Sanjuana Maldonado, un año después del indulto: del encierro a la esperanza compartida

Foto: Fernanda Durán

Fernanda Durán

Un año ha pasado desde que Sanjuana Maldonado recuperó su libertad, tras 15 años de encierro por un delito que no cometió. Aunque el tiempo no se puede devolver, ella ha decidido que su nueva vida tenga sentido en cada paso: ahora trabaja, estudia y extiende la mano a otras mujeres que —como ella— han vivido en carne propia las grietas del sistema.

En el marco de la presentación del informe anual de la organización Perteneces, Sanjuana relató cómo ha sido este primer año fuera de prisión, una etapa en la que ha tenido que aprender a vivir en otro mundo.

“Gracias a Dios, y al gobierno que me apoyó, me ofrecieron un trabajo. Estoy en el Centro de Justicia para las Mujeres, en el área de empoderamiento”, explicó con una sonrisa discreta.

En el Centro de Justicia coordina actividades, orienta a mujeres en situación de vulnerabilidad que han sufrido violencia física, psicológica y económica, y gestiona vínculos con instituciones educativas y laborales para facilitarles nuevas oportunidades.

“Yo trato de buscarles cursos, talleres; tenemos programadas jornadas laborales para que puedan encontrar algún empleo también e igual ofreciéndoles escuelas: primaria, secundaria, preparatoria y universidad, con el INEA (Instituto Estatal para Adultos), para que todo les sea gratuito”, detalla.

El objetivo, dice, es claro: acompañarlas para que no se queden atrás en una sociedad que muchas veces las margina por su historia, pobreza o criminalización.

Aunque su rol es institucional, no deja de ser personal.

“Entre pláticas, cursos y talleres, hemos tenido alrededor de 700 mujeres, tanto aquí en San Luis como en Villa de Reyes, Villa de Ramos, Villa Hidalgo”, menciona con orgullo.

Además del trabajo, Sanjuana decidió volver a estudiar. Ya no Informática, como cuando la detuvieron a los 21 años, sino Derecho. Pero no ha sido fácil.

“Me he enfrentado a un reto, que son las plataformas porque 15 años en prisión se dicen fáciles, pero fue bien difícil. La tecnología no para, y en prisión no teníamos acceso a nada, ni a una computadora, ni a un celular”, relata.

Confiesa que a veces no logra subir las tareas o se le pasa el tiempo, y tiene que pedir ayuda a sus maestros, “pero estoy aprendiendo”.

También ha aprendido a navegar las contradicciones de la sociedad: el aplauso y el estigma, la solidaridad y el juicio.

“Así como apoyaron, también hay otras personas que sí están como de que: ¿por qué salió si era por secuestro? Pero aún ahí yo siento que por algo… y como le digo al licenciado José Mario yo voy a seguir demostrando quién soy, que fue un error del sistema penitenciario, fue un error del sistema de justicia”.

Durante los 15 años que estuvo privada de la libertad, Sanjuana pasó por diversos centros penitenciarios en el estado: Matehuala, Ciudad Valles, La Pila y finalmente el penal de Xolol. Las condiciones, dice, fueron dispares, pero no menos duras.

“Hay personas que te tratan bien como persona, y hay personas que te tratan como si no tuvieras el valor o no tuvieras derechos”, reflexiona.

Frente a eso, su respuesta fue resistir con fe. “Dios me ayudó mucho. Siempre trato de dejarle las cosas en manos de Dios… que les dé sabiduría, más que nada, para entender”.

Uno de sus proyectos más importantes, y también más personales, es la iniciativa de indulto que lleva su nombre, impulsada por la organización Perteneces. Aunque aún no ha sido aprobada por el Congreso del Estado, Sanjuana espera que pronto se convierta en ley.

“Estamos en espera de que la puedan aceptar, que la puedan aprobar, y eso nos va a ayudar a seguir apoyando a las mujeres, a que revisen mejor los casos y que más mujeres no vivan la situación que yo viví, que yo me tuve que esperar 15 años a que alguien confiara en mí”, subraya.

Reiteró que actualmente trabaja de la mano con instituciones como el INEA, la Secretaría de Desarrollo Social y Regional (Sedesore), el Sistema de Financiamiento para el Desarrollo del Estado (Sifide), Centros de Capacitación para el Trabajo Industrial (Cecati) y otras dependencias del gobierno estatal, con quienes ha logrado establecer redes de apoyo concretas para las mujeres que atiende.

Aunque su nombre ya simboliza una causa, Sanjuana no se asume como bandera, sino como puente. Una mujer libre que decidió quedarse para ayudar a otras mujeres.