Centinela: La voracidad empresarial acabó con Cerro de San Pedro y hoy amenaza la Sierra de San Miguelito

Antonio González Vázquez

Tan hipócritas, juran que están por el bien común, pero embisten contra la naturaleza y dicho sea de paso, contra la gente.

Les mueve el dinero; a políticos, servidores públicos y empresarios, les impulsa el dinero que pueden oler a gran distancia.

Los saqueadores de la naturaleza aman el dinero y solo piensan en atesorar más para atiborrar sus carteras y acumular cuentas bancarias; les alienta el hambre inagotable por el dinero, el poder, las  propiedades y toda suerte de posesiones.

Hay empresarios de una cierta calaña que están convencidos que destruir es su derecho en aras de multiplicar su riqueza; actúan sin principios y suelen ser intolerantes ante todo aquello que se oponga a sus planes.

Se creen dueños de todo y por tanto, se sienten autorizados a destruir bajo el pretexto de traer el desarrollo. Generan riqueza para unos cuantos a cambio de reducir a nada aquello de lo que se apropian.

Hace cierto tiempo, se permitió la destrucción del Cerro de San Pedro, imponente cerro símbolo de la fundación de San Luis Potosí. Una empresa canadiense diseñada por el neoliberalismo llegó a Cerro de San Pedro y en cuestión de nada, lo desapareció.

Bajaron hasta las entrañas del cerro convertido en mina a cielo abierto, extrajeron los minerales de oro y plata, se lo llevaron todo y luego se largaron dejando atrás la misma miseria que habían encontrado cuando llegaron.

Esa clase de empresarios de baja calaña, no lo hicieron solos, necesitaron del respaldo de las autoridades federales, estatales y municipales a las que nada les importó la destrucción del patrimonio natural e histórico de los potosinos.

El neoliberalismo salvaje en su rostro más cruel.

La Minera San Xavier también recibió el apoyo de los empresarios locales que mezquinamente se sumaron al proyecto del gran capital y se hicieron cómplices de la ruina que dejó la empresa.

Las empresas y los empresarios nunca actúan solos, tienen entre sus aliados a políticos y gobernantes de todos los niveles, a intelectuales, líderes de opinión e incluso, medios de comunicación y periodistas.

La Sierra de San Miguelito está en peligro; se enfrenta a esa horda deshumanizada que al oler el dinero, va por él como jauría hambrienta.

En el ayuntamiento panista-navista de la capital, los empresarios que se han enriquecido con la apropiación de tierras en la ciudad, tienen un aliado leal dispuesto a todo. Xavier Nava Palacios, hoy alcalde con licencia y el interino, Alfredo Lujambio Cataño están de lado de los especuladores del suelo.

Antes de ellos, ha habido otros políticos y funcionarios municipales que sin reparo y debidamente maiceados se entregaron a esa clase de empresarios sin escrúpulos.

La actualización de los programas de desarrollo urbano siempre ha sido ocasión para que esos empresarios expandan los horizontes de sus negocios; gobernadores, alcaldes, regidores y legisladores, como operadores de los hambrientos de tierra donde levantar fraccionamientos residenciales y lujosas plazas comerciales, para los que más tienen.

Son los que pasan a escribir el epitafio del patrimonio de los potosinos. Lo hacen a través de leyes, decretos, licencias, permisos y autorizaciones de alto costo, pero los empresarios pagan porque sus proyectos lo valen.

Financiar potenciales candidatos a cargos de elección popular es su fórmula más eficaz, los apoyan a cambio de favores en el porvenir.

Como argumento para modificar los planes de desarrollo urbano se utilizan ambigüedades tales como el crecimiento desordenado, la anarquía inmobiliaria, el atraso, la pobreza, la precariedad de los servicios públicos y una larga lista de pormenores que terminan por colocar a la ciudad prácticamente como una pocilga en la que hay que imponer orden.

Sin embargo, lo que nunca se dice es que ese orden de cosas es a conveniencia de los poderosos y potentados que sueñan con poseer las zonas altas, allá donde está la naturaleza, pero donde está también el crecimiento de la zona dorada.

La Sierra de San Miguelito es la siguiente víctima, después de Cerro de San Pedro, pero eso no se puede tolerar porque es patrimonio de la ciudad y por extensión, de todos sus habitantes.

Cuando la minera canadiense llegó a saquear Cerro de San Pedro, se levantaron voces y puños en contra. Se creó un movimiento sólido y muy combativo que sucumbió ante el poderío de la empresa y de los empresarios, políticos, funcionarios y prensa, que se dedicaron a estigmatizar hasta eliminar la oposición al proyecto.

No se puede permitir que se repita esa historia.

Esta vez, el Gobierno Federal, no está a favor de los empresarios como si lo está el ayuntamiento y el sector privado.

El presidente Andrés Manuel López Obrador está comprometido con la declaratoria de Área Natural Protegida para la Sierra, es un aliado fuerte, pero no es suficiente; hace falta la suma ciudadana que en este tiempo, es al final la que cuenta.

La consulta a la que convocó la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, es la oportunidad para demostrar que la Sierra no está sola.

Empresarios y ayuntamiento son como una personificación del mal, intentan poner a salvo extensos polígonos en la Sierra para que se construyan, entre otras, residencias pensadas en la Casa Blanca de Enrique Peña, atentando con ello contra la naturaleza.

Urbanizar una parte de la Sierra, por mínima que sea la superficie, provocará problemas encaminados al desastre, pero con independencia de ello, en el fondo del asunto, está el derecho de los habitantes de la ciudad para decidir si la Sierra de San Miguelito se toca o no se toca.

Al alcalde Nava no se le eligió para que decidiera sobre el presente y destino de la ciudad a partir de sus intereses y ambiciones personales, sino para gobernar en beneficio de todos con sentido democrático.

Lo mismo, Alfredo Lujambio, fue designado como interino para continuar gobernando con base a los principios legales.

No hacerlo de ese modo, es traicionar a la gente y a la ciudad. En la capital habitan personas de todos los pensamientos e ideologías posibles, navistas o no navistas, panistas y no panistas, así que lo prudente es no imponerle nada a las y los potosinos sin importar su estrato social o su estatus familiar y económico.

Que dejen en paz a la Sierra y mejor se ocupen de ordenar el crecimiento de algunas zonas de la ciudad que tantos problemas tienen, como por ejemplo, la zona metropolitana y junto a ésta, sectores donde florecen la miseria y el subdesarrollo, así como la violencia y la inseguridad.

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