Octavio César Mendoza
Un buen gobierno puede ser impopular si lo encabeza una persona con escaso carisma, y un mal gobierno puede popular si lo encabeza un líder carismático. Buena y mala fama no necesariamente derivan de buenos o malos actos, sino de la interpretación que de estos haga la gente. A veces defendemos a quienes votamos con la intención de no sentir que estábamos equivocados, y a veces atacamos a quienes no votamos porque no queremos sentirnos derrotados. Se sabe, de hecho, que el voto es un acto emocional, que las tendencias electorales son guiadas por el estómago del votante, y que no hay campaña más exitosa de cualquier opositor a un sistema de gobierno que aquella que se aprovecha de la tragedia de las masas y sabe detonar un resentimiento social en especial. No se vence en las urnas si no existe emoción, comparativa, o una narrativa de continuidad al menos justificable en el fuero interno del votante. Es el momento estelar de la ciudadanía.
Visto desde dicha óptica, mantenerse en la cima del poder es un desafío de alta complejidad, pues hay que vencer no sólo los malestares sociales sino, también, el desgaste natural que conlleva la acción de gobernar. Y esto va más allá de la agenda proyectada dentro de un Plan de Gobierno: depende del mensaje y la comunicación del mandamás, de su habilidad para convertirse en espejo de sociedad, y de los recursos públicos que guarde bajo el sombrero para cuando las cosas se pongan difíciles y los índices de popularidad inicien su descenso. Muchos intentan mantenerse en el “contento” popular, pero pocos lo logran al final.
En ese sentido, existen fenómenos políticos de estudio más acucioso, pues son una mezcla de carisma, imposición de obras y acciones, confrontación con el pasado, manejo mediático y hasta suerte: todo les sale. Esos personajes nacen con estrella, como decía mi abuelita. Su vocación es de personaje histórico y, a su vez, de histrión.
Dentro de mi experiencia personal, y después de poco más de 30 años de trabajo en los ámbitos electorales y gubernamentales, he tratado de comprender cómo llegan al poder los diversos personajes que han gobernado este San Luis de la Patria desde 1994. Tuve en suerte trabajar con Horacio Sánchez Unzueta, quien me hizo el favor de recomendarme con Fernando Silva Nieto, quien a su vez me encauzó con Marcelo de los Santos. La curiosidad de saber qué tipo de gobierno ejercerían me parecía intrigante. Esa experiencia me llevó a colaborar con Sonia Mendoza y, después, con Arturo Segoviano. Pude conversar, también, con Fernando Toranzo (justo cuando inició su persecución contra ex funcionarios de Marcelo de los Santos) y años después con Juan Manuel Carreras. Todos tenían una visión del Estado que deseaban impulsar. Sin embargo, el proceso de José Ricardo Gallardo Cardona lo he ido conociendo durante su mandato, pues él ya contaba con un equipo de colaboradores encargados de su Plan de Gobierno, al cual se sumó el de Segoviano. Participación indirecta, al fin y al cabo.
De todos podría decir cosas buenas, mejores y no tanto. Considero que el acto de gobernar es tan humano como el de vivir en el anonimato: a todos nos mueven diversas pasiones, búsquedas, expectativas y afanes personales. Y todos nos equivocamos.
Dentro de mi apreciación institucional he podido observar que el del famoso pollo es un fenómeno que se puede estudiar aparte por varios motivos: él no sólo recogió propuestas al recorrer el Estado, sino que fue imaginando “su” Estado: muchas de sus acciones y la mayor parte de sus obras han sido producto de su visión y creatividad. Para él, todo acto de poder es una oportunidad de trascender, de dar algo a la gente, de cambiar realidades.
Esta oportunidad de estudiar de cerca su trabajo y su trayectoria como titular del Poder Ejecutivo del Estado de San Luis Potosí, gracias a los espacios de colaboración brindados por Elizabeth Torres, ex Secretaria de Cultura, Gerardo Zapata, Coordinador General de Comunicación Social, y J. Guadalupe Torres Sánchez, Secretario General de Gobierno, ha sido una ventana panorámica tan amplia como la que Marcelo de los Santos me abrió en su momento. Y sin dudar de mis dichos, puedo asegurar que si Sonia hubiese sido gobernadora, Juan Manuel no habría llevado a cabo el Plan de Gobierno de la primera. Paradoja sólo para entendidos.
El contexto anterior es útil porque algo que me sorprende es que durante 4 años, el actual mandatario potosino se ha mantenido en la cima de la popularidad. Sé que las comparaciones son odiosas, porque los procesos históricos son distintos, pero esto es algo que vale la pena estudiar por sus aristas decisivas: a Horacio se le complicó bastante mantenerse dentro de un rango medio de popularidad, pues la suya fue una gubernatura consensuada con el Salinato y desde ahí debió remontar para separarse del origen turbulento de su periodo de cuatro años, que se convirtió en un maximato.
