120 filósofos: Epicuro

La felicidad consiste en eliminar el sufrimiento

341-270 a.C.

Frater Ignatius

El maestro de Samos fue de familia humilde. Padeció de una salud débil, lo cual le impidió hacer una serie de actividades físicas, concentrando todo su intelecto en el mundo del saber. Su filosofía es una mezcla creativa de los intereses metafísicos de los presocráticos y las preocupaciones éticas de Sócrates.

Epicuro fue seguidor de Demócrito, preocupándose siempre por una metafísica atomista, pero combinada, justificada y enriquecida con un tipo de hedonismo terapéutico en la que las ansiedades, angustias y avatares de la vida contemporánea se aliviaban gracias a una búsqueda del placer moderado, sin temor de algún castigo propiciado por alguno de los dioses iracundos.

En términos generales, este filósofo sigue las teorías del maestro Demócrito, pero variando en algunos puntos.

Siguiendo a Epicuro, los átomos en el vacío se mueven siempre en líneas paralelas inamovibles. No obstante, algunos de estos átomos se movieron de su trayectoria inicial por un acto de libre albedrío. Ello produjo una colisión que dio origen a millones de formas y a todo el universo con todos los fenómenos que conocemos.

Esta variación del atomismo le permitió a Epicuro proclamar una especie de mecanismo determinista por un lado, pero por el otro introducir una libertad dentro del comportamiento humano.

El interés de Epicuro no estaba tanto en una metafísica especulativa, sino en una vida práctica que necesitó del atomismo solo para sus fundamentos teóricos. Su enseñanza ética consistió en la búsqueda de la felicidad concebida como la eliminación del sufrimiento.

La muerte en este contexto no existe y para Epicuro es parecida a la concebida por los maestros zen del Japón. Dice un proverbio oriental que las cenizas no pueden ver la madera y la madera no puede ver las cenizas.

Epicuro enseñó que la filosofía era la virtud más grande y recetaba una fórmula a través de lo que llamaba el tetrafármaco. Un remedio de cuatro partes que al mismo tiempo conformaba toda una serie de máximas para la vida feliz: no temer a los dioses, no preocuparse por la muerte, lo bueno es fácil de conseguir y lo terrible fácil de soportar.

Conformó su llamado jardín, en donde varias personas convivían y la pasaban bien disertando sobre asuntos de la vida cotidiana y de la filosofía en general.

Epicuro nunca se casó ni tuvo hijos. Enfermó de piedras en el riñón y antes de morir se dedicó a enseñar de manera alegre y bien dispuesta. Nunca se quejaba y todo el tiempo mantuvo un carácter jovial.

Lucrecio fue el más famoso de sus seguidores y su legado continúa hasta nuestros días.

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