Estudiantes de la UASLP exigen destitución del rector Zermeño Guerra

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María Ruiz

El silencio del rector Alejandro Zermeño Guerra se volvió el centro de la protesta. A la una de la tarde de este martes, estudiantes de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) marcharon desde la glorieta de Morales hasta el Edificio Central, tras el paro en distintas facultades.

Exigían respuestas ante una agresión sexual documentada en la Facultad de Derecho “Ponciano Arriaga Leija”, que derivó en la expulsión de dos alumnos y en la renuncia del director de esa entidad académica, Germán Pedroza Gaytán.

A las dos de la tarde, el contingente —integrado principalmente por estudiantes de Derecho, pero acompañado por jóvenes de Ciencias Sociales, Psicología, Medicina y Hábitat— ingresó al Edificio Central.

Ahí los esperaban los directores de facultades, la Contraloría Interna, la Secretaría General, la Abogacía General y otros funcionarios universitarios. Se había prometido un diálogo abierto, pero la ausencia del rector marcó el tono de la jornada.

Durante más de tres horas, las y los estudiantes esperaron a Alejandro Zermeño Guerra. No llegó. La molestia creció con cada minuto de espera.

Los presentes interpretaron el silencio como una falta de compromiso frente a un tema que ha marcado a la comunidad universitaria: la violencia sexual dentro de las aulas y la omisión institucional ante las denuncias.

En el micrófono abierto, las voces se desbordaron. Estudiantes de distintas facultades denunciaron públicamente a profesores por acoso, a directivos por encubrimiento y a la propia universidad por su falta de acompañamiento a las víctimas.

“Nosotras no queremos protocolos que duermen los expedientes —dijo una estudiante—. Queremos justicia”.

Las denuncias se mezclaron con la crítica hacia la Federación Universitaria Potosina (FUP), a la que calificaron como un organismo político más que estudiantil. Aseguraron que la FUP ha intervenido históricamente en los conflictos universitarios para defender intereses externos, no los del alumnado.

“La FUP no representa al estudiantado, representa al poder”, afirmó una joven entre los aplausos y gritos de apoyo.

El ambiente se volvió tenso. Hubo reclamos directos hacia los medios de comunicación presentes, acusados de minimizar la violencia en sus coberturas. También hubo confrontaciones verbales hacia los directores de facultades.

“Lloren como nosotros lloramos”, gritó una voz. “Sientan lo que sentimos, dejen de sonreír mientras el rector se esconde”.

Entre los asistentes, el enojo se transformó en exigencia: la destitución del rector Alejandro Zermeño Guerra. Las y los estudiantes lo acusaron de reelegirse con promesas incumplidas, especialmente en materia de atención a víctimas de acoso y violencia sexual.

“El rector prometió cambios. Lo único que ha cambiado es el silencio”, señaló un estudiante frente a la multitud.

La movilización que había comenzado dentro del Edificio Central se trasladó hacia la Plaza de Armas. Ahí, las críticas se intensificaron. Las y los manifestantes recordaron casos pasados de impunidad que marcaron a la institución y al estado.

Mencionaron el caso de Samantha Jocelyn, asesinada en 2016, y el desistimiento de la acción penal contra uno de los implicados, Eleazar, durante la gestión del entonces fiscal Federico Garza Herrera, quien ahora también forma parte de la estructura de la UASLP.

“Recordar es también denunciar”, dijo una de las oradoras frente a la multitud reunida en el Centro Histórico. “Esta universidad no puede seguir dirigida por quienes repiten los errores de siempre”.

Las consignas se multiplicaron: “Ya basta de impunidad”, “Fuera el rector”, “No más silencio”. Hubo llanto, hubo gritos, hubo rabia contenida.

Las y los jóvenes denunciaron que las mismas dinámicas de poder que encubren la violencia se replican dentro de la universidad.

El acto no ha concluido, pues aún a las 16:30 horas, seguían los reclamos que en momentos se convirtieron en ofensas, no hubo acuerdos, ni respuestas institucionales, pero la jornada dejó claro el mensaje: las y los estudiantes no están dispuestos a callar.