Adriana Ochoa
El video se volvió viral, una clase magistral sobre la identidad perdida. En él, Hervé Renard, entrenador de la selección saudí, gritaba a sus jugadores en el descanso del partido contra la Argentina de Messi. Los árabes perdían por la mínima y parecían más admiradores que adversarios.
Renard no se andaba con rodeos. Parecían groupies de Messi, no sus adversarios deportivos en el Mundial de Qatar. Se quedaban paralizados, abriendo espacios como si el astro fuera un dios intocable. Por poco no le pedían una selfi en pleno campo.
El entrenador francés les increpó con una verdad lapidaria: “No tienen sentido de pertenencia. Así no se compite”. Les dejó claro que la presión no era una invitación a subir todos como ganado hasta su propia portería, sin estrategia ni conciencia de equipo. El mensaje caló hondo.
El segundo tiempo fue una historia distinta. Los saudíes, redimidos y con una misión clara, dieron la vuelta al marcador. Con un 2 a 1, escribieron una de las páginas más gloriosas del fútbol, dejando a la Argentina de Messi con su día más oscuro.
En San Luis Potosí, la imagen del equipo saudí antes del regaño de Renard parece calzarle a un sector de Morena. Metidos en sus miedos a perder un beneficio personal, no tienen sentido de pertenencia. El gallardismo les impone sus términos y ellos hasta arengan a la entrega con la esperanza de una sumisión políticamente bien remunerada.
Se trata de una encantadora genuflexión, una actitud de mansedumbre que el gallardismo y su franquicia Verde exige e impone a todos sus aliados, alcaldes, prensa, partidos y hasta otros poderes.
Dentro de Morena, las posturas son claras, aunque no necesariamente valientes. La facción que aboga por la alianza con el Partido Verde es un retrato de la falta de confianza. Sus principales exponentes, el diputado federal Gabino Morales Mendoza y el legislador local Cuauhtli Badillo, son los ejemplares emergentes más conspicuos en los días recientes.
Gabino Morales Mendoza rola encuestas que, casualmente, él mismo promueve, donde se sitúa como puntero para la alcaldía capitalina. Sin una estructura política consolidada y sin un trabajo real de base, parece estar comprando un lugar en la contienda.

Cuauhtli Badillo, otro aspirante sin un apoyo visible ni un trabajo sustantivo, también se suma a la retórica de la alianza indispensable con el Verde. Ambos, con aspiraciones a la alcaldía de la capital, están convencidos del necesariato electoral que les ha impuesto el gobernador Gallardo en San Luis Potosí. Más Gabino, ex jefe del partido y ex delegado del Bienestar, no pudo, no quiso o no se atrevió siquiera a construir territorio políticamente.

Es una postura que exhibe una alarmante falta de preparación. Este sector de Morena, encumbrado por la inercia nacional del lopezobradorismo, sabe bien que no construyó nada en lo local para merecer sus posiciones. Beneficiarios del voto en cascada, no se sienten listos para una contienda compleja.
La sumisión, aunque vergonzosa, a veces se justifica como una táctica para ganar tiempo. Se usa como un respiro para construir capacidades autónomas y consolidar una estructura propia. Sin embargo, para estos morenistas, el tiempo ha pasado y no han hecho nada.
En lugar de construir, se dedicaron a gozar de su nueva posición. Se limitaron a la zalema, al “llevarlas bien” con el socio verde, al que no se atreven siquiera a contrariar. Se han acostumbrado a vivir a la sombra.
Ese Morena en San Luis Potosí no es capaz de recuperar su sentido de pertenencia y enterrar los viejos reflejos de interés personal. Ven más cómodo que el partido en San Luis sea una groupie antes que un rival digno. Ni siquiera porque hay señales de cambio de López Obrador a Claudia Sheinbaum. O precisamente porque han cambiado y no están de acuerdo con una presidenta que, sin romper con su antecesor, dejó de lado los tonos pendencieros, estomacales e irresponsables de López Obrador.
La sumisión no es la vía para la competencia. Las alianzas en elecciones competidas son de vida o muerte, pero si el aliado va de palafrenero, de ahí no pasa. Morena en SLP tienen mucho qué construir y poco tiempo para hacerlo.
A menos que decida aplazar su propio crecimiento y seguir en el cómodo, papel de mendicante electoral.
ROLLOS SUELTOS
CAMBIO DE REGLAS. Con el remedo de elección para el poder judicial local, el arribo de la única magistrada sin marca verde, América Onofre, tiene detrás una larga historia de esfuerzo, de ir contra la corriente y estar atento. Ocupa el lugar que había “ganado” el ex fiscal José Luis Ruiz Contreras, declarado inelegible por la Sala Superior del Trife.
QUEDARON LEJOS. El Gobierno hizo su cálculo y esfuerzo para cambiar el criterio y dar el espacio perdido a una mujer, pues las candidatas a magistradas obtuvieron cuotas de votación más altas que los varones. Pero la potencial sucesora no cumplió con el 8 de calificación universitaria y entonces entró América, quien hizo una campaña de mucho esfuerzo y sin acordeones oficiales. El diputado Rubén Guajardo fue el alma terca que la acompañó.
LA LECCIÓN: Morena intentó llevar a sus candidatos a magistrados por la vía del acuerdo con el Verde y los mandaron a volar. Lo que queda es si todo es imposición, hay que pelear, no retirarse, buscar la oportunidad.
HECHOS CONSUMADOS. Y ante un nuevo poder judicial con muy poco positivo qué esperar, los abogados ya le buscan ruta alterna al ejercicio profesional para evitar perderse en litigios cada vez más inciertos.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Adriana Ochoa es periodista desde 1988. Actualmente es directora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y docente titular de Organización Política y Ciudadanía.