Fernanda Durán
La comunidad autista en San Luis Potosí enfrenta condiciones precarias, falta de políticas públicas claras y una atención profundamente desigual en el estado. Así lo denunció Isis Libertad Lara, presidenta de la asociación Libertad Cerebral, quien expuso que, pese a los esfuerzos de organizaciones civiles, la cobertura institucional es limitada, los recursos escasos y muchas de las personas en condición de espectro se enfrentan al abandono, la invisibilidad y la precariedad desde la infancia hasta la vejez.
Durante un recorrido reciente en el municipio de Matehuala, Lara documentó casos de autoridades locales que, a pesar de no contar con recursos específicos, han habilitado espacios básicos para la atención del autismo.
Sin embargo, contrastó este esfuerzo con la negativa del Centro de Rehabilitación Integral (CRI) de Matehuala de otorgar acceso a evaluaciones y terapias, a pesar de contar con las instalaciones e instrumentos necesarios.
La situación no mejora en otras regiones. En Tamazunchale, explicó Lara, el único espacio educativo para personas autistas presenta condiciones insalubres: instalaciones con moho, baños deteriorados e incluso riesgo por presencia de fauna, y que pese a tener terrenos para la construcción de un centro de atención, no han recibido apoyo institucional.
En esa localidad, la asociación Manos de Ayuda ha logrado atender a más de 150 personas solo con recursos propios, sin respaldo gubernamental.
La precariedad también alcanza a los profesionales
La también especialista en neuropsicología señaló que, al no existir una política pública que regule los ajustes razonables con perspectiva de género, se obstaculiza el diagnóstico oportuno, especialmente en niñas.
“Lo tenemos comprobado científicamente, pero si no lo exige la ley, nos compromete como profesionistas”, advirtió.
Reiterando que la omisión institucional deriva en diagnósticos tardíos y abandono total en la adultez.
“Hay adultos mayores autistas en situación de calle que la sociedad catalogó como esquizofrénicos o ‘el señor de la cobija’. Nunca fueron diagnosticados ni acompañados; sus cuidadores fallecieron, y la sociedad no los abrazó ni los acompañó”, lamentó.
Para la activista, conocer estas realidades y no actuar convierte a las autoridades y a la sociedad en cómplices.
Actualmente, en San Luis Potosí capital, son pocas las asociaciones que trabajan de forma activa lideradas por personas con espectro autista; entre ellas se encuentran la comunidad Libertad Cerebral, Serendipia (colectivo de adultos autistas), Tributea y Fundación Saya, así como otras asociaciones enfocadas en la atención desde la infancia.
“Nos sostenemos con esfuerzo propio, con apoyo limitado, y muchas personas ya se han retirado por el desgaste constante”, reconoció.
Aunado a estos obstáculos en infraestructura, indicó que los censos oficiales no reflejen la realidad del número real de personas que se encuentran dentro del espectro, tanto por la limitante de las detecciones como de los sesgos en los censos, pues “hace algunos años se dijo que había mil 600 personas autistas en todo el estado. ¿Cómo vamos a ser mil 600 si solo en mi comunidad hay 350 familias?”.
Señaló que esa subestimación institucional evidencia la necesidad urgente de una consulta ciudadana seria, con metodología y seguimiento, que permita conocer cuántas personas autistas viven realmente en San Luis Potosí, qué necesidades tienen y qué organizaciones las atienden.
Lara consideró que una consulta bien hecha también permitiría identificar cómo impacta positivamente un abordaje con perspectiva de género, particularmente en el diagnóstico temprano de niñas, y plantear intervenciones a nivel estatal o incluso nacional, puesto que desde hace dos años solicitan reformas necesarias para este sector, mismas que tienen que ser consultadas.
“La consulta no puede ser un ejercicio nulo más. Tiene que ayudarnos a construir un modelo que responda a nuestra realidad”.
Finalmente, hizo un llamado a la sociedad y a las autoridades para garantizar espacios inclusivos y seguros:
“Como sociedad potosina, humanamente, también tenemos derecho los autistas a tener espacios para nosotros: libres, seguros, inclusivos. Si donamos cada diciembre al Teletón, yo creo que podemos donar, abrir ese cochinito, donar para tener nuestro propio centro autista en el Estado, que es necesario”, concluyó.