Burkina, Faso, (5 de Abril).- Al Shabab existe no sólo cuando ataca. Es un día a día. Pasea por las calles de Garissa, en recovecos oscuros, pero a veces se deja ver.Para muchos pueblos de Kenia las noches son oscuras. Sólo cuentan con la luna, las estrellas y linternas. No hay electricidad. Sin embargo, hay mezquitas iluminadas. “Ese dinero probablemente es de Al Shabab. Manejan fondos pero no se sabe quién es quién”, según le cuentan algunos habitantes de Garissa a María Ferreira, que horas después de la masacre de la Universidad decidió viajar a Garissa junto al equipo de emergencias del Coptic Hospital de Nairobi, donde trabaja de investigadora. Quería ver y contar lo que estaba pasando.
“Lo primero que hicimos fue ir a Hospital de Garissa. Pero cuando llegamos ya estaban los heridos en el campamento militar que la Cruz Roja había habilitado para atender a los heridos en una zona segura”, cuenta Ferreira. Los heridos más graves y los fallecidos fueron trasladados a la capital, mientras que los heridos leves permanecieron en las salas del hospital de Garissa.
“En el hospital nos dijeron que las heridas eran sobre todo de balas y cortes en el cuello“, cuenta la investigadora. Explica que, según los médicos, “les amenazaban y les ponían el cuchillo en el cuello, aunque sólo para amedrentarlos”. Además, “lo que se ha tratado estos días han sido casos de hipoglucemia porque se rescatado a gente hasta 48 horas después del atentado, debido a que han estado mucho tiempo sin comer”, relata Ferreira.
El presidente de Kenia, Uhuro Kenyatta, prometió ayer responder “de la forma más severa” al ataque perpetrado por Al Shabab. “Nuestros antepasados sangraron y murieron por esta nación y nosotros haremos todo lo posible para defender nuestro estilo de vida”, señaló en un discurso desde la casa de gobierno en Nairobi. Cinco sospechosos fueron detenidos, dos de ellos cerca del lugar de la matanza.
Este ataque es tan sólo la punta del iceberg de algo que sucede en las sombras. “En la misma universidad había estudiantes miembros del grupo Al Shabab”, sugieren los militares que participaron en la operación de rescate.
Desde el jueves Garissa tiene impuesto un toque de queda desde las 6:30 de la mañana y hasta las 6:30 de la tarde. “En ese momento todo el mundo corre por las calles para ir a sus casas. Los militares se lo están tomando muy en serio. Todo el mundo debe entrar en su hogar”, explica María Ferreira.
El Gobierno cree que los responsables respondían a Mohamed Kuno Gamadheere, conocido también como Mohamed Dulyadayn, por quien el gobierno de Kenia ha ofrecido una recompensa de 20 millones de chelines (212.000 dólares). Lo más sorprendente es que hay gente que defiende este ataque en Garissa, radicales infiltrados entre la población musulmana y somalí. Sin embargo, son mayoría los jóvenes de la diáspora que nacieron en Kenia los que condenan el atentado. Ellos se sienten kenianos. “Dentro del campamento de supervivientes, nadie ha defendido el ataque”, asegura Ferreira. Sin embargo, hay quienes admiten: “Puede que estemos generalizando, pero no queremos tener amigos musulmanes”.
Siempre que hay un ataque de Al Shabab se crea en algunas partes de la sociedad un odio generalizado hacia los musulmanes y hacia los somalíes, justo lo que los yihadistas pretenden. “Hay una clara división en el país”, cuenta Ferreira, que vive en Kenia desde hace cuatro años. “Con este atentado han abierto un frente de odio”, agrega. Ante este temor de crear divisiones dentro del país, los medios locales han pedido la unidad al pueblo keniano y en las redes sociales como Twitter han circulado las etiquetas “OneKenya” (Una Kenia) y “Weareone” (Somos uno) para contrarrestar la propaganda del odio.
Al Shabab asegura que sus atentados se deben a la presencia de las tropas kenianas en Somalia. “Hay quienes están de acuerdo, dicen que lo ven normal, que se veía venir y que va a volver a pasar”, explica Ferreira. Así, los yihadistas se burlaban de los estudiantes diciéndoles el pasado Jueves Santo: “¿Dónde está vuestro gobierno, donde está la seguridad que tienen contratada?” antes de matarlos a sangre fría: “Estas armas las pagan vuestros impuestos”, según recogía el ‘Daily Nation’.
Ayer al mediodía los estudiantes subían a los 10 autobuses rumbo a la capital. “Los últimos rescatados están muy débiles, otros en shock y otros muy contentos”, explica Ferreira, que teme por los que se quedan. “Ya se van los medios, la Cruz Roja y aquí, con el problema, se queda Garissa”.
Fuente: El MUNDO