Fernando, por su parte, venía de arrebatar su postulacion al aguerrido intelectual de la política Juan Ramiro Robledo, pero supo mantenerse en el ánimo popular durante su primer trienio, y después supo navegar la caída merced al enorme empuje de sindicalización de buena parte de los trabajadores de confianza del Gobierno del Estado, benditos. Al sucederlo en el poder, Marcelo tuvo una luna de miel popular que alcanzó su pináculo a mitad de su trienio y, dados los errores de su relevo “natural” que era Alejandro Zapata Perogordo, al C. P. C. se le adjudicó el triunfo de un Toranzo que salió más mal agradecido que hijo putativo en herencia. Por este último, sin embargo, fue Cándido Ochoa, su Secretario General de Gobierno, quien ejerció el mando. Toranzo nunca fue popular en sí y eso le importaba un bledo, como casi todo.
Por su cuenta Juan Manuel, cuestionado por haber arrebatado la candidatura a más de tres que la sentían segura, Enrique Galindo entre ellos, tuvo que enfrentar cuatro momentos que impidieron elevar sus niveles de aprobación popular: la sospecha de fraude cometido contra Sonia Mendoza, la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos y de AMLO a la de México, y el tormentoso periodo pandémico del COVID, para terminar con la derrota de su candidata por MORENA y de su candidato por el PRIAN. A nadie se le desea tanto cortisol.
Más allá de bromas y de juicios sobre el actuar de cada uno, el San Luis Potosí de hoy es la suma de sus aciertos y sus yerros, así como de los de quienes les antecedieron, más lo que hasta hoy ha logrado el famoso pollo. Todo cuenta.
Favorece a este último su juventud, sin duda. Ayer cumplió 45 años. Y sí bien es idolatrado por muchos de sus “ahijados” también es dueño del amargado corazón de muchos de sus “haters”. La suya es una historia de amor-odio y altibajos que ha sabido capitalizar y que todavía da para más. No hay que olvidar que en el proceso electoral interno del Partido Verde, él cedió la precandidatura a la presidencia a uno de los liderazgos más fuertes de dicha organización política, “el güero” Velasco, y esos actos de lealtad son muy bien recompensados. Hoy se teoriza acerca de si estará nuevamente en la boleta electoral, pero como candidato a diputado federal, o si formará parte del gabinete de Claudia Sheinbaum cuando entren los relevos de ajuste de la mitad de su mandato presidencial. Nadie sabe. Lo que sí sabemos es que van a ser dos años de trabajo intenso, pues los planes no cesan: un segundo piso en la carretera 57, de la Glorieta Juárez al entronque de la ruta hacia Villa de Reyes; un parque acuático, “el más grande de México” según sus propias palabras, en el Parque Tangamanga I; medio millón de potosinas y potosinos más saliendo de las filas de la pobreza; el rescate la Dirección General de Pensiones del Estado, y una inversión extranjera directa que colocará a esta Entidad entre los 5 más competitivos de México y con mayor potencial de generación de empleos.
A su favor está, además de su propia juventud y personalidad que lo identifica con el pueblo, ser parte de la izquierda gobernante en el plano federal, contar con el apoyo del Partido Verde, segunda fuerza nacional en el Congreso Federal, y ser un exigente líder de su equipo de trabajo, entre otras razones para ser optimistas, como esos 4 mil millones de pesos extraordinarios que acaba de recibir la tesorería estatal gracias a su gestión.
Por lo pronto, a esta historia le faltan cerca de 2 años en los cuales se verá hasta dónde alcanza esa popularidad que le ha permitido mantenerse entre los tres primeros lugares durante 4 de su sexenio; un récord del que casi nadie puede presumir y que, de seguir así, difícilmente, en realidad difícilmente, alguien podrá superar.
PD: Un privilegio y un honor, haber servido durante 2 años y medio como Director General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno. No tengo más que agradecimiento para mi Jefe Lupe (de cariño y con respeto) y mi equipo de trabajo (Norma Elisa, Juan Gerardo y Claudia) y los asesores de la Subsecretaría, así como con el Jefe Vega. Para todos, mi admiración y mi respeto, y mi voluntad de seguir sirviendo al propósito mayor que es la grandeza de San Luis Potosí en el espacio donde resulte de mayor utilidad. Como dijo Silvio: soy feliz, soy un hombre feliz…
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Fue director general de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.






