Cotidianidad: Christopher, Sofía y Gustavo, los encargados de Café 21

Carlos Rubio

Siempre he tenido claro que todos somos capaces de realizar cualquier actividad, sin importar qué tan complicada sea; consta de una fórmula simple, convicción y esfuerzo. Aun así, creo que siempre es necesario encontrarnos con quienes nos refresquen la memoria y nos recuerden que cualquier impedimento es una cuestión de nuestra mente. Yo me encontré en Café 21 con Gustavo, Sofía y Christopher, tres personas con síndrome de down que le dan un nuevo sentido a su cafetería: demostrarle al mundo que son capaces de trabajar, en cualquier lugar.

-Gustavo

La cafetería es acogedora, sus mesas y bancos de madera le dan una sensación austera, pero al mismo tiempo elegante. Me sentí abrazado por la amabilidad de todos los que se encuentran trabajando ahí. Al sentarme, inmediatamente fui atendido por Gustavo, me llevó un menú y un comanda para apuntar lo que quisiera ordenar. Él es el más nuevo del lugar, apenas tiene una semana trabajando. Se nota bastante serio, pero a su seriedad lo acompaña una gran disposición para trabajar y ofrecerle un buen trato a las personas que atiende, siempre respetuoso. Me llevó a la mesa mi café, acompañado de azúcar y una cuchara. Fue sobreprotegido por su familia, por muchos años se encontró rodeado de una barrera amorosa, pero que le impedía salir al mundo a vivirlo, como cualquier debería de hacerlo. Ahora está en camino de volverse cada vez más independiente.

Después de atenderme, llegó la hora de salida de Gustavo, que fue marcada por la llegada de su padre. Tomó sus pertenencias y se dirigió hacia él, le sonrió brevemente para después continuar con su camino hacia las calles del centro, con la seguridad de regresar al día siguiente.

Minutos después llegó conmigo Eduardo Valadez, director de Zynergia, la asociación detrás de Café 21, que les brinda terapias y apoyo a personas con síndrome de down. Él fungió como la voz de los tres muchachos, me habló de sus experiencias y un poco de su historia. Se le notaba en cada palabra que salía de su boca, que está orgulloso de ellos y les tiene una inmensa fe, que no es ciega, ya que todos los días los observa crecer y avanzar. Sabe que aún les queda mucho más por dar.

-Sofía

Durante nuestra platica, fuimos acompañados por Sofía, que se encontraba en su hora de comer y decidió sentarse con nosotros a disfrutar de sus flautas de pollo con lechuga.

Tiene 13 años de edad. Desde los 9, aún reservada y con pena, comenzó a ir los domingos a la gran huerta donde se encuentra Zynergia; hoy, sociabiliza con quien se encuentre frente a ella. Le gusta arreglarse, pintarse las uñas, los artículos de belleza, en general, quiere y sabe vestirse bien, pero sobre todo, le encanta tener la atención de la gente. En momentos, se inclina por ser rebelde, como toda niña lo haría y es cuando Eduardo debe mostrarse fuerte y llamar la atención. Platica mucho y aunque por momentos se vuelve difícil entenderle, ella le resta importancia y continúa; estoy seguro que podría contarme su vida y sé que pronto regresaré a escucharla.

Para Eduardo, Sofía es impredecible, sin embargo, llegar al café la llevó a adquirir más madurez, el relacionarse con más gente le dio un nuevo aspecto interior. Ella se encarga de preparar la masa de los pasteles, galletas y hot cakes, la cocina se ha convertido en su fuerte.

Por un rato, la conversación giró en torno a Sofía, quien escuchaba tranquila y felizmente a nuestro lado. Reía alegremente cada vez que Lalo mencionaba alguna de sus travesuras. Su risa se fusionaba con el ambiente y nos ofrecía una melodía de acordes mayores.

