Carreristas de Rojo

Por Antonio González Vázquez

El sábado, el gobernador no se puso la verde, se puso la roja. Se  fue a la ciudad de México al frente de una horda de priístas; iban a aplaudir y rendir loas al presidente Peña y a sumarse a la simulación de un PRI que a decir de Peña “se debe a los ciudadanos”.

Carreras se había puesto otra roja desde el viernes por la noche, cuando como simple ciudadano se fue a las gradas del Alfonso Lastras a ver los Colchoneros región cuatro, se le veía diríase que hasta excitado con su contacto con el populacho de las gradas de sol.

Se quitó la roja del San Luis y se puso la roja del Revolucionario Institucional porque el sábado muy tempranito se iba al Palacio de los Deportes a la vigésima segunda Asamblea Nacional del tirano-saurio rex

Carreras se puso la roja al cerrar una semana donde a San Luis Potosí le fue como en feria: una docena de ejecutados le dejarían a cualquiera con rostro desencajado y la preocupación a flor de piel, así que para quitarse esas basurillas de encima, Carreritas primero se fue al fut y luego se fue el PRI.

El espectáculo le sirvió para olvidarse de las cuitas que representan gobernar un estado tan inseguro como San Luis. Solo con escuchar a Peña basta para sanar cualquier dolor de muelas o para hacer olvidar los cadáveres colgando de un puente.

Primero, la noche del viernes, Carreras grito exultante los goles del San Luis y el sábado aplaudió con más entusiasmo a José Antonio Meade y a Miguel Ángel Osorio, previsibles presidenciales para el 18.

Carreras llegó al Palacio de los Deportes con su corte de priístas potosinos y muy buenos se tomaron la foto, todos en rojo, ¡aayy, qué bonito!, mírelos, tan unidos, tan contentos, tan entusiastas, tan comprometidos.

La marea roja extasiada con sus tótems del momento. Vamos a ganar la presidencia, las nueve gubernaturas, todas las senadurías, todas las diputaciones y todo, todo, todo; eso era lo que quería escuchar Carreras en vez de andar contando el número de muertos o las quejas de los policías a los que su gobierno no les paga.

Carreras López dijo que ahora el PRI está preparado, cohesionado  y entusiasmado para llegar a la elección con lineamientos puntuales que le permitirán, además de la participación de todas las voces, cumplir cabalmente con las leyes electorales que se han impulsado desde el Gobierno Federal, “por un futuro que asegure bienestar y oportunidades para todos; el PRI ha demostrado que México gana cuando gana el PRI”.

Y habló el profeta Carreras y luego todo se hizo verdad, insultante bodrio declarativo en un México son 53 millones de pobres y decenas de miles de ejecutados en el gobierno de Peña.

Pero con la roja puesta, Carreras creyó tener licencia para decir tonterías y las dijo: México gana cuando gana el PRI. ¡Uffhh!, debió escupir para arriba sin mojarse protegido con impermeable rojo.

Con él, con Carreras, se lleva el ritmo de ejecutados más elevados en los últimos tres sexenios, ya en agosto se acerca a los mil ejecutados en dos años de gobierno pero su cara dura es tanta que dice que cuando gana el PRI gana México.

Ahí lo tiene, junto a priístas féminas que han hecho del servicio público coto de poder y negocio de familias y grupos. Ahí lo tiene a Carreras, con mujeres que se han enriquecido con los recursos públicos y que han tomado como botín instituciones públicas, verbigracia las diputadas Orta y Terán.

Todos y todas de rojo, ¡ayyy qué tiernos se ven!, vestidos de rojo… como la sangre de los 967 ejecutados que iban al cierre de junio.

Carreritas paseándose en ceremonias de partido tan estridentes como falsas y en el estado la muerte suelta. Cuando Carreras dormía la madrugada del sábado soñando en la asamblea del PRI y en la posibilidad de tomarse la foto con Meade o con Osorio, la policía daba fe del cuerpo de un hombre ejecutado a golpes bajo un puente en el bulevar Antonio Rocha.

Por la mañana, cuando Carreristas tomaba camino al Palacio de los Deportes en la ciudad de México para aplaudir en bola a Peña, el servicio legal del forense levantaba el cuerpo del último ejecutado de la semana, de una semana violenta que el gobernador lanzo al bote de la basura, primero en el fútbol y luego en el PRI.

 

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