorno” era una completa estupidez y que la mujer también debía recibir educación científica. La ilustración debe ser el eje para poder educar bien a los hijos. Y si la mujer es la encargada de su formación, es lógico que esté a la par del hombre en todos los aspectos. Sostiene que si las mujeres son superficiales es porque esa educación se les ha inculcado. No es que tengan una inferioridad de tipo genético o ya otorgado por la naturaleza, sino que al ser mal educadas o deficientemente formadas, no desarrollan todas sus capacidades.

Podemos observar cómo es que su pensamiento no fue discutido sino muchos años después con los movimientos feministas. Los socialistas utópicos y los anarquistas defendieron sus ideas valientemente y con bases sólidas.

Apoyaba la educación mixta, igualitaria, abierta con pensamiento libre. Con toda esta forma de pensar, esta extraordinaria mujer avanza en decenas de años toda la educación en su conjunto.  

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