Texto y fotografías de María Ruiz
Itzayana Don Juan Blanco tiene 8 años y una sonrisa que esconde la batalla más difícil que ha enfrentado: la leucemia mieloide aguda, tipo promielocítica. Su diagnóstico llegó el 5 de julio de este año, pero los primeros signos ya habían encendido la alarma en su madre, Carmen Siria Blanco Duque, semanas antes.
Moretones inexplicables, ganglios inflamados y fiebre repentina marcaron el inicio de un camino que ninguna madre espera recorrer.
“Se enfermaba seguido del estómago, de la garganta, y de repente le subió la temperatura a 38.7. Luego le salió un ganglio en el cuello… supe que debía actuar rápido”, relata Carmen con la voz firme, pero cargada de emociones que no se pueden ocultar.
La urgencia de la situación la llevó primero a un médico particular y luego al Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto”, donde la confirmación llegó: leucemia promielocítica, con necesidad inmediata de hospitalización y cuidados intensivos.
Desde ese momento, la vida de Carmen y sus otros dos hijos cambió radicalmente. Cada día se convirtió en un calendario de laboratorios, transfusiones, quimioterapias y controles médicos.
Cada visita al hospital es un ejercicio de organización y resistencia: medir, pesar, esperar, vigilar la temperatura y actuar en minutos si sube. La enfermedad de Itzayana no solo afecta su cuerpo; modifica la rutina de toda la familia.
“La adaptación ha sido complicada”, confiesa Carmen. “Mi niño de 10 años se volvió protector, mi hijo de tres tuvo retrocesos en hábitos que ya había dejado atrás. Y yo… yo no podía darme el lujo de enfermarme, porque ella solo quiere a mamá”.
Entre lágrimas y abrazos, Carmen encuentra la fuerza para sostener a su hija y, a la vez, cuidar de toda la familia.

Pero la lucha no se limita al hospital. Medicamentos de alto costo, insumos médicos, cambios en la alimentación, higiene estricta y protección del entorno de Itzayana representan un gasto constante y agotador.
Carmen reconoce la ayuda de fundaciones y del hospital, pero sabe que la batalla también se libra en casa: preparar alimentos cocidos, controlar la exposición al sol, mantener limpios y aislados los espacios, y cuidar de cada detalle que pueda evitar una infección.
La fortaleza de Carmen no es solo física; es un sostén emocional que se construye día a día, con paciencia y creatividad.
“Me ocupo, me ocupo, me ocupo… tejo, cocino, hablo con ella, le explico, la distraigo. No puedo permitirme caer”, dice.
Entre la vigilancia constante y la organización de su hogar, Carmen encuentra los espacios para llorar, para desahogarse, para recuperar fuerzas y seguir adelante.
Itzayana también enfrenta cambios dolorosos: la caída de su cabello, la limitación de juegos, la distancia de amigos y familiares. Sin embargo, con la guía de su madre y el acompañamiento de profesionales, comienza a entender que estas pérdidas son temporales y que su lucha es también una oportunidad de resiliencia.
Carmen pide ayuda hoy no solo para sostener los gastos inmediatos, sino para garantizar que Itzayana tenga todo lo necesario durante los próximos meses de tratamiento: insumos médicos, medicación, alimentación adecuada y un entorno seguro y limpio. Cada aporte, dice, es un apoyo que transforma el miedo en esperanza.
En esta historia de dolor y resistencia, la maternidad se muestra en su dimensión más profunda: cuidar, sostener, proteger y acompañar, incluso cuando el mundo parece desmoronarse. Carmen Siria Blanco Duque es la evidencia viva de que el amor puede ser medicina, y de que la fortaleza de una madre no tiene límites.
Para apoyar a Itzayana y su tratamiento contra la leucemia se realizará una expo con causa, destinada a recaudar fondos para cubrir medicamentos, insumos médicos y adaptaciones necesarias en su hogar.
También se pueden realizar aportaciones mediante transferencia o depósito a la cuenta 4027 6657 0902 2363, Banco Azteca, a nombre de Carmen Siria Blanco Duque; cada aporte se destinará al cuidado y bienestar de Itzayana durante su tratamiento.