Contracultura

Óscar G. Chávez

Deseable sería que el mismo empeño e interés que el gobernador Ricardo Gallardo ha puesto en el Parque Tangamanga, como proyecto personal, lo aplicara a la Secretaría de Cultura y a los organismos que de ella dependen. Aunque fuera sólo de ornato.  

Es perceptible que en estos momentos, ya con lo que lleva transcurrida su administración, las instituciones culturales se encuentran en crisis. No es que las anteriores administraciones hubieran sido excelentes, las dos inmediatas evidenciaron una falta total de impulso, el entusiasmo que se puso en ellas fue similar al de sus titulares y gobernadores en turno. En un  entrópico y viciado círculo, no hubo interés porque no había recursos, y éstos no se gestionaron por total desinterés; todo llevaba al principio. 

Ocioso resulta comparar con la administración marcelista, en la que –es de justicia afirmarlo– se llevó la cultura como política de sexenio a su más alto nivel. Durante la gestión de Roberto Vázquez al frente de la Secretaría, con todo y las muchas críticas que pueda merecer, se realizaron obras sin precedente.

Entre ellas merece particular mención el Centro de las Artes (ubicado en el espacio arquitectónico que por poco más de un siglo alojó a la penitenciaría del estado) cuyo modelo se hallaba inspirado en modelos de vanguardia, tomando como una de sus premisas la auto generación de recursos, en búsqueda de su propia sustentabilidad.

Durante el sexenio torancista comenzó un proceso de decadencia que se agravó en el de Juan Manuel Carreras, en el que además se modificó su vocación de creación e inicial, para habilitar en él un museo dedicado a la obra escultórica de Leonora Carrington, que si bien no tenía ningún vínculo directo con San Luis Potosí, y el origen de la obra y su comodato con Gobierno del Estado son cuestionables, ha sido de un éxito constante en el contexto de la mercadotecnia turística.

Hoy desafortunadamente el Centro de las Artes peligra, la burocracia cultural que lo dirigía, pasiva, pero con experiencia, fue reemplazada por una dirección de inexpertos e improvisados, habilitados por amiguismo y capricho del gobernador, que al igual que su secretaria de cultura, es evidente, no tienen ni la mínima idea de qué es o cómo funciona un espacio de este nivel, y éste en particular.

Como oasis, una excepción la representa la Orquesta Sinfónica dirigida acertadamente por el maestro José Miramontes, pero en oposición se cuenta con una camerata en la que se reemplazó la dirección de un experto maestro por un director que no dirige, porque no puede, ni puede porque no sabe. No tardan en nombrar a un recomendado de Julión; nada hay qué decir.

Un mercadillo variopinto, en el que lo mismo se comercia ropa de segunda (mano, porque puestas debe tener varias), productos alimenticios, ángeles, hadas, troles y varitas mágicas, aretes, cremas, mascarillas, pintalabios, sombras y rubores (orgánicos e hipoalergénicos), que accesorios para mascotas, se aloja en el edificio de la antigua Ágora, hoy sede del archivo y pianos de Julián Carrillo. No debería sorprendernos que, en algún fin de semana no muy distante, se utilicen esos pianos (que dicen valen mucho por reproducir trece sonidos o algo así) como exhibidores o mesas para la mercancía que se expende. Hay quienes aseguran que el acervo será trasladado a Ahualulco, cuna del autor del sonido trece; pero si aquí no se garantiza su conservación, menos en un distante municipio en el que se carece de infraestructura, que además es impensable se habilite si pensamos en los recortes presupuestales a Cultura.

De ser cierto el rumor, será –puntualizan– por un acto de justicia al devolver a su pueblo natal algo de lo mucho que dio el maestro a la cultura universal; esperemos que bajo esas directrices no se les ocurra desmontar los edificios civiles y templos, para devolver la piedra a los cerros.

Algo similar ocurre, más que desmontar para replantear, reestructurar, apuntalar, y remodelar, se comienzan a demoler las instituciones que llevó años proyectar, establecer y consolidar; hoy corren un riesgo real, acicateado por las ocurrencias, el amiguismo, la ignorancia, y la cultura al gusto del gobernante en turno.

Preparen la lira y el combustible.  

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