Por Antonio González Vázquez
La corrupción que corroe a instituciones públicas como el Congreso del Estado y la Auditoría Superior del Estado es en realidad un reflejo de lo que ocurre en las oficinas públicas de los tres niveles de gobierno.
Si seguimos escandalizados con el actuar de los diputados Flores, Barrera, Bautista y Torres Sánchez en conjunto con Reinhardt y Martínez Loredo y un puñado de funcionarios más, habrá que tomar aire y contar hasta diez antes de conocer la mala nueva que sobre la corrupción nos ofrece el INEGI.
En realidad, lo de los diputados y los moches y lo de los auditores limpiando cuentas es peccata minuta frente a la gigantesca corrupción de todos los días. Ya sea en oficinas o ventanillas públicas, oficinas de la policía o de la Procuraduría, en organismos autónomos descentralizados o lo que sea, a diario se cometen actos de corrupción en perjuicio de los ciudadanos.
El INEGI realizó la Encuesta Nacional de Calidad Regulatoria e Impacto Gubernamental en Empresas (ENCRIGE) 2016 en donde se ofrecen resultados tan indignantes como desalentadores.
Empresas de todos los tamaños, desde una pequeña unidad económica hasta un gran consorcio, en San Luis Potosí son víctimas frecuentes de la corrupción.
Es de tal tamaño el monstruo de la corrupción que el 76.3 por ciento de las empresas fueron víctimas de servidores públicos corruptos en el 2016.
Tienen toda la razón quienes aseguran que tratándose de corrupción nunca se dice nada nuevo, que hay se sabe, que en el gobierno son corruptos, que en el palacio municipal también y no se diga en los juzgados y entre los diputados.
Cuando se destapó el caso Panavi y el de los moches, la primera reacción fue: claro, tenía que ser, huele a corrupción.
Pero cuando una institución autónoma y de interés público como el INEGI documenta lo que está ocurriendo, no nos queda de otra sino aterrorizarnos ante lo que ocurre: la corrupción está en todos lados y las víctimas somos los ciudadanos y las empresas.
Cuando el gobernador Juan Manuel Carreras ofreció su discurso de toma de posesión como gobernador, dijo que combatiría la corrupción porque a nadie le gustan los corruptos.
Los hechos son contundentes, en su primer año completo de gobierno, es decir en 2016, el 72 por ciento de las unidades económicas percibía un estado corrupto.
Va para los dos años de gobierno y San Luis Potosí tan corrupto como siempre, sino ahí están los nefastos ejemplos de los diputados y auditores. Un fracaso más en la lista de descalabros del gobernador Carreras.