Estela Ambriz Delgado
Los niveles de arsénico y flúor en agua permitido por ley, entre otras sustancias tóxicas, debiera ser mucho menor, dado que las mediciones que lo establecen se hacen con base en parámetros para adultos, lo que pone en mayor riesgo a las infancias, por sumarse la presencia de microplásticos en el acuífero potosino, lo que ya afecta su salud a nivel neurológico, en su aprendizaje, y ha traído consigo enfermedades como la leucemia.
Lo anterior quedó de manifiesto en la conferencia Agua e Intersección de Vulnerabilidades: Programas Urgentes para Mitigar las Sindemias Asociadas, impartida por el doctor Fernando Díaz Barriga de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), organizada por el Observatorio Socio Ambiental del Colegio de San Luis (Colsan), como parte del Seminario Internacional Agenda Social del Agua.
El investigador explicó porqué las mujeres indígenas, y sobre todo las niñas y los niños, son los más afectados ante las sindemias y se encuentran en estado de vulnerabilidad, ejemplificando con cifras del Coneval de 2020 y 2022, así como los resultados de un estudio realizado en la comunidad de Tocoy en la Huasteca Potosina.
De acuerdo con estas cifras, solamente siete de cada 100 mujeres tienen acceso a servicios de salud, 31 por ciento tienen problemas de nutrición, y 33 por ciento viven en pobreza extrema, es decir, que no tienen ni para comer. En comparación con un hombre mestizo del área urbana, resulta que la diferencia es de 11 veces mayor.
Asimismo, indicó que otro estudio hecho por mujeres de América Latina con acceso a una fuente de datos multinacional, definieron que la mujer indígena es el grupo poblacional que tiene más problemas de salud, y alcanzaron un nivel máximo de escolaridad primaria, ya que sólo 20 de cada 100 llega a la universidad.
Por lo cual, otro grupo aún más vulnerable son las niñas indígenas, que en México enfrentan graves problemáticas por ser infante, mujer, y pobre, es decir, que se mezclan varias vulnerabilidades.
En este sentido, apuntó que existe una interseccionalidad de las vulnerabilidades, dado que existen determinantes sociales, ecológicas y ambientales, que impactan en los problemas individuales, por lo que ha sido necesario abordar con la triple crisis planetaria que se ha suscitado de cambio climático, crisis hídrica y pérdida de biodiversidad.
Puntualizó que en el caso de la comunidad de Tocoy, donde gran parte de la población indígena vive en pobreza o pobreza extrema, se abastecen de agua a través de mangueras que la llevan a la comunidad, sin embargo, esta no es potable y padecen enfermedades estomacales.
Llevar agua a sus viviendas es complicado, pues el pozo más cercano se encuentra a hora y media; si se seca deben ir al día siguiente, con lo que hacen un recorrido de ida y vuelta de casi cinco horas. La situación además se ha visto agravada con los déficit de lluvias que se han presentado por el cambio climático en años anteriores.
La exposición a contaminantes
Díaz Barriga señaló que el trabajo doméstico no remunerado es una ocupación precaria, dados los retos físicos que implica, el tiempo de aproximadamente 80 horas a la semana y sin ninguna retribución.
En el caso de las mujeres indígenas, esta situación las expone a altos niveles de contaminación debido al uso de estufas de leña que derivan en problemas pulmonares, a lo que se suma la exposición por vía inhalatoria de esporas de un hongo que se encuentra en el maíz y aflatoxinas, las cuales generan cáncer de hígado, cáncer cérvico uterino y daño renal.
En el caso de Tocoy, los resultados fueron que las mujeres salieron expuestas a aflatoxinas, además de ftalatos, que es una toxina contenida en los plásticos y al que se encuentran expuestas por inhalar el humo de la quema de basura que tienen que realizar porque no hay servicio municipal de recolección de de basura.
El investigador hizo mención de que estos ftalatos son sumamente dañinos para las infancias, pues mata el cerebro y disminuye la inteligencia; en las mujeres, además de problemas neurológicos, les causa cáncer de mama.
Aseguró que las mujeres mexicanas han mostrado tener una alta cantidad de este compuesto, y los valores en mujeres indígenas son los más altos reportados en la literatura del mundo, lo que es lógico al estar expuestas a estos tóxicos en sus pulmones durante casi 80 horas a la semana.
“Las mujeres indígenas claro que sufren por ser mujeres, tener edad corta, por ser pobres, por estar enfermas, pero además se conjuntan las crisis planetarias. Esa es la verdadera intersección de las vulnerabilidades; esa es la verdadera injusticia de género que existe en la Huasteca Potosina”.
No obstante, existe un grupo aún más vulnerable, que son las y los niños, que al encontrarse en etapa de desarrollo, su cuerpo está diseñado para absorber todo y excretar poco, sumado al hecho de que actualmente los plásticos se encuentran en prácticamente todo, por lo que nacen en un mundo quimicalizado.
“En México, 25 por ciento de los niños que viven en el sudeste, que es la zona más pobre del país, son destruidos. Y si a este cerebro destruido ahora le metemos neurotoxinas, empezamos a tener un problema”.
Explicó que esta situación ejemplifica los efectos de una sindemia, que es cuando dos enfermedades interaccionan entre sí y se agravan. Además de que determinantes sociales, culturales y ambientales, provocan que aumente esa interacción e inclusive generan más enfermedades.
Por ello, dijo que se requiere buscar alcanzar un índice de progreso social que garantice los derechos básicos humanos, como acceso al agua y la alimentación; priorizar a las niñas y niños en cumplimiento a la Constitución Política de México y la Carta de los Derechos Universales de las niñas, niños y adolescentes, que en los hechos son invisibilizados.
En este sentido, Díaz Barriga resaltó que se habla de la obesidad infantil y diabetes, pero no de la leucemia, que se encuentra ligada a las zonas ladrilleras y al área industrial. A lo que se adicionan los neurotóxicos, de los que al menos 242 no se encuentran regulados, los cuales está demostrado deriva en afectaciones intelectuales, rezago educativo, fracaso ocupacional, y aumentan tendencias a las adicciones.
“El primer estudio que hicimos en comunidades indígenas sobre el proceso intelectual fue en los niños de la Huasteca, 70 por ciento de los niños que estudiamos tenían un coeficiente intelectual menor de 70 puntos (…)
España fue el país que se aventó a decir que ese es el límite de la disfunción intelectual. Entonces, claro que las infancias están invisibles. Y están invisibles por todo todos, hasta por el Gobierno de México”.
Señaló que en un contexto de incremento de muertes en el país, de obesidad, un aumento de efectos derivados del cambio climático, así como de homicidios, y la disminución de la capacidad de regeneración de los acuíferos, el futuro se visualiza sumamente adverso.
Ante la situación, precisó que es necesaria una inclusión normativa de las infancias, pues en el caso de la cantidad de arsénico permitido es de 10 microgramos por litro. No obstante, la fórmula que se aplica para determinarlo es el peso y la absorción de agua de un adulto, por lo que si se usaran los parámetros de las y los niños, la norma tendría que ser tres veces más baja; lo mismo ocurre respecto al flúor, que causa problemas intelectuales.
Subrayó que también es necesario aplicar el principio precautorio, pues se desconoce la toxicidad de las mezclas de compuestos químicos, y se ha detectado que 73 por ciento de los niños y niñas en San Luis Potosí tienen seis o más compuestos tóxicos en su cuerpo.