Culta culpa

Óscar G. Chávez

Menos mal que dentro del aciago panorama que se avecina sobre las instituciones culturales potosinas permanece una esperanza como la Feria del Libro de la UASLP. Iniciada en 1970, aunque la propia institución se empeñe en sostener otros datos, su loable labor se vio interrumpida en 2020 y 2021; aquel por ser recortada a poco de su inicio, y éste, por ser suspendida. Ambos, años de la pandemia.

Podría argumentarse que el aislamiento se hubiera llevado mejor con libros, pero las circunstancias y condiciones no estaban dadas para que se realizaran; en ese sentido resulta encomiable el compromiso social de la institución, en otros no. Por ejemplo, sigo sin comprender por qué si es una feria del libro encaminada a beneficiar a la comunidad universitaria, sólo se ofrecen descuentos a maestros y no a alumnos; tampoco si la participación es de editoriales o de librerías que asumen la representación de esas editoriales.

Como sea, la organización, logística y funcionamiento del evento son encomiables y cada año se perfeccionan; su tránsito de las carpas geodésicas que se levantaban en la plaza Los Fundadores y que la albergaban hasta hace algunos años, a los patios y corredores del edificio Central, fue un gran logro. Este año su proyección hubiera sido mayor de haber mantenido las pintas que en la fachada del edificio se realizaron con motivo de las protestas del ocho de marzo.

Una universidad que incluye y acepta la protesta como una forma de reivindicación ante el género tradicionalmente vulnerado, es una institución que no sólo se posiciona sino también se proyecta como un baluarte de la tolerancia y compromiso social. Imaginemos la conferencia de Juan Villoro enmarcada por pintas y reclamos; un acto de verdadera cultura revolucionaria.

Pero la mancha de la culpa es la que motiva y obliga a eliminar aquello que no sólo la recuerda sino que la hace evidente y muestra crudamente ante los demás. La pinta de muros no ofende por sí, no por el daño al propio inmueble, sino porque muestra a una institución cómplice y silente, omisa y encubridora, pasiva y tradicional. Si éstas se hubieran conservado, más hubiera ganado, en presencia y posición, el doctor Zermeño; pero seguro decidieron eliminarlas para que no se evidencie más lo que se sabe. No obstante, el éxito de la Feria del Libro de la UASLP es innegable.

También es innegable el vergonzoso oportunismo del diputado morenista (hoy ya con licencia) Cuauhtli Badillo quien contaminó un acto universitario con su diarrea verbal, en la que sólo hizo evidente su ignorancia sobre el tema por el que increpaba al consejero presidente del INE. Esgrima verbal y claridad intelectual no son lo suyo.

Tampoco lo son de las autoridades culturales (derivado de los menudos alcances del propio gobernador). Nada fuera el culto a cantantes vinculados con la apología del crimen o la música de banda, son materia de inclusión en las políticas culturales del Estado. De la divulgación se ha pasado a la vulgarización.

En ese trance se encuentran un buen número de inmuebles cuya vocación, derivada de un cambio de uso, fue adaptada para incorporarla a determinadas y precisas instituciones culturales, y que hoy se busca convertir en espacios de hacinamiento burocrático vinculados en absoluto con la cultura.

Se dice, por ejemplo, que algunos inmuebles entre los que destacan los que albergan a la Secretaría de Cultura, museo del Virreinato, Tradiciones Potosinas, y Centro de las Artes, serán destinados para tal fin, en la búsqueda –dicen– de un ahorro significativo de recursos que hasta ahora se destinaban para cubrir las rentas de inmuebles.

Viene la interrogante, ¿qué pasará con lo que allí se alberga?; digo, no imagino a la mecanógrafa con su aromática torta de huevo con chorizo entablar diálogo a la hora del almuerzo con la escultura del Ecce Homo resguardada por tradiciones potosinas. Sería interesante que la familia Martínez Villalobos, anterior propietaria del inmueble, y quienes lo entregaron a Gobierno del Estado, levantaran una enérgica propuesta, recordando que la donación fue exprofeso para tal fin.

Si el museo del Virreinato peligra, es por la excelsa ignorancia e incapacidades de su anterior directora; sin embargo esto no justifica su recorte o la desaparición. De haber un interés real por parte de las autoridades culturales, éste debe ser rescatado y dignificado en su vocación, dotándolo de un acervo propio y llevándolo al nivel que merece por encontrarse los orígenes de la ciudad vinculados al periodo virreinal.

Hay quienes suponen, con conocimiento amplio sobre el tema, que posiblemente lo que se busque sea la desaparición de la Secretaría de Cultura, y sus funciones sean delegadas en otras dependencias como Educación o Turismo. Insisto, lo que llevó años construir y consolidar, hoy se tambalea y fractura.

Por cierto, y a propósito de, dentro de las percepciones que se tienen de la cultura, normalmente se asocia con los modelos de alta cultura propuestos por el aburguesamiento porfiriano. Hoy, las nuevas directrices políticas repiten en todo momento la perversión de aquel periodo.

Resulta curioso, por lo tanto, que el diputado federal Juan Ramiro Robledo Ruiz haya votado a favor de la inconstitucional retención del salario de los trabajadores cuando se busque garantizar el pago de un crédito; “cobranza delegada”, el eufemismo con el que se denominó a un embargo vulgar, que nos recuerda a las tiendas de raya. Viene el veto presidencial.            

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