De experimentos y gritos

Óscar G. Chávez

En la década de mil novecientos noventa circuló de manera insistente el rumor de una pretendida reelección por parte de Carlos Salinas de Gortari, para la presidencia de la República. San Luis Potosí era, según se afirmó en aquellos años, la punta de lanza en ese intento por mantenerse en el poder; esto se fundamentaba en parte por la solicitud de licencia que el gobernador interino Gonzalo Martínez Corbalá presentara al Congreso local, para tratar de contender como candidato del Revolucionario Institucional a la gubernatura en las siguientes elecciones.

Con todo y la posibilidad de que cristalizara, aquello no fue más allá de un experimento burdo dentro del laboratorio que siempre ha sido la política mexicana y en el que lo mismo se logra que crezcan los enanos o se producen los más grotescos especímenes, los cuales más que haber logrado despertar el interés de Mendel o Darwin, los harían hecho padecer las más terroríficas pesadillas.

Que resulten o no los experimentos mucho depende del laboratorista, de sus asistentes y de los conejillos de indias, al fin ellos serán los que se beneficien de los resultados positivos, en tanto que de los negativos la ciudadanía será la que se encargue de padecerlos.

Dando continuidad a esta lógica hay algo que hace suponer que alguien con la suficiente capacidad para decidir y ordenar, tratará en un tiempo no muy lejano de convertir en un negocio real, al menos para él, el abastecimiento de agua potable en San Luis Potosí y municipios cercanos. Por algo se comienza, tampoco es conveniente llevar la voracidad a los extremos, al fin hay cinco años por delante y más de cincuenta municipios.

Es más que evidente que la alcaldesa de Soledad, doña Leonor Noyola, por sí sola no se atrevería a proponer la desincorporación de Interapas del municipio que gobierna, ni mucho menos de concesionar en el mismo el servicio de abastecimiento de agua potable. Es decir, alguien desde detrás sugiere, y ella propone, la forma en que esto se pueda lograr dependerá de los operadores y, una vez logrado, el beneficio será para el artífice de la idea.

No es pues que en el municipio de Soledad busque optimizar la distribución del agua potable en beneficio de su ciudadanía, lo que se pretende es perfeccionar un modelo que permita concesionar los sistemas de agua potable de cada uno de los municipios a compañías constituidas exprofeso para beneficiar a un gran recaudador. Entonces sí no habrá morosos, porque en la medida que éstos existan disminuirán las ganancias de lo que se podrá acumular en lo que será la más grande de las cajas chicas.

Porque si algo motiva a los gobiernos, y a este en particular, es la captación de centavitos y no necesariamente para invertirlos en beneficios sociales de primera necesidad, sino para redistribuirlos en actividades electoralmente redituables. No hay otra forma de explicar el misterio con el que se llevan las cuentas públicas, los pactos por debajo de la mesa con los grandes saqueadores, las rasuradas a diversas dependencias (entre ellas Turismo y Salud), las asignaciones directas para abastecimientos de insumos y en obras públicas, y –lo más alarmante– los sueldos mutilados para muchos trabajadores de confianza o de honorarios, muy por debajo de lo establecido en los tabuladores oficiales.

Por cierto, alguien –supongo que con ciertos desequilibrios en el entendimiento– tuvo la ocurrencia de disponer que para la habilitación de los puestos de garnachas en las pasadas fiestas patrias, debería ser montado por una dependencia y pagado por los trabajadores de confianza, quienes también atenderían a concurrentes. La ocurrencia, desde luego, fue manejada no como solicitud, sino como indicación de “orden superior”, que se les hizo llegar de manera verbal para no dejar evidencia. De servidores a servidumbre.

Lo que no se sabe es quién sirvió la cena de palacio, lo que sí, es que la pechuga (simbolismo puro) en nogada que se sirvió no era necesariamente sabrosa y creo que hasta secas quedaron. La sazón al punto se la llevó el grito desde el balcón gubernamental en el que las alabanzas y vítores alcanzaron no nada más a los que nos dieron patria, sino también a cualquier tipo de marginalidad y sufrimiento sociales.

Hubo loas hasta el hartazgo, sólo faltó escuchar: ¡Vivan los héroes que nos libraron de la herencia maldita!, ¡viva la gallardía!, de alguna forma tenía que borrarse el otro grito, ése con el que en la mañana del día 15 alguien espetó al gobernador al verlo transitar imperturbable frente a palacio: “¡Trabajo y salario digno no existen en la mente de un hampón…!”.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no representan la postura de Astrolabio.

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