María Ruiz
En San Luis Potosí, la violencia hacia las infancias no solo se manifiesta en golpes o abusos físicos, sino también en las formas cotidianas de crianza que por generaciones se han considerado “normales”. Así lo señaló la doctora Mariana Juárez Moreno, psicóloga y directora de la organización Apoyare A.C.
Advirtió que la cultura del castigo y la humillación sigue presente en la mayoría de los hogares potosinos.
“Crecimos creyendo que gritar o pegar era una forma de educar. Lo grave es que seguimos repitiendo esos patrones sin darnos cuenta del daño que causan”, explicó Juárez Moreno.
De acuerdo con la especialista, la violencia psicológica es una de las más invisibles, pero también una de las más destructivas, ya que deteriora la autoestima de niñas, niños y adolescentes desde edades muy tempranas.
“Cuando un niño vive con miedo a equivocarse, deja de aprender, deja de confiar y, muchas veces, deja de soñar”, señaló.
Juárez Moreno enfatizó que el problema atraviesa todos los contextos socioeconómicos, y que no existe una “familia tipo” donde la violencia se concentre más.
“Esto ocurre en todos los niveles. Lo que cambia es la forma en que se denuncia: en familias con menos recursos, los casos se visibilizan más; en las de mayores ingresos, suelen ocultarse”, indicó.
La especialista lamentó que muchos adultos justifiquen los gritos, los golpes o las amenazas como disciplina, cuando en realidad generan traumas y patrones de comportamiento violentos que se arrastran hasta la vida adulta.
“Si fuimos criados con golpes y gritos, lo más probable es que repitamos esa violencia. No porque queramos dañar, sino porque no aprendimos otra forma de relacionarnos”, explicó.
Entre las consecuencias más comunes, Juárez Moreno mencionó problemas de ansiedad, aislamiento, inseguridad, falta de empatía y dificultades para concentrarse o convivir con otros.
“Hay niñas y niños que desarrollan miedo a los adultos, incluso a sus propios padres. Y eso no debería pasar en ningún hogar”, subrayó.
La doctora insistió en que la única manera de cambiar esta realidad es reconocer la violencia cotidiana y reemplazarla por prácticas de crianza respetuosa.
“Educar sin violencia no es consentir. Es enseñar con empatía, con límites, pero sin miedo”, aseguró.
Desde Apoyare A.C., Juárez Moreno impulsa talleres con familias y docentes para detectar signos tempranos de violencia emocional y promover vínculos saludables entre adultos e infancias.
“Si queremos una sociedad sin violencia, tenemos que empezar por los hogares. Y eso implica aprender a criar desde el respeto”, concluyó.





