Cófrades y penitentes

Óscar G. Chávez

En días pasados el diputado federal panista, Xavier Azuara, afirmó que la oposición legislativa se encargaría de que la llamada ley Barttlet no fuera aprobada. Muy posiblemente no pase, pero tengo mis dudas, todavía respecto a que pudiera ser una buena estrategia del bloque no afín a López Obrador.

Para el sociólogo Armando Bartra, según dijo en entrevista a la periodista Carmen Aristegui, la oposición se ha convertido en una “oposición de zancadilla, de sabotaje…la oposición que se ha dedicado por tres años a denostar a este gobierno, a decirnos que el de Andrés Manuel López Obrador es el peor gobierno de la historia de México, que no es posible seguir manteniendo en el gobierno a una persona que comete tantas barbaridades en contra del país… y se presenta la oportunidad de convocar a la ciudadanía a votar en contra de este presidente que es el peor de la historia de México, y llaman a abstenerse y a sabotear el ejercicio; con una oposición de este tipo la discusión de la ley eléctrica, la discusión de las reformas electorales cuando vengan, la discusión de todo aquello que este país necesita discutir, va a ser una discusión viciada; va a ser la discusión de aquellos que no tienen representatividad, que no tienen proyecto, que no tienen pared social y que se van a dedicar a sabotear. Es una previsión bastante triste, pero  me temo que así va a ser…”  

Ojalá Azuara se encontrara presente en el congreso potosino, ya que ocurre exactamente lo inverso: la oposición legislativa aunque también carece de proyecto y de pared social, se ha constituido en un instrumento al servicio del ejecutivo, que no se ocupa de cuestionar ni de llevar al debate las propuestas que éste les envía. Ya ha ocurrido con algunas, como por ejemplo la de la Guardia Civil, en la que sin realizar una evaluación a profundidad, ni consultar las necesidades reales de cada municipio, se decidió desarticular a la policía estatal, para dar lugar a un lustroso híbrido.

Ya viene también la iniciativa que busca elevar a rango constitucional los programas sociales, esos que no sabemos ¿cuánto cuestan al estado?; becas de alimentos y transporte, tarjeta rosa, placas y licencias que en su momento la misma oposición catalogó de propuestas populistas. De aquí, por supuesto que Azuara no dice nada, no es lo mismo estar lejos y vivir sin miedo, a estar cerca y padecerlo.

Por fortuna la “marcha del silencio” (como la llamó Héctor Serrano) y la temporada vacacional de semana santa,  han mantenido un poco distraída a la opinión potosina. La inseguridad no disminuye, pero tampoco se difunde como en realidad es; el éxito del festival municipal, también contribuye a aligerar las tensiones cotidianas que por acá se padecen; por cierto, con el  Festival San Luis también se ha podido demostrar que no todo el espectáculo que se aprecia en la ciudad, gira en torno a narco corridos y música de banda.

Si algo era necesario para incrementar la popularidad del alcalde, lo encontró de a poco en estos eventos, ya que en días pasados las encuestas de Mitofsky lo presentaron como un alcalde no solo mal evaluado, sino también en el que incrementa su pérdida de popularidad, por el contrario, Gallardo se reposiciona.

Es lamentable que quien pudo ser el mejor alcalde de los últimos quince años, se vea no sólo disminuido, sino también evidencie un gran desinterés en la problemática real de su ciudad, en tanto busca posicionarse como el hombre fuerte del decadente priísmo potosino. Mientras tanto, finalmente logrará dar consecución a las obras que  Ricardo gallardo papá, trató de iniciar hace años en el Saucito. Para algo son los amigos.

El centro de la ciudad fue retocado gracias al evento masivo que es la Procesión del Silencio; la enorme cantidad de turistas que genera, obligó al Ayuntamiento a finalmente ocuparse de reparaciones que llevaban los meses transcurridos de esta administración en el olvido. Esperemos que no se les vaya el agua en los hoteles y salga el gimoteante director de Interapas a culpar a la presa del Realito.

La Procesión inició a las ocho, 45 minutos después (casi al cierre de esta columna y mientras la primera cofradía avanzaba por la calle de Universidad y Cinco de Mayo), el plantón de manifestantes de Pueblo Libre, atrincherado frente a palacio de gobierno, no habían podido ser retirados. No sé si fue falta de capacidad, o falta de interés, pero parece ser que don Lupe Torres no es tan bueno como quiso hacer creer.

Por cierto, sería bueno preguntarnos y preguntar al gobernador sobre la salud mental del secretario de Seguridad Pública estatal, José Luis Urban Ocampo, pareciera que en esa materia estamos en manos de un demente, o al menos bipolar.

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