Caja Negra: Cuando el lobo se viste de cordero

Por Antonio González Vázquez

El relato del caso de hostigamiento convertido en atropello y al mismo tiempo, en violación a los derechos humanos y a los derechos laborales de una empleada municipal, es una probadita de la prepotencia que ha caracterizado a los gallardistas desde que se hicieron de espacios de poder.

La conversación entre una trabajadora del ayuntamiento de la capital y un funcionario de Ricardo Gallardo (que presenta desde la tarde de ayer este diario digital) es además un ejemplo contundente de las maniobras extralegales que los gallardistas han utilizado, primero en Soledad de Graciano Sánchez y ahora en San Luis Potosí.

El patrón ordena y se tiene que cumplir sin importar ni la ley ni los derechos de nadie, lo único que vale es la orden del jefe.

Por eso, los gallardistas (al aplicar a rajatabla las órdenes del jefe) han contribuido desde hace años a llenar de demandas laborales los tribunales. No les importa nada, lo suyo es la amenaza, el amedrentamiento, el chantaje.

Desde el arranque de la administración en octubre de 2015, la Oficialía Mayor dio inicio a una campaña de amedrentamiento contra trabajadores para obligarlos a aceptar la disminución de salarios a cambio del no despido.

A muchos simplemente se les despidió porque había que hacerle espacio a la marabunta amarilla que reclamaba sus posiciones tras las elecciones. Simplemente reclamaban lo que creían que era suyo y el alcalde los colocó a todos aunque para eso, debió pasar por encima de los derechos y la dignidad de muchos.

Noé Lara Henríquez y Gildardo Castañeda, los operadores de los atropellos laborales en el ayuntamiento ya tienen mucha experiencia en esas lides puesto que han despedido a cientos desde que Lara estaba en Soledad.

La nota de atropellos laborales con gallardía que se publica es santo y seña de la intolerancia que impera en el ayuntamiento.

Existen muchos casos similares desde que Ricardo Gallardo Juárez era edil de Soledad: el Oficial Mayor ordenaba que cada oficina entregara una lista de los empleados a recortar. Una vez con esa lista empezaba el agobio, las presiones y amagos, además de que se les imponían cargas de trabajo superiores incluso en horarios fuera del oficial.

Luego, al aproximarse la quincena, les enviaban un memorándum y otro más y otro más para que se presentasen a la Oficialía Mayor para ver si todavía tenían chamba o para escuchar alguna propuesta como: si aceptas el retiro te compensamos, si renuncias también te damos algo, pero si no haces ni lo uno ni lo otro, no te dejaremos en paz.

A otros los mandaban a barrer calles y a recoger piedras hasta que los hartaban y a otros les levantaban acta tras acta para generar un pésimo historial y justificar el despido.

Algo hay muy de cierto, en el ayuntamiento de la capital, los de la gallardía sí saben cómo violentar los derechos de los trabajadores.

 

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