Conciencia

Carlos Rubio

La tragedia en San Luis Potosí no deja de resonar. Lamentablemente son jóvenes con metas y sueños las principales víctimas de una ciudad que de forma negligente se desarrolla cada vez más fuera de su alcance.

Culpables somos todos, directa o indirectamente, pero ¿quién asume la responsabilidad?

Desde niños aprendernos a cuidarnos en las calles, a sobrevivir. Nos dicen que la cultura vial es cruzar la calle por las cebras, voltear a ambos lados antes de pasar por una avenida, esperar a que el semáforo se ponga en rojo para pasar, pero ¿qué hay de los demás? La sensación de alerta siempre está ahí cuando somos transeúntes. Y ¿quién nos enseña a comportarnos como conductores? En general, nadie. Usualmente el haber sido peatón es la única esperanza de que una persona tenga conciencia a la hora de manejar un automóvil.

Y es que la costumbre mexicana nos dice que cualquier amigo, familiar o conocido nos puede enseñar a conducir un carro, quien a su vez aprendió de algún amigo, familiar o conocido, quien a su vez aprendió de algún amigo, familiar o conocido, quien a su vez aprendió de algún amigo, familiar o conocido…

Así aprendimos la mayoría, a la brava, con un padre, madre o hermano, que ante cualquier desliz soltaba un grito provocado por una fuerte dosis de angustia. Y siempre creímos que era suficiente con que no se apagara el carro estándar, pero no es así. Conducir es una responsabilidad tan grande como portar un arma, pero pocas veces nos damos cuenta de ello o solo hasta que la tragedia ya está frente a nuestros ojos.

Toda esta serie de omisiones terminan por coronarse con una autoridad que las permite, que omite los exámenes de conducción, que entrega licencias a cambio de una simple carta compromiso, que nunca ha evaluado realmente quiénes somos aptos o no, para pasar frente a un peatón de 60 kilos, con un vehículo de más de una tonelada.

Porque no hay comparación y eso hay que tenerlo muy claro. El peso y la fuerza de un carro frente a un peatón, un ciclista e incluso un motociclista son incomparables, por lo que sí, la responsabilidad del cochista es mucho mayor.

Uno puede tener la luz verde al frente y a un peatón que decidió cruzar justo en ese momento, y solo queda esperar, simplemente porque uno puede movilizar una tonelada con solo bajar el pie, y eso es letal.

Nadie nos enseña realmente a ser automovilistas, es por ello que es nuestra responsabilidad aprenderlo. La empatía va bien en todos los aspectos de la vida. ¿Quién lleva la ventaja en las calles? ¿Quién necesita mayor apoyo en las avenidas?

Lamentablemente y de manera errónea los coches son los dueños de las calles y por lo visto no hay autoridad que tenga la mínima intención de cambiarlo. Solo hay algo que podría hacerlo: la conciencia.

Sí, no es completamente nuestra culpa que nuestros mandatarios piensen que la solución a la movilidad de San Luis Potosí es construir puentes vehiculares y peatonales. Tampoco es la culpa de todas las víctimas de accidentes. Pero aun así no hay excusas. Aquí vivimos y si la situación no cambia, nos toca cambiar a nosotros.

Bajar la velocidad y ceder el paso, son simples actos de que pueden salvar vidas.

Frenar ante un cruce peatonal no quitará más de 5 segundos.

Dejar que aquel estudiante que va tarde a clases cruce corriendo la calle no nos va quitar gasolina.

Hay un mundo de acciones que pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

Pero ¿quién está dispuesto a cambiar y a hacerse responsable de su papel en las calles?

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Actualmente director editorial de Astrolabio Diario Digital, con interés y experiencia en Transparencia y el Derecho de Acceso a la Información Pública. Formó parte de la tercera generación del MásterLab en edición de investigaciones organizado por Quinto Elemento Lab.