Colaborador Invitado: Desde el alma… para Alma. In memoriam

Por Martín Faz Mora

Conocí a Alma Irene Nava Bello mediando los noventas, desde entonces vi y acompañé su recorrido que la llevó de ser una tradicional ama de casa, hasta convertirse en un referente de las luchas de la sociedad civil en la entidad, como era ampliamente reconocida ahora que su inesperada partida nos sorprende, desconcierta y entristece.
Nos conocimos hacia 1997 en el Colegio del Sagrado Corazón donde yo realizaba labores docentes y formativas en el bachillerato. Llegó a impartir clases de biología al segundo grado de la sección. Sin experiencia docente previa y de noble carácter fue presa de la natural rebeldía juvenil que aprovechó su novatez docente. La recuerdo apurada solicitando asesoría para la conducción del grupo.
Intuición, simpatía, habilidades organizativas que detecté en ella y muchas ganas de aprender, entre otras, hicieron que cuando en 1998 recibí el encargo de la Dirección de Bachillerato la invité a coordinar el área de servicio social, un departamento que buscaba generar un acercamiento del alumnado a las problemáticas sociales tanto para ofrecer un crecimiento formativo personal como aportar soluciones a las mismas. Y, debo decirlo, ahí empezó tanto.
De inmediato Alma desplegó sus talentos organizativos y de gestión para transformar un servicio social un tanto anquilosado en el asistencialismo, y darle el sentido que buscábamos de incidir en el desarrollo comunitario e integrarlo a la experiencia académica. Un modelo de reforma educativa que impulsamos un magnífico grupo de formadores hasta el 2003, cuando fue interrumpido.
Pero en ese periodo nació un profundo compromiso y una indestructible fe en el potencial juvenil para el compromiso y la transformación social, entendiendo que deben ser ellas, las juventudes, los propios actores y sujetos del cambio y que ello nace, indefectiblemente de su reconocimiento como sujetos de derechos propios. En el terreno de lo personal y lo vital, nació también un lazo amistoso de profunda huella.
Una vez terminada la experiencia formativa escolarizada, con sus bondades y sus limitaciones institucionales, quedaba continuar el esfuerzo desde la trinchera de las organizaciones de la sociedad civil, y así fue que Alma fundó Educación y Ciudadanía, A.C. (EDUCIAC) en el 2004.
A este esfuerzo acudimos no sólo algunos colegas docentes sino también un sólido núcleo de ex alumnos y alumnas, al que se fueron integrando cada vez más jóvenes en diversos programas que la incansable gestión y trabajo de Alma desplegaban.
Desarrollo de habilidades para la vida tanto en educación formal como no formal, promoción de los derechos humanos de las juventudes, desarrollo comunitario, diagnósticos de la situación de las juventudes, fortalecimiento de organizaciones de la sociedad civil, combate a la trata, observatorios de políticas públicas diversas, contraloría social a instituciones y programas sociales, inserción laboral, lucha por la equidad de género, observación electoral …no había campo del compromiso social y el fortalecimiento de capacidades ciudadanas para la construcción de una sociedad justa e incluyente que no se desplegará en EDUCIAC desde el liderazgo impulsado por Alma. Todo ello con un ritmo de trabajo personal que nadie igualaba: desvelos, fatigas, jornadas de trabajo extenuantes, viajes, gestiones, elaboración de proyectos y un largo etcétera. A la luz de su partida pareciera que Alma intuía que todo debía hacerse ya y de inmediato, como si presintiera que súbita y repentinamente, sin aviso y brutalmente, su tiempo habría de agotarse. No lo sé, pero ahora me lo parece así. Si no, permítaseme por esta ocasión, el recurso metafórico del recuerdo asociativo del doliente amigo que cavila así para tratar de darle un cierto sentido inasible a su partida.
De aquella atemorizada madre de familia arrojada sin más a la arena de las aulas de impetuosos adolescentes a la figura pública y referente obligado de liderazgo de la sociedad civil potosina, hubo un recorrido que compartimos con aprendizajes y enseñanzas mutuas. Me considero privilegiado de haberlo recorrido juntos, en amistad y compromiso ciudadano.
Reconocimientos los obtuvo tanto por logros como el Premio Estatal de Derechos Humanos (2015), así como por diversos cargos que reconocían su trayectoria: Consejera de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Consejera del Consejo Local del INE, Consejera de Consejo Técnico Consultivo del Registro Federal de Organizaciones de la Sociedad Civil (Indesol) y un largo etcétera, sin mencionar los numerosos encargos al interior de diversas redes de organizaciones civiles y labores de consultoría.
A su legado cívico se suma una calidad y calidez humana que lograba amalgamar en los equipos de trabajo en los que participaba, desde aquellos espacios educativos en los noventas hasta las distintas redes de organizaciones de la sociedad civil, tanto locales como nacionales que promovía y participaba actualmente, así como los encargos de los diversos consejos consultivos a los que se integró.
A la amiga mi cariñoso recuerdo y el extendido afecto a su familia, la “China”, Enrique, Rogelio y Perla. A la incansable e inagotable activista mi reconocimiento y admiración.
Hace justo seis meses, apenas, otra tragedia enlutó a EDUCIAC, dos de sus queridas integrantes, Marcela “La Godi” y Susi, murieron en un absurdo accidente doméstico en el departamento que compartían. La última publicación en Facebook de “La Godi”, se ha convertido en un mantra al interior tanto de EDUCIAC como entre diversos colectivos de la ciudad, y estoy seguro que Alma coincidiría conmigo en no haber mejor frase para rematar este pequeño y cariñoso reconocimiento, porque también define ese impulso vital y convicción ética que empujaron a Alma en sus múltiples y fructíferas luchas ciudadanas: “Con la terca convicción de que es posible un mundo mejor”.

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