De la lumbalgia a la indignidad en la espera de Perla

María Ruiz

El cuerpo de Perla Cuevas se ha convertido en una geografía de dolor. Lo que comenzó como un malestar en el hospital comunitario básico del municipio de Salinas, en julio de 2024, diagnosticado como lumbalgia crónica, ha escalado a un viacrucis de citas pospuestas, medicamentos insuficientes, y una cirugía de hernia lumbar con fibromialgia que parece un espejismo.

Su historia es un pulso desesperado contra un sistema de salud que, a su decir, es “mal, precario, lento y hasta cierto punto con mala atención primaria.”

Perla fue canalizada desde el Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto” en San Luis Potosí a la Ciudad de México para una cirugía que se ha retrasado porque los hospitales no cuentan con los “elementos mínimos necesarios” para realizarla.

La dolencia de Perla no solo la mantiene sin poder retomar su trabajo, sino que la obliga a pagar tratamientos y estudios de su propio bolsillo ante la falta de medicamentos y material en ambas instancias.

“Desde ahí solo han sido medicamentos opioides para el dolor y estudios como resonancias magnéticas que no tienen en el hospital y que he pagado por mi cuenta”, detalló la afectada.

En el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía “Manuel Velasco Juárez” de la Ciudad de México, el obstáculo es tan básico como vital: el microscopio para la neurocirugía está “descompuesto” y no hay fecha para su reparación, lo que impide la operación lumbar.

El camino ha sido una cadena de obstáculos:

“Empezando desde el tiempo de espera para las citas y que los estudios para comprobar el diagnóstico tuve que hacerlos por mi cuenta”, explica Perla.

La burocracia se burla del dolor; las citas se repiten y la cirugía se reprograma mientras los dolores la llevan “a punto del desmayo,” porque los opioides ya no surten efecto.

La percepción de Perla sobre el derecho a la salud es devastadora.

“En efecto, no se respeta el derecho a la salud digna. Y no hablar de con qué poca dignidad nos tratan”. Además de que el sistema la ha hecho sentir ignorada “por algunos especialistas de neurocirugía en todo momento”.

Recuerda con amargura la burla de un pasante cuando preguntó por el tiempo estimado de reparación del equipo descompuesto: él afirmó que aunque le dieran una fecha, el microscopio no se compondría pronto.

Es en la falta de insumos, en las promesas incumplidas de ingreso al hospital por falta de material, y en el desinterés de algunos médicos donde siente la negligencia.

“Que no llegue a las últimas de mis síntomas, no llegue con sangre o que no llegue con ‘palancas’ para atenderme bien”, eso es lo que le hace sentir que el sistema no estaba preparado para atenderla con dignidad.

A falta de una respuesta institucional, las estrategias personales son el único salvavidas.

“Tomé fisioterapia por mi cuenta para aminorar dolores y me ayudé de otros especialistas”.

Ahora, la desesperación se profundiza por no contar con los recursos para pagar la cirugía.

Esta precariedad resuena en los números del presupuesto nacional. Aunque el Paquete Económico 2026 asciende a 10.2 billones de pesos, el gasto en salud apenas sumaría 996 mil 528 millones de pesos, lo que equivale a 2.6 por ciento del PIB. Esta cifra se mantiene muy por debajo del 6 por ciento mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Que la salud no es un juego”, es su mensaje directo a quienes gestionan el sistema. “Y que así como ellos promueven la prevención, la hagan valer”.

Cuántas Perlas más deberán esperar al filo del desmayo para que la salud deje de ser una moneda de cambio y se convierta en un derecho digno y expedito.