Caja Negra: ¿Cuánto cuesta la voluntad de un diputado, cuánto vale su voto?

Por Antonio González Vázquez

Lo que antes fue una suposición es hoy una certeza: tras el caso Panavi se mueve impune una maquinaria de corrupción.

Minutos antes de la sesión ordinaria del Congreso en la que ayer se decidió regresar a Comisiones el tema Panavi, se paseaba por el salón de previas y en el de plenos, el fantasma de la corrupción.

Hay que decirlo sin tapujos aunque con tristeza: México es un país corrupto y sus políticos también lo son. La gente ha querido con el paso del tiempo que ese cáncer que corroe a la nación se muera a base de honestidad, pero no se ha logrado.

En San Luis Potosí se ha dicho en distintos momentos que en el Congreso del Estado han avanzado asuntos trascendentes y de dudosa legalidad, gracias a la corrupción, verbigracia, el crédito de mil 500 millones de pesos en la etapa final del sexenio de Marcelo de los Santos.

Los legisladores nunca han sido unos santos. A los ciudadanos les asiste el derecho de dudar de los diputados y de toda suerte de políticos que suelen ser convidados especiales a banquetes donde se sirve mierda.

Astrolabio Diario Digital ha publicado una prueba contundente de esa corrupción que todos niegan dándose golpes de pecho y rasgándose las vestiduras.

En la “negociación” del tema Panavi, alguien estaba intentando comprar el voto de los diputados que estaban indecisos o que estaban en contra de aprobar al alcalde Ricardo Gallardo modificaciones al contrato con Panavi.

La comunicación vía mensajería electrónica instantánea conocida como Whatsapp entre el diputado Fernández Chávez y alguien más, exhibe la enorme carga de intereses y corrupción que subyacen en el proyecto de alumbrado público mediante lámparas LED que impulsa el alcalde Gallardo.

Se mensajeó acerca de doblar cantidades de dinero y de comprar voluntades. Se trataba de comprar a dos diputadas del PRI.

Es de una gravedad mayor lo que se logró descubrir en una exclusiva periodística de Eduardo Delgado en este portal electrónico: exhibe que en el quehacer legislativo un voto tiene un costo y que el precio depende de la iniciativa o decreto, pero también del interesado en sacar esa iniciativa o ese decreto.

Al desnudarse de manera cruda el caso, lo más natural es que el dictamen enviado a Comisiones se quede congelado en lo que resta del gobierno de Gallardo y en lo que resta de la legislatura; ambos están descalificados para tratar de nuevo el tema.

Lo consecuente ante la palpitante muestra de corrupción, es que ya no se mueve nada o que en su caso se anule por completo el contrato y se convoque a una nueva licitación pública.

¿Pero quién o quiénes intentaron comprar el voto, quién o quienes doblaban el monto de dinero o bien, cuánto cuesta comprar voluntades?

Tales interrogantes apuntan solo a dos actores: el ayuntamiento y la empresa, los más interesados, pero también a otros actores cercanos que manteniéndose semiocultos impulsaban entusiastamente el hurto que representan las lámparas.

200 mil, 300 mil, 450 mil, un millón, dos millones…cuatro millones, solo los diputados que recibieron la propuesta lo saben.

Qué sean dignos y honestos y que lo digan, que denuncien a quien intentó sobornarlos.

 

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