Lalo recuerda a la Sofía de antes, que batallaba para caminar por el irregular terreno de Zynergia, y hoy, corre sin parar. Trabaja en terapias con perros, que ayudan a bajar el nivel de cortisona, la hormona que genera el estrés. Externamente toma sesiones de equinoterapia y de lenguaje. Sabe leer y escribir. También ve series, como Heidi y canta sin parar las canciones de Frozen. El apoyo que sus padres le han dado ha sido fundamental para mostrar los avances que hoy tiene, pero más importante aún, la libertad brindada y el entendimiento acerca de que ella puede ser capaz de llevar su vida por sí misma. Ellos mismos le pidieron a Lalo la oportunidad de que Sofía trabajara en el café. Se encuentra ahí los jueves y viernes por la tarde.

—Sofía es una persona que apoya, siempre y cuando les caiga bien, si no, no.

—¿Cómo sé si le caigo bien a Sofía?

—No estaría comiendo aquí contigo.

-Christopher

En una mesa al lado de nosotros, frente a un cuadro que muestra las fases de la luna, se encontraba Christopher, aprovechando su descanso para comer el lonche que su mamá le había preparado.

Tiene 24 años. Al verlo, me envolvió una sensación de paz, a la que luego le agregó distintos tonos de felicidad cada vez que sonreía. Nunca se enoja, su semblante siempre desprende alegría. Su sentido de la responsabilidad y el trabajo están más que desarrollados, sabe cuándo es hora de irse a dormir y sus tiempos libres, incluso ha querido ir a trabajar en sus días de descanso y ni el cansancio le impide dejar de atender sus mesas con un excelente servicio.

Es la estrella del café, las personas van y preguntan por él, quieren conocerlo y ver lo que hace. Aprendió a hacer pasteles, salsas y sándwiches.

Todos los días llega, toma la escoba, levanta muebles y trapea hasta dejar todo impecable. Limpia los estantes y las mesas. Si el lugar se encuentra siempre limpio, es por el esfuerzo de Christopher. El día de la apertura del café, llegó puntual y aunque se veía contento, vislumbraba en su rostro los nervios del primer día de trabajo, el primer día del reto que significa enseñarle a las personas que sabe preparar excelente comida.

Tiene un talento nato para correr, en la huerta de Zynergia retaba a deportistas a que lo atraparan y le gustaba reírse de ellos cuando les era imposible hacerlo.

Coquetea y demuestra afecto, no tiene pena en acercarse cuando le interesa alguna chica, y se ha vuelto el consejero de Lalo para esas situaciones. Va a fiestas, donde canta, y también va a los antros con su familia a bailar. Cuando sale le gusta tomar un par de cervezas y la gente suele preguntarse por qué lo hace, pero a fin de cuentas, tiene edad para hacerlo y es libre, nada debe impedírselo.

Muestra dificultades para hablar, debido a que este sentido no fue estimulado desde temprana edad, pero aun así trata de hacerlo y logra decir los nombres de todos sus compañeros de la escuela. Según Lalo, con el tiempo logrará hablar mucho mejor.

Lo siguiente en su aprendizaje será trabajar con monedas para que sea el encargado de estar en caja y cobrarles a los clientes.

En el café, también laboran la hermana de Eduardo, Martha Valadez, quien es coordinadora del café y su madre: juntas se encargan de apoyar y guiar a los jóvenes. También está Fidel, víctima de un accidente automovilístico que lo llevo a perder todo y llegó hasta las puertas de la asociación; apoya en el café, cuida de los perros y de la huerta. Ya es parte de la familia.

El número 21 en el nombre, se debe a que el síndrome de down es causado por la presencia de una copia extra del cromosoma 21, cuando habitualmente se tienen solamente dos.

Espero encontrarme en más ocasiones con Gustavo, Sofía y Christopher; espero que como a mí, les muestren a muchas más personas que son capaces de trabajar como cualquiera; espero que sigan llenando de orgullo a Lalo, que habla de ellos como cualquiera hablaría de sus ídolos; espero un día verlos trabajando en otro lugar, solo así sabré que lograron su cometido: abrir los ojos de las personas.

 

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