Ante el coronavirus COVID-19

Por Victoriano Martínez

Por lo general, toda contingencia trae aparejado un problema adicional relacionado con la información –escasa o excesiva– que circula entre los directamente afectados, independientemente del papel que les corresponda en ella. Mientras mayor sea la contingencia, mayores son los riesgos de la desinformación.

Los alcances de la pandemia coronavirus COVID-19 han generado incluso un periodo de espera en el que, con la facilidad que ofrecen las redes sociales, pudieron circular mensajes desde tomarlo a juego o broma hasta generar pánico.

El viernes 13 de marzo se reportó el primer caso de COVID-19 en San Luis Potosí y para este miércoles 18 la cuenta llegó a siete, en un desarrollo hasta cierto punto lógico por la dinámica de contagio del virus.

Con esa misma lógica, se precipitaron las medidas para tratar de frenar su expansión, sin que falten inoportunas, y hasta impertinentes, posturas de políticos que, como dicen las abuelas, ven la tempestad y no se hincan. Desde quienes mantienen una inercia propagandística hasta aquellos que quieren aprovechar todo para descalificar a sus oponentes.

La contingencia no sólo exige que se atienda a ella en sí, sino también a todas las situaciones colaterales que pueden contribuir para volver más grave la situación, como la desinformación en una época en la que cualquier persona puede difundir datos o hechos falsos o exagerados que –a propósito de virus– se vuelven virales.

Una situación que plantea por un lado la responsabilidad a los medios de información para que no se conviertan en cajas de resonancia de rumores o noticias falsas, en tanto que por el otro una actitud crítica –no criticona– de parte de todos los consumidores de información para discriminar la desinformación de la información útil, aquella que realmente ayuda a enfrentar la crisis.

La revista Scientific American recomienda algunas medidas a los periodistas que bien pueden hacerse extensivas a cualquiera que consume información por todos los medios disponibles en la actualidad, para estar en posibilidades de no caer en la desinformación:

Primero, distinguir la información que se sabe cierta, porque cuenta con “múltiples líneas de evidencia, que incluyen estudios científicos revisados por pares e informes de las autoridades de salud pública”.

Un segundo nivel lo representa lo que nos gustaría saber sobre el COVID-19, que “incluye proyecciones de la probable trayectoria a largo plazo de la epidemia. Estos puntos de vista se benefician del juicio experto de los científicos que los sostienen y son dignos de informar”, pero debe evitarse considerarlos como hechos concretos.

En una tercera categoría están las opiniones y especulaciones que, en el caso de personajes de la política, poco contribuyen a la solución del problema. ¿Qué utilidad tiene darle voz a un diputado para que critique –en plan criticón y no crítico– la actuación de las autoridades sanitarias con posturas cual si fuera experto en pandemias? La trampa de la declaracionitis.

Distinguir el tipo de información que se recibe ayuda a dimensionar mejor la magnitud del problema y actuar en consecuencia. Informarse exige atender cuando menos buscar diversas fuentes y evitar los juicios a la ligera que deriven en decisiones erróneas.

A partir de este miércoles 18, a cinco días de reportado el primer caso en San Luis Potosí, la Secretaría de Salud puso a disposición del público un sitio Web (https://slpcoronavirus.mx/) con información valiosa sobre el COVID-19, en el que promueve el hashtag #YoMeQuedoEnCasa.

Se trata de un portal que desde ya debería ser promovido ampliamente para que se aproveche el #YoMeQuedoEnCasa para consultarlo y entender las razones de las medidas sobre las que se han informado, así como los datos más reciente sobre el desarrollo de la pandemia en el mundo, el país y el estado.

En un apartado denominado “personal de salud”, por ejemplo, se da acceso a los informes técnicos que la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud federal ha emitido diariamente desde el 23 de enero sobre el seguimiento que le ha dado al tema, números de casos en el mundo y en el país, así como información y recomendaciones sobre medidas a tomar y sus razones.

Si toda contingencia trae aparejada una crisis de desinformación, todos los sectores involucrados (autoridades, medios y la propia población) pueden contribuir para que ese efecto colateral no obstruya las acciones que permitirán superar en menor tiempo los efectos nocivos del coronavirus COVID-19.

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