Derroche distractor

Óscar G. Chávez

El tema central en los encabezados de diarios, columnas editoriales y diversos portales electrónicos fue el de los gastos generados a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí por concepto de diversos pagos devengados mensualmente por su burocracia dorada. Con insistencia y persistencia se buscó y logró que se mantuviera la atención en la noticia durante casi toda la semana.

Según se vea y analice, el asunto podría dar mucho de qué hablar como no sea más allá de las pensiones devengadas por algunos exrectores, ya que fuera de eso no son cifras que se pudieran considerar como exorbitantes, dado que la mayor parte entran en el rubro de compensaciones a funcionarios. Entonces, más que centrarse en lo completamente numérico, el debate debería darse entre lo ético y lo moral, partiendo de las escasas o hasta nulas posibilidades que tiene un trabajador cualquiera de la UASLP de disfrutar tras 40 años de trabajo de cantidades equiparables a las que se embolsan los exrectores después de ocho años (considerando que como no llenan con cuatro años de encargo buscan siempre su reelección) al frente de la institución.

No obstante, y dado que ya ha sido abordado en diversos medios, resulta ocioso detenernos en rectores y funcionarios derrochadores (y así se asombran muchos del Pollo) cuando la pregunta debería ser ¿cómo es que se da a conocer el tema?, ¿cómo surge?, ¿quién y por qué filtró los datos? Recordemos, por principio, que no