Centinela: PRI: partido chico infierno grande

Antonio González Vázquez

El día 15 de enero de 2019, el entonces gobernador Juan Manuel Carreras López le asignó a Elías Jesrael Pesina Rodríguez una tarea: encargarse del Partido Revolucionario Institucional.

Ese día, renunció a la Oficialía Mayor de Gobierno del Estado y anunció: “voy a buscar ser el dirigente del partido, tengo entusiasmo y un gran deseo de dirigirlo”.

Días después, fue electo presidente para concluir el período que dejaba inconcluso Martín Juárez Córdova. La ceremonia fue encabezada por Carreras, quien dijo que con Pesina el partido “se encaminará a un 2021 victorioso”, porque “no es un partido agachón, ni está derrotado ni acabado”.

Luego, en febrero de 2020, Pesina fue reelecto presidente del Comité Directivo Estatal y el líder nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas le tomó la protesta, en cuya diatriba, “Alito” le demandó dirigir al partido “con patriotismo, lealtad, honradez, honestidad, eficacia y eficiencia”.

Todos esos elementos están en duda desde que asumió la presidencia del tricolor potosino, pues había llegado al cargo a cumplir las órdenes del gobernador: el PRI estaba en manos de Carreras López por cuatro años más.

El ex empleado del mandatario fue electo para el período 2020-2024, así que le quedan nueve meses en el cargo que concluye en enero del año próximo.

Con el proceso electoral ya iniciado, la renovación del CDE se aplazaría, por lo que Pesina continuaría hasta después de las elecciones locales y federales.

Llegaron las elecciones del 2021 y el PRI perdió la gubernatura, Carreras dejó el poder y desde entonces no cesan las denuncias de corrupción en distintas dependencias de su administración, entre ellas, en la Oficialía Mayor donde fue titular el presidente del PRI.

El partido victorioso que vaticinaba Carreras con su alfil, Pesina, cayó derrotado y reducido a una oposición microscópica.

Su única victoria relevante fue la presidencia municipal de San Luis Potosí, pero gracias a la alianza “Sí por San Luis”: el 70 por ciento de los votos en favor de Enrique Francisco Galindo Ceballos provinieron del Partido Acción Nacional.

Hace una semana, 3 mil 845 priistas firmaron un desplegado dirigido a la opinión pública y a la militancia del Partido Revolucionario Institucional, para exigir su renuncia a partir de la premisa de que no puede continuar alguien que formó parte de la mafia carrerista.

El comité estatal no fijó postura oficial al respecto. Pesina tampoco respondió y el primer priista del estado, el alcalde Galindo, menos.

Guardaron silencio ante un desplegado durísimo que colocó a Pesina como un dirigente “mediocre” y “anodino”.

Días antes de esa publicación, el gobernador José Ricardo Gallardo Cardona había denunciado probables actos de corrupción en la Oficialía Mayor, de la que fue titular Pesina que, “ni siquiera es capaz de defenderse a sí mismo ante las graves acusaciones de corrupción”.

De hecho, en ese documento, al presidente del PRI se le identifica como “indiciado”, es decir, como alguien de quien se sospecha es autor de un delito, pero que no ha sido notificado por la autoridad competente”.

Para los 3 mil 845 priistas firmantes, Pesina es un “indiciado”, por lo que le demandaron que, por dignidad, deje las riendas del partido.

Otros apelativos: “cobarde”, “entreguista” y “servil”.

Ven que, de continuar el control del partido por la mafia heredada por Carreras, el PRI se aproxima a una derrota más con la agravante de llegar tan bajo como para perder su registro estatal.

Pero a esa mafia no parece importarle nada en su objetivo de llevar al alcalde Galindo como candidato al Senado de la República.

Galindo y Pesina fueron a la huasteca a reunirse con “liderazgos” de la región y con presidentes municipales para “cerrar filas y refrendar la unidad del partido”. En esos eventos, reducidos en asistencia y deslucidos, hubo quienes ya portaron cachuchas negras con las letras EG, iniciales de Enrique Galindo.

La gira de “unidad” estaba integrada, bien visto, por funcionarios municipales de la capital y directivos del tricolor. Son los que controlan al partido.

“Unidos y fuertes, el momento del PRI es ahora, encabezados por el alcalde Galindo”, es el mantra que de unos meses para acá se repite hasta el hartazgo.

A los críticos oídos sordos, en un desplante de arrogancia innecesario para un partido en caída libre.

En un pequeño salón de eventos denominado “Los Fresnos” Galindo y Pesina entregaron mochilas “revolucionarias” y gorras rojas con la leyenda “el PRI late”.

Con eso se selló la fuerza del partido.

La realidad del PRI es penosa, su futuro es semejante al que viene transitando el Partido de la Revolución Democrática: cada vez menos votos y en cada elección más derrotas hasta que llegue el momento de perder el registro, como le ocurrió al partido del sol azteca en San Luis Potosí en el 2021.

Ante la voracidad y creciente ambición política de la Gallardía, San Luis necesita de partidos fuertes, sólidos, con proyecto y liderazgos reales para que le hagan frente a la aplanadora del Verde y del gobierno.

El PRI no es precisamente una opción, es ahora un partido chico en infierno grande.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha sido docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación durante 25 años. Además, durante 30 años se ha desempeñado como periodista en medios como El Heraldo, El Mañana de Ciudad Valles, Pulso, Milenio San Luis, Diario Digital San Luis, Librevía, La Jornada, Global Media y actualmente en Astrolabio Diario Digital y Periodismo Político.com. También ha sido corresponsal de medios nacionales como Agencia de noticias Notimex, La Jornada y Milenio.

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