Elección judicial: última semana para razonar el voto

Por Victoriano Martínez

Votar o no votar no es un dilema exclusivo de la elección del próximo 1 de junio, sino de cualquier elección y una prueba de ello es el nivel de abstencionismo que se registra históricamente en procesos electorales y en gran parte por razones similares.

En la última semana de campañas para la primera elección judicial el bombardeo propagandístico que recibirán los electores tendrá que ver menos con el llamado de los candidatos a ser considerados como la opción a tomar en cuenta y mucho más con la convocatoria para acudir a las urnas o para no hacerlo.

Ante lo numeroso y disperso de los cargos a elegir, la contienda tiene muy pocas posibilidades de concentrar la atención en la confrontación entre unas cuantas opciones según la demarcación, lo que abre ese espacio para prolongar la disputa sobre la pertinencia de la Reforma Judicial.

Si no se puede alentar la atención sobre el proceso electoral con disputas efectistas y alto grado de competencia entre punteros, se abre la opción de utilizar ese espacio para prolongar la polarización que desde la llegada de Morena al poder ha dominado la agenda pública.

Pretender que lo que verdaderamente está en juego en esta elección es la disyuntiva entre que acudir a votar es apoyar la reforma judicial promovida por la Cuarta Transformación y no hacerlo es rechazarla no es más que una forma de desviar la atención de lo que se determinó: modificar la vía de acceso al cargo de ministros, magistrados y jueces.

Antes unos eran nombrados a propuesta del Poder Ejecutivo con el aval del Legislativo y otros por no muy claros concursos de oposición al interior del propio Poder Judicial. Filtros exclusivos para el acceso al cargo que hoy se mantienen, aunque ya no para llegar, sino para poder aspirar al mismo como candidatos sometidos al voto popular.

Es la primera vez que los tres poderes actúa como filtros para verificar la elegibilidad de los aspirantes y si se cuestiona la pulcritud del procedimiento es por la contaminación que aportaron los intereses partidistas y de grupos, propios de las prácticas de las que no es ajeno ningún partido político.

¿Cuánto del abstencionismo hasta ahora es producto del repudio que provocan los grotescos espectáculos de los partidos políticos con sus actos anticipados de campaña, precampañas, chapulineos, y demás actos vergonzantes e indignos que rodean su definición de candidatos? ¿Acaso votar en esas circunstancias es un aval popular a su cochinero?

La forma en que se ha desarrollado el proceso electoral en curso no es la mejor tanto porque arrastra vicios de los que se han realizado hasta ahora como porque presenta características que lo hacen muy diferente de aquellos. Pero es la primera experiencia y lo deseable es que se depure y no que caiga en la inercia que ha desvirtuado las elecciones de los poderes Ejecutivo y Legislativo.

Una crítica a la elección de jueces es la afirmación de que la popularidad no los legitima o que llegan al cargo para hacer lo correcto y no lo popular. Más que una descalificación de la elección judicial es un señalamiento con cierta carga de cínica justificación de que elegimos alcaldes, diputados, gobernadores y presidentes para que hagan lo popular y no lo correcto.

Llevar esa lógica a la elección judicial es lo que sería más perjudicial para el sistema de justicia.

Romper con esa lógica no sólo es lo que urge desde ahora en la elección judicial, sino en todo tipo de elecciones para evitar la llegada de personajes que evaden los problemas de fondo de la población y los ocultan con políticas de espectáculos baratos y dádivas manipuladoras, como hace el gobernador Ricardo Gallardo Cardona.

Romper con esa lógica es la mayor responsabilidad para quienes resulten electos este 1 de junio. Ganar la elección los obliga a cumplir y a hacer cumplir la Constitución y las leyes, como un auténtico compromiso al protestar al asumir un cargo y no como un hueco protocolo en que lo han convertido quienes poco respetan la legalidad, con Gallardo Cardona a la cabeza.

Votar o no votar sí es un dilema para el próximo domingo, pero no necesariamente por las razones que se señalan en la polarizada disputa que se acerca más a la politiquería y al intercambio de descalificaciones mutuas que poco aportan a un debate real.

Votar o no votar exige hoy un voto o una abstención razonados que evite los argumentos cargados de falacias de presunción dominadas por premisas no demostradas. No está demostrado que elegir jueces resuelve los problemas de la justicia en México, pero tampoco que hacerlo destruya el sistema judicial.

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