¿Marca contra maquinaria?

Adriana Ochoa

La reciente aprobación de la reforma electoral en el Congreso potosino, que obliga a los partidos a postular exclusivamente a mujeres para la gubernatura en 2027, solo se entiende bajo la lógica de un patrimonialismo de nuevo cuño: Ricardo Gallardo Cardona, el gobernador, entiende el poder como una estructura de propiedad familiar.

Bautizada con el ácido ingenio de la calle como la “Ley Esposa”, la iniciativa ha colocado a la presidenta Claudia Sheinbaum en una encrucijada ética y política que marcará el tono de las alianzas para la segunda mitad de su sexenio. Es, en última instancia, una prueba de fuego para la presidenta. Si permite que el Verde se salga con la suya en San Luis, enviará el mensaje de que la paridad es negociable si el aliado es suficientemente útil. Si la combate hasta las últimas consecuencias, demostrará que su compromiso con la constitucionalidad está por encima de las conveniencias aritméticas de su alianza.

Gallardo contrataca que ese traje a la medida para su esposa es un reconocimiento sentido y genuino a las mujeres. Acusa a sus críticos de “tenerle miedo a las mujeres”. Es el uso de una causa noble para blindar un interés dinástico. Gallardo asegura, con una sonrisa de quien tiene los ases bajo la manga, que su partido tiene “cuatro candidatos, hombres y mujeres”, pero se niega a dar nombres fuera del de su esposa. En realidad, no hace falta que los dé. En el ecosistema político del estado es sabido que la estructura, el presupuesto y la bendición del gobernador convergen desde hace año y medio en una sola persona: doña Ruth González Silva.

De un tiempo acá, el gobernador potosino pasea e invita a todos lados al empresario y legislador Juan Carlos Valladares Eichelmann, con el interés de que recupere para el gallardismo la alcaldía de San Luis Potosí. Sabe que Valladares tiene un peso propio. Patrimonialista del poder, no ha permitido que nadie de su equipo, hombre o mujer, despegue dos centímetros del suelo y muestre alguna independencia de criterio.

El escenario para 2026 es de una batalla jurídica de pronóstico reservado. La presidenta Sheinbaum, con esa parquedad analítica que la caracteriza, pidió revisar la constitucionalidad de la ley. No es un tema menor. Para la primera mujer presidenta de México, la paridad de género es una bandera sagrada, pero el nepotismo es un estigma que no puede permitirse cargar en la vitrina nacional.

Luisa María Alcalde Luján, la dirigente nacional de Morena, ha sido tajante: “Es una simulación”. Para Morena, la “Ley Esposa” podría fragmentar la alianza en el estado. Pero también tiene claro que Gallardo pretende disfrazar el nepotismo con un traje elaborado de equidad de género. Alcalde ya anunció que recurrirán a la Suprema Corte para combatir este cambio, calificándolo de inconstitucional por vulnerar la autoorganización de los partidos. Aquí es donde el escenario de 2026 se vuelve pantanoso.

Si la Corte tumba la ley, Gallardo se queda sin su “plan A”. Si la “Ley Esposa” sobrevive al asalto judicial, Morena se verá obligado a jugar en el terreno de las mujeres, pero con una narrativa diametralmente opuesta al nepotismo. La presidenta no enviará a una candidata para “negociar” espacios con Gallardo; la sola imagen de aceptar tal condición sería políticamente desastrosa: Morena tendría que ser el comparsa de una monarquía estatal.

Si Gallardo se aferra a la exclusividad de género para favorecer a Ruth, es muy probable que veamos a Morena compitiendo por separado en San Luis Potosí, lo que abriría una grieta que la oposición -si es que existe alguna en el estado- intentaría aprovechar.

Las posibilidades de triunfo de Morena dependen de una variable que se definirá en enero de 2026, como anunció la presidenta a legisladores de Morena Verde y PT. Si van juntos, Morena corre el riesgo de ser absorbido otra vez en San Luis Potosí. La candidata de Morena sería testimonial frente a la omnipresencia de Ruth González Silva, quien goza de la ventaja de no haber tenido que confrontar a nadie, mientras su esposo limpia el camino legal.

Si van separados, Morena tiene la “marca” (la más potente del país), pero Gallardo tiene la “maquinaria” (el control de las despensas, el transporte y los medios locales). En este escenario, Gallardo eliminó a sus rivales hombres y también elevó la vara para su propia esposa, que hasta ahora ha navegado en el silencio protector: la señora Ruth González tendrá que salir a debatir en 2026 contra perfiles que podrían no concederle la cortesía del parentesco.

No todo el potencial morenista femenino se centra en Rita Ozalia o Rosa Icela Rodríguez. Morena tiene cartas fuera de vista que en un escenario así pueden detonar en semanas expectativas hasta ahora moderadas. Con un discurso que apele a la base “dura” de Morena, aquella que ve con sospecha la alianza con el Verde, el proyecto “Esposa” tendría problemas si enfrenta un perfil que contraste con la imagen de “heredera” de Ruth González Silva montada en una “aplanadora” presupuestal.

La senadora del Verde y cónyuge del gobernador potosino ha optado por el silencio más elocuente de la política potosina. No habla de la ley, no la defiende en tribuna, no entra en el lodo de la disputa. Deja que su esposo y el Congreso local -dominado por el Verde y sus satélites- hagan el trabajo sucio. Ella se dedica a la gestión, a la fotografía en el Senado y a construir esa imagen de “heredera natural” que no necesita pedir permiso porque la ley ya le despejó el camino. Es una estrategia de invisibilidad selectiva: ser la beneficiaria absoluta sin ser la promotora visible.

El senador cabeza del PVEM Manuel Velasco ha arropado a Ruth González en eventos nacionales, pero como estratega sabe que no puede estirar la liga tanto como para romper con Sheinbaum. El Verde es el socio necesario, pero incómodo. La presidenta ha anunciado que en enero definirá los términos de la alianza con el Verde y el PT para 2027. Es un mensaje: la coalición nacional no es un cheque en blanco para las excentricidades locales. La presidenta Sheinbaum necesita la mayoría calificada en el Congreso de la Unión para terminar de aterrizar sus reformas y para ello requiere que el Verde aporte votos, no escándalos de nepotismo.

San Luis Potosí se ha convertido en el espejo donde se refleja la tensión entre la vieja política de los cacicazgos regionales y la nueva institucionalidad desde el centro.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Adriana Ochoa es periodista desde 1988. Actualmente es directora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y docente titular de Organización Política y Ciudadanía.