Contradicciones del agua: una fotografía de la desigualdad

Blakely Morales

El derecho humano al agua es letra muerta: tenerla o no a la mano depende de la colonia donde vives y de la clase social a la que perteneces.

El caso Escalerillas

En las curvas de la carretera libre a Guadalajara entrando a la ciudad de San Luis Potosí, ruido de fuentes obligan a voltear hacia arriba. Parece Hollywood, Las Vegas, pero no, los chorros que se levantan sobre un espejo de agua rodeado del verde intenso de un pasto natural, son la decoración del acceso al fraccionamiento La Vista, un complejo residencial de lujo construido sobre el cerro. El agua circula como ornamentación mientras a pocos metros de ahí, Escalerillas y comunidades vecinas pasan meses enteros a secas, la poca que reciben llega sucia y tienen que bloquear avenidas para que una autoridad responda por la crisis del desabasto histórico en estas poblaciones que aún formando parte de la zona conurbada, carecen de servicios.

En Escalerillas se cuida y recicla el agua en grado extremo. Al pie de un monte, al fondo de una calle cerrada sin pavimentar, vive la familia de Luis Antonio integrada por siete personas. Por lo estrecho, pedregoso y elevado del terreno, los choferes de las pipas se niegan a subir. Abajo hay tambos azules que se llenan si bien les va, una vez por mes. El costo de una pipa privada va de los 60 pesos por bote a los mil o mil 500 pesos por aljibe. Aún si es pública, darle “para la coca” al chofer suele ser un método infalible para recibir el agua. De la calidad del líquido, ni hablar.

“Ahí nos vamos al pasito”, me explica Luis Antonio cuando le pregunto cómo hace la familia para cuidarla: “Nos llega poca, la guardamos porque a veces no tenemos ni para el baño; la que sale limpia la guardamos para lavar; sale algo revuelta pero nos sirve porque estamos acá en el cerro y la pipa no puede subir, nos la deja allá abajo y la subimos con botes”.

En el patio los recipientes se clasifican por el color del agua, no pueden desperdiciar ni una gota. Después de varias pasadas por la lavadora, la más sucia se almacena para descargas en el baño, la menos, para lavar los trastes o limpiar la casa.

Al fondo, en un pequeño compartimento, hay una base de madera con dos tinas donde se remojan los trastes para despegar la grasa. En una con agua sucia se tallan, en la otra con agua un poco menos sucia, se enjuagan. Cuando de plano se quedan sin agua y el racionamiento llega al límite, la higiene queda de lado, “si no hay, toca bañarse un día sí y otro no”, dice Luis Antonio con un poco de pena.

Hace unas semanas que un grupo de sus vecinos se organizó para bloquear el acceso al poniente de la ciudad; la respuesta que recibió fueron toletazos de la Guardia Civil Estatal; su queja: mientras la Conagua y la Comisión Estatal del Agua planean construir un ducto que conducirá líquido de la presa El Peaje –que se supone abastece los tanques de Escalerillas– a la de San José, para evitar el desabasto en la ciudad, en su comunidad se tandea a cuentagotas o se reparte a capricho. Durante algunos días, después de la manifestación, el bloqueo y la represión, autoridades de los tres niveles de gobierno atendieron de manera contingente la exigencia de Escalerillas; el agua brotó como por arte de magia tras las gestiones, a través de las tomas domésticas, pero turbia y con poca presión, “apenas ahorita salió, pusimos la manguera, pero dura hasta un mes o dos meses sin llegar”, recuerda Luis Antonio mientras mira caer el chorro débil y amarillento en una tina.

Escalerillas ha sido ninguneada por los gobiernos y la ciudad, pareciera que su condición rural la excluye de los servicios públicos básicos: las redes de agua y drenaje están incompletas, el sistema de distribución no es sustentable y una planta tratadora no funciona. Sin conexión a la red de distribución pública, incapaz de gestionar de manera independiente su infraestructura los conflictos internos, el acceso al agua en Escalerillas no es constante a pesar de estar rodeada de tres cuerpos de agua: El Peaje, El Potosino y la presa de San José. 

Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí publicado en la revista académica Water, estimó que en un periodo de tres meses, 90 días, entre marzo y junio de 2023, Escalerillas recibió entre 4 y 6 millones 800 mil litros de agua en pipas; tomando el número máximo, dividido entre la población estimada de 10 mil habitantes, el resultado del acceso al agua en Escalerillas resulta indignante por insuficiente: 7 litros por persona al día, menos del promedio para una ducha digna de cinco minutos.

3 a 1… o más

El estudio referido se titula Desarrollo urbano con huellas de gentrificación y sus efectos en el consumo de agua potable en la ciudad de San Luis Potosí, y es el resultado de una serie de ejercicios e investigaciones inter y multidisciplinarias emprendidas por el doctor en ciencias ambientales e ingeniero topógrafo hidrólogo Abraham Cárdenas Tristán, además de sus colaboraciones con universidades en el extranjero, particularmente en China e Italia, donde ha recogido experiencias para formular estrategias a nivel local frente a la subsidencia del suelo y la necesidad de recargar el acuífero del que extraemos el agua para abastecer entre al 75 y 90 por ciento de la población de la zona conurbada del valle capitalino.

El estudio concluye lo que decenas de académicos e investigaciones han planteado en décadas recientes: que existe desigualdad en el acceso, disponibilidad y distribución de agua vinculada al grado de marginación y el poder adquisitivo. La relevancia de este paper radica en que por primera vez se le puso números a esta desigualdad, para dimensionar con metros cúbicos, lo que ya se intuía.

A partir de un cruce de datos entre los pozos públicos concesionados en poder del organismo operador intermunicipal, el Interapas, su disponibilidad anual, distribución, zonas y densidad poblacional, el grupo de investigación estimó que existe una diferencia de tres a uno, entre la disponibilidad de litros por persona al día en el Poniente de la ciudad, en fraccionamientos y colonias de alta plusvalía, en comparación con el Centro-Sur, o el Oriente, en colonias obreras del municipio de Soledad de Graciano Sánchez.

“Esto no es algo que desconozcan las autoridades –afirma en entrevista el doctor Cárdenas Tristán– ellos saben en qué colonias hay agua y a cuáles hay que ayudar y saben en qué colonias no falta el agua. ¿Por qué aquellos olvidados de la de la bondad del servicio los volteas a ver cuando alguien levanta la voz (como en Escalerillas) y por qué acá de este lado no pasa nada?”.

“Cuando estuve en China, a los colegas urbanistas que también trabajan con tecnologías espaciales, el gobierno les encargó hacer indicadores de los problemas demográficos, geográficos y ambientales que se generan en el entorno de un impacto urbano y un impacto ambiental al construir un edificio. Me pidieron estudiar qué pasaba aquí con el tema de las redes de agua potable, de drenaje, los jardines, los estacionamientos, cómo estudiar lo que implica un desarrollo que puede generar un fenómeno de gentrificación y asociarlo a la problemática de un servicio. Si yo pienso en la gentrificación en San Luis Potosí, ¿cuál es el servicio que más generaría un conflicto? El agua y los drenajes. Porque es un fenómeno que llevamos 40 a 50 años sin resolver y que no sabemos cómo va a terminar”.

El análisis de 12 complejos con características de gentrificación lo llevó a preguntarse por el impacto que tendrá en el acceso al agua, un edificio de 40 o más departamentos, donde antes sólo existía una toma, pues en el mismo espacio donde antes unas pocas personas carecían de agua ahora decenas requerirán el abasto a presión. A partir de ahí, junto a sus colegas, aplicó técnicas de geoestadística para zonificar la ciudad y concretamente descubrieron estos datos:

El promedio de disponibilidad per cápita diario es 217 litros en toda la mancha urbana. Pero con grandes diferencias entre extremos.

En el oriente, la disponibilidad es de 272 litros por persona al día.

En el norte es de 244 litros por persona al día.

En el centro y sur es de 166 litros por persona al día.

