María Ruiz
La violencia intrafamiliar, el desempleo de los padres, la falta de diagnóstico en salud mental y otros factores de riesgo detonan pensamientos suicidas en niñas, niños y adolescentes en la capital potosina, así lo advirtió Jessica Albarrán Ramírez, directora del DIF Municipal de San Luis Potosí.
Albarrán Ramírez señaló que los casos más frecuentes que atiende el DIF están relacionados con depresión y ansiedad, tanto en jóvenes como en adultos, aunque ha habido un preocupante incremento en menores de edad y adultos mayores.
“La mayoría de los casos que atendemos son de depresión, ansiedad, y lo que hemos visto en estadísticas es que se ha extendido hacia menores de edad”, expresó.
La directora atribuyó parte del aumento en los casos de suicidio al impacto post-pandemia por covid-19, fenómeno que ha afectado a México y al mundo entero. En respuesta, el DIF ha intensificado su trabajo en prevención, lo que incluye capacitaciones especializadas para su equipo de psicólogos, impartidas por una especialista proveniente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Juntamos a todos los psicólogos del DIF para que tomen esta capacitación y podamos replicarlo en instituciones educativas del ayuntamiento, con el objetivo de que quienes estén en contacto con la ciudadanía tengan herramientas para intervenir en una crisis oportuna”, indicó.
Entre los factores de riesgo más recurrentes que detectan en los usuarios están la violencia familiar, de pareja, duelos, pérdida de empleo, abandono escolar y condiciones psiquiátricas de origen orgánico. En casos más severos, se canaliza a las y los usuarios a centros especializados.
“Cuando no podemos atender directamente en el DIF por tratarse de adicciones o condiciones más graves, canalizamos a Temazcalli o a la clínica Newman, dependiendo si es adicción o un trastorno psiquiátrico más profundo”, explicó.
Jessica Albarrán también destacó que cuando se registra un intento de suicidio o un suicidio consumado, el DIF realiza intervenciones familiares y escolares integrales.
“Hemos llegado a trabajar con familias completas, hasta 15 personas, incluyendo primos, abuelas, padres, para prevenir nuevos casos. También en las escuelas donde ocurrió el hecho, porque muchos menores quedan muy afectados emocionalmente”, explicó.
Aunque reconoció que al principio algunas familias se resisten a participar en estos procesos, con el acompañamiento adecuado han logrado buena aceptación.
“Muchos cargan con sentimientos de culpa, por eso parte del trabajo es ayudarles a entender lo ocurrido y apoyar emocionalmente”.
Finalmente, la funcionaria señaló que las adicciones, en muchos casos, son consecuencia directa de trastornos como la ansiedad y la depresión. Por ello insistió en la necesidad de fortalecer las acciones preventivas y garantizar el acceso a atención especializada para niñas, niños y adolescentes.