Octavio César Mendoza
Reunidos en torno a una mesa rectangular presidida por un gran amigo de todos los presentes, el “tema” UASLP salió a relucir: una joven estudiante de la carrera de derecho había sido drogada y abusada dentro de las instalaciones de la facultad de leyes a manos de dos de sus compañeros y otro agresor de origen externo. Grave. Muy grave. Más grave aún porque, se dice, el director Germán Pedroza Gaitán no actuó como autoridad, sino como juez. Su caída como chivo expiatorio del rector era previsible, pues las manifestaciones de estudiantes “ahorcaron” a la capital potosina al cerrar calles y avenidas, para repudiar no sólo los execrables hechos, sino para exigir un cambio urgente para terminar con el sistema patriarcal que rige a esta institución educativa.
La muestra de rechazo hacia las autoridades universitarias en funciones ha sido evidente desde hace tiempo: muy pocos estudiantes hicieron acto de presencia cuando se manoseaba el “tema” de los recursos financieros que reclamaba el rector al Gobierno del Estado; en cambio, ante este horrendo hecho criminal, la respuesta de la comunidad estudiantil fue automática, copiosa, irrefrenable, evidente: miles tomaron las calles, San Luis Potosí y su zona conurbada entraron en caos de movilidad, y las redes sociales se incendiaron. El “tema” UASLP escaló a nivel nacional y luego internacional. Volvimos a ser noticia, pero de manera negativa. Los eventos muestran verdades ya inocultables.
En esencia, los mismos estudiantes así lo señalan en diversas entrevistas que circularon de teléfono en teléfono: la UASLP está gobernada por autoridades hechas a la vieja escuela, donde el silencio y la secrecía son obligatorias para directoras y directores, y el ocultamiento de hechos criminales los vuelve cómplices. Prevalece una cultura negacionista de origen que modela el perfil de quienes asumen los puestos directivos, y se sigue manejando como un negocio de particulares. Mientras tanto, el espacio de seguridad en el que los padres del alumnado confían la educación de sus hijas e hijos, permite el consumo de drogas, alcohol, y el ejercicio de violencia sexual, ya sea por omisión del ejercicio de verdadera autoridad, o por la peligrosa conducta negacionista del verdadero problema de fondo.
En la mesa, no hubo una postura a favor del rector o del cuerpo directivo de la UASLP: “No permiten la auditoria de los recursos públicos otorgados por el Estado”, “No es transparente”, “Llevan años con la puerta de rectoría incendiada cada 8 de marzo, y ahora esa puerta se incendió desde adentro”, “No son pocas las mujeres egresadas de carreras como ingeniería, comunicación o la propia de leyes que han declarado haber sido objeto de violencia machista sistémica”, entre otras confesiones.
Confesiones, sí, porque se decían casi en silencio, hasta ayer, luego de tres días de que la víctima denunció los hechos y aflora nuevamente ese negado problema de fondo: en la UASLP, la moral es un árbol que da moras. Curiosamente, el 90 por ciento de los convocados a la mesa son egresados de la UASLP, casi todas y todos de la que hoy se convirtió en epicentro de esa ruptura histórica por paradójica: Leyes. Por ética, tanto el rector como el cuerpo directivo de todas las carreras debe renunciar para dar paso a una nueva generación de directoras y directores que comprendan y hablen el lenguaje de los jóvenes estudiantes de hoy. “Desderechizar a la UASLP” fue uno de los comentarios previos al inicio de la comida. Quienes llegaron tarde por el mismo “tema” abundaron al respecto. La respuesta unánime ante la pregunta “¿Qué harías si fueses el rector de la UASLP en este momento?” fue unánime: “Renunciar, y convocar a nuevas elecciones”.
En lo personal, creo que sí: la UASLP ha envejecido con sus vicios y defectos, y sólo puede renovarse si se permite a sí misma, en su ya demasiado manida autonomía, quitarse el exoesqueleto que la ha anquilosado, empezando por su rector, directoras y directores de las diversas facultades. A menos, claro, que las y los estudiantes se sientan satisfechos con la quema del chivo esxpiatorio, detengan sus protestas y regresen a sus clases como si no hubiera pasado nada, hasta que pase de nuevo.
Es cierto: la UASLP ha dado a nuestro Estado a buena parte de las generaciones más brillantes del ámbito académico, científico, educativo y cultural durante casi un siglo, y esta no puede ser la excepción. Depende de que se renueve o muera en el intento; pero estoy de acuerdo en que la renuncia no sólo debe ser de las autoridades, sino de la conducta que ha permeado en las áreas directivas, donde se evade a los responsables de actos que no son una broma, una ocurrencia o un accidente, sino una consecuencia del manejo discrecional de la UASLP en todos sus aspectos, lo cual anuncia que está llegando al final de una era.
Por el bien de la máxima casa de estudios de San Luis Potosí, esperemos que así sea. No se debe tapar el sol con un dedo, o un “mea culpa” de un director cuya complicidad es útil, de momento, para ocultar la complicidad del rector y sus demás testaferros académicos.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.