La insensibilidad del Rector de la UASLP.
El rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Manuel Fermín Villar Rubio no ha dicho nada. Tal vez aún no ha escuchado el eco de cuando alguien gritó, aunque demasiado tarde: “¡Apaguen esta chingadera!”
Diez días después de la muerte de Diego, ni por cortesía ni por obligada solidaridad, el rector se ha acercado a los padres del menor de doce años.
Un pésame no se da por interpósita persona porque en caso de haber tristeza o dolor, éste no se delega.
A menos que eso no importe, claro.
Las historias siempre encuentran camino para mostrarse y la de Diego González es una de ellas. No importa que se empeñen en acallarla. Por eso, cada día que pasa nos enteramos de algo más, de algo que estaba callado, silenciado.
La Averiguación previa iniciada por el Ministerio Público, la 0421/2015 empieza a hilar la historia de una negligencia universitaria: pudieron ser dos y no solamente una, las víctimas mortales. Un niño de nueve años encontró mejor suerte.
No fue una rejilla sino dos las que faltaban en los ductos de extracción del agua que alimentaba el tobogán del parque acuático “Woow”. Decir que se trataba auténticamente de una trampa mortal, para nada es descabellado.
Las primeras declaraciones ministeriales del personal de la Dirección de Deportes de la UASLP, organizadora del Camping Universitario 2015, echan por tierra la versión inicial de los universitarios en el sentido de que faltaba solo una rejilla y que la responsabilidad única sería de la empresa propietaria del parque.
La desorganización que abrió paso a la tragedia se explica con claridad cuando el coordinador deportivo de la universidad, Luis Antonio Cuevas gritó a quien lo pudiera escuchar: “¡Apaguen esa chingadera!”. Ese clamor desesperado fue el reconocimiento de que definitivamente algo se había hecho mal.
Las investigaciones apenas han iniciado y seguramente seguirán aportándose elementos para saber cómo ocurrió la muerte de Diego y quienes podrían tener algún grado de responsabilidad.
La verdad siempre encuentra camino para hacerse visible. Puede que pase mucho tiempo o puede que surja violenta y espontánea, pero sale a relucir, sino para que se aplique la ley, si para exhibir a los responsables.
Pero mientras se busca la verdad legal y la verdad real de lo ocurrido, es de preocupar que el rector de la UASLP no muestre la sensibilidad que de un servidor público se exige en casos como el de Diego.
El funesto día de los hechos, en la rueda de prensa que ofreció la UASLP para admitir el accidente, se le preguntó al secretario general de la Universidad por la ausencia del rector. Dijo que estaba ocupado en una reunión con el rector de la Universidad de Guanajuato.
¿Todo el día?
¿Y todos los días que siguen hasta hoy, continúa ocupado?
El común denominador de los servidores públicos cuando ocurre algo, digamos un inconveniente, un accidente, algo excepcional, fortuito o algo lamentable, es hacer que no paso nada o que, si pasó algo, pues que no parezca tan grave.
Que salgan los subalternos, los colaboradores a decir lo que se tenga que decir, mira que para eso están, para cuerpear al jefe.
Lastima que el rector actúe como político y no como rector de una institución de estudios superiores.