En Soledad de Graciano Sánchez es de 152 litros por persona al día.

Y en el Poniente es de 491 litros por persona al día, tres veces más que en Soledad, en el centro y el sur de la ciudad. Esto significa que en las colonias exclusivas como La Vista, una persona tiene 70 veces más agua al día que su vecino de Escalerillas.

¿Por qué pasa esto?

A ras de suelo

Quise trasladar estos datos a ras de suelo en el resto de la ciudad y lo que me encontré hasta ahora, es una realidad mucho más cruda. Es de conocimiento público, pero Jonathan Quintero, doctor en Ciencias Sociales, investigador y presidente del Consejo Hídrico Estatal me lo confirma: la desigualdad inicia desde la brecha en la infraestructura de almacenamiento; al explicarlo recuerda la crisis más reciente, la del 2023, cuando a una sequía extrema se sumó la fractura de la presa El Realito.

“Por ejemplo, en esa última crisis que duró dos años, mientras la mayor parte de la población carecía de agua, los sectores privilegiados carecieron muy poco porque ellos tienen una infraestructura de mayor capacidad, porque tienen terrenos más amplios donde se pueden generar aljibes de hasta 5 mil litros, cuando hay casas de interés social y clases trabajadoras que de entrada no tienen ni aljibes, y si lo tienen, son capacidades desde 500 litros, hasta 2 mil o 2 mil 500 el de mayor capacidad”.

En Soledad de Graciano Sánchez, en una colonia cerca del bulevar Río Santiago, Amaranta y Dani son vecinas, las separa una calle, pero Dani recibe agua de la red cada tercer día, Amaranta en días y horarios inciertos. Algo que sí tienen en común es el tamaño del aljibe, aunque ninguna lo sabe de cierto, es fácil calcularlo en no más de 800 litros: el fondo es visible al abrirlo y la profundidad no es mayor a la altura de un palo de escoba

La pequeña distancia entre sus domicilios no impacta en las dinámicas de uso de agua, pues la necesidad es la misma. ¿Acaso hay una colonia donde los hábitos de cuidado y reciclaje no sean la norma? Es una pregunta seria.

En casa de Amaranta viven dos personas, ella se resiste a comprar agua en pipas aunque cada dos meses aproximadamente no tiene otra opción; el tinaco le dura dos días, pero la eficiencia y la previsión son insoslayables: “Es algo a lo que me veo obligada: no trapeo seguido, no podría usar agua porque ni siquiera la tengo, ¿los trastes? Hago una lavada, ¿ropa? No lavo, únicamente uso la del baño, la regadera y las descargas; somos dos personas y al día serán unas seis descargas, de hecho lo que más me consume agua son las descargas del baño; entre lavar los trastes y las descargas ya me chuté lo que había bombeado… y en las regaderas, pero pues realmente ¿cuánto te puedes tardar en la regadera?”

¿Cuánto te tardas tú? Le pregunto.

“Dos canciones, lo mido en dos canciones, diez minutos a lo mucho”, me responde con picardía.

En casa de Dani en cambio viven cuatro personas, y de nuevo el cuidado puntual del agua empieza en el baño. Desde la misma crisis de 2023, su familia adoptó el hábito de acumular orina antes de realizar una sola descarga. Actualmente ya no necesita agua en pipas, pero tampoco se puede dar el lujo de desperdiciar una gota. Dani lava trastes una vez al día, limpia el patio un día sí y otro no por los perros de la casa, afortunadamente puede lavar fuera y eso le ayuda para no gastar más: “Yo trabajo en la limpieza de las casas, cuidar adulto mayor, y ando por todos lados, a veces cuando voy a las casas me dan chance, como ya me conocen me dicen ‘sí, Dani, no hay problema llévate tu ropa’; y voy cargando mi costal como el ropavejero”.

Dani me deja consultar su recibo de Interapas reciente, y el promedio registrado de uso de agua en un bimestre de este 2025 fueron 8 metros cúbicos, 8 mil litros en dos meses. Divididos entre 60, cantidad de días reportados, entre cuatro, cantidad de habitantes, resulta que la estimación del equipo de trabajo del doctor Cárdenas Tristán se quedó corta en Soledad. Estimó una disponibilidad de 152 litros por persona al día, en casa de Dani sin embargo, su familia solo accede a 30 litros por persona diariamente. En los hechos, eso se traduciría a 16 veces menos que una persona en el Poniente, cuatro veces más que una en Escalerillas.

Amaranta se apellida Robledo y es además, ingeniera ambiental; desde un punto de vista crítico e informado, opina que la desigualdad en el acceso al agua en la ciudad ni siquiera es algo fortuito, sino planeado, algo similar a lo que opina el doctor Cárdenas Tristán: “Esa desigualdad no es fortuita, está planeada y hasta procurada; yo estoy segura que a alguien que está en un estrato mayor, de mejor posición económica, teniendo consciencia del problema, no le causaría conflicto ceder un poco de ese bienestar, porque ni siquiera llega a ser bienestar, no tiene mejor calidad su agua, no le molestaría en nada ceder, pero hay una barrera sobre ceder poder para construir igualdades… es poder”.

Debajo de la ciudad

Los dos extremos expuestos aquí confirman una premisa que abordé en el primer texto de este seguimiento,“El colapso de una ciudad frente a la lluvia”: la desigualdad no comienza ni termina en el tinaco, se extiende y entiende desde las presas y el acuífero, pasando por los pozos, las tuberías, los aljibes y luego hasta la disposición final. Un verdadero derecho humano al agua debe acompañarse del derecho humano a un sistema de drenaje y saneamiento digno, pero no sólo digno sino inteligente, eficiente. Lo que además reafirma que no puede haber soluciones individuales para un problema colectivo.

Mucho se dice sobre las zonas de incidencia, los hundimientos y baches en las calles derivados, presumiblemente, de la sobreexplotación del acuífero 2411, pero poco sabemos sobre las dimensiones reales de lo que tenemos debajo de nuestras calles, puentes y avenidas: un acuífero somero contaminado y uno profundo que requerirá al menos 3 mil años para recargarse. Pensar estrategias implica desmantelar la dinámica entera de la ciudad, pero debemos hacerlo.

La base de datos utilizada en el estudio equiparado en este texto data del año 2021. Cárdenas Tristán y sus colegas, hablan de una disponibilidad de agua subterránea en 94 millones 336 mil 808 metros cúbicos obtenidos a través de 109 pozos, para un total de 352 mil 74 tomas domésticas en toda la zona metropolitana. Todos estos números vienen a la baja. Aunque la cantidad de pozos aumenta, pues se contabilizan 149 en la actualización 2023 de los títulos en el Registro Público de Derechos de Agua, otorgados a nombre del Interapas, la disponibilidad se contabiliza en 70 millones 722 mil 536 metros cúbicos para uso público urbano. Un reporte reciente indica que la cobertura de abasto del Interapas cayó del 93 al 83 por ciento tan solo en 2025. Este año la Conagua estimó un déficit en el acuífero 2411 de San Luis Potosí, de 59 millones 608 mil 14 metros cúbicos anuales. En 2024, Interapas reportó una extracción de agua de pozos, de 89 millones 456 mil 381 metros cúbicos.

Y esto solo por hablar de los pozos públicos: ¿Cuántos títulos para el aprovechamiento de agua para uso público urbano, otorgados por la Conagua en manos de particulares, continúan habiendo en la ciudad?

¿La reciente reforma a la Ley de Aguas Nacionales y la creación de la Ley General de Aguas servirán para regular, vigilar o limitar la extracción de pozos privados, sean agrícolas o no?

¿La industria inmobiliaria juega un papel en el acaparamiento de agua en el Poniente, pero no solamente en el Poniente?

¿Qué piensan los habitantes del Poniente de la ciudad y del fraccionamiento La Vista sobre los datos aquí expuestos? ¿Creen que es justo?

Con estas y otras preguntas seguiré tratando de entender, las contradicciones del agua.