Centinela: No se hagan bolas, es la base social no el partido

Antonio González Vázquez

El lopezobradorismo es la fuerza real del Movimiento de Regeneración Nacional. El partido es una cosa y su base social, no su militancia, es otra. Su fuerza político electoral deviene entonces, no de la estructura de partido sino de la gente a la que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, llama “pueblo”.

Ni el PRI, ni el PAN tienen una estructura social de ese tipo. Tienen cuadros dirigentes, militantes y simpatizantes que en modo alguno son una expresión social como si lo representa el lopezobradorismo.

Ese movimiento, construido desde abajo en 2006 por López Obrador  aglutinó a ciudadanos, organizaciones, dirigentes políticos y sociales de todas las corrientes para llevarlas a la Izquierda.

Hace catorce años, cuando López Obrador fue declarado “presidente legítimo”, tras el presunto fraude electoral que llevó a Felipe Calderón a Los Pinos, los líderes del PAN y PRI, intelectuales, analistas de los medios de comunicación y muchos más, se burlaban de eso y veían a López Obrador con desprecio.

En un clima adverso, el lopezobradorismo empezó a crecer desde abajo, sin que desde el poder público le brindasen atención puesto que se trataba del movimiento encabezado por un dirigente mesiánico que terminaría por diluirse con el paso del tiempo. No fue así.

Los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, desbordantes de corrupción, alimentaron al lopezobradorismo que día a día crecía silenciosamente. La inconformidad y la indignación llevaron al hartazgo a millones y millones, que solo estaban esperando volver a salir a votar para concretar el cambio.

La estructura partidista representada por Morena logró tal solidez que hizo posible arrasar en las elecciones de 2018, lo cual se fincó gracias a la amplia base social de López Obrador.

En torno a un líder social y político, ese movimiento ha hecho de Morena el partido mayoritario, que hoy por hoy, encabeza la preferencia electoral con vistas a los comicios de 2021.

Es la fuerza política y social más fuerte, de eso no hay duda.

No se hace necesario que su líder aparezca en las boletas para que su base social salga a votar, de ahí que se trate de una fuerza tan impredecible como implacable.

Tampoco importa mucho quienes sean sus candidatos, eso lo trasciende el proyecto del líder, es decir, la Cuarta Transformación.

Se trata de un movimiento de masas de carácter nacional, que hace palidecer a los partidos acostumbrados a hacer política en  los círculos de poder y lejos de los ciudadanos.

El lopezobradorismo como movimiento social se transformó en partido político para acceder al poder;  una vez creado éste, el movimiento social ha seguido presente y actuante.

A menudo los ciudadanos suelen decir que no son morenistas sino que son lopezobradoristas y su lealtad de mantiene intocada.

Como partido, ese movimiento tiene los problemas propios de toda organización política y se han mostrado desde su creación; ahora mismo está inmerso en una dura contienda por la dirigencia nacional y probablemente habrá más conflictos en el momento de la elección de candidatos.

Sin embargo, la base social mantiene un carácter distinto toda vez que los problemas de partido son eso y nada más. No es como en el PAN o en el PRI que apenas entran en crisis y estalla el conflicto, puesto que están diseñados para que sus estructuras y cuadros de arriba decidan.

El presidente López Obrador todos los días le habla a la nación, pero más directamente a los lopezobradoristas que conforman su base social; son los que van a salir a votar después y son los que lo tienen en altos niveles de aceptación y popularidad.

Cuando se habla de que en México hay una oposición moralmente derrotada, es porque ni siquiera tienen un liderazgo que los unifique y organice, solo hay palos de ciego movidos por la ira.

Este sábado estuvo en San Luis Potosí, Mario Delgado, candidato a la dirigencia nacional de Morena y dijo que “Morena es el pueblo. Puede haber disputas en las dirigencias, pero la fuerza de Morena es el pueblo organizado”.

Parecería una baladronada, una muestra de arrogancia política, pero no lo es.

“Podemos tener diferencias sí, pero tenemos una relación fraterna”, aseguró el diputado federal. Y es cierto, en Morena saben muy bien que sin la base social del lopezobradorismo, el partido no es nada.

Con todo y los problemas de partido y los que derivan del ejercicio de gobierno de la presidencia, las encuestas lo colocan al frente de la preferencia electoral en los quince estados donde habrá elección para gobernador.

Lo mismo sucede en la elección de los 300 distritos federales electorales. Solo en las encuestas propias del PAN, no va adelante Morena.

Mientras el presidente mantiene su popularidad muy por encima de las y de los gobernadores de todos los partidos, las acciones de gobierno contra la corrupción van avanzando hacia un escenario negro para el PAN y el PRI.

Es previsible que en el curso de las campañas del año entrante e incluso antes de la jornada electoral, ex gobernantes y ex funcionarios de los gobiernos de Calderón y Peña, estarían recibiendo sentencias por corrupción y/o colusión con organizaciones criminales.

Y eso es lo que espera la base social del lopezobradorismo, el cumplimiento de una de las promesas de su presidente, de su gobierno, de su líder.

Saldrán a votar en masa, no se puede esperar otra cosa.

 

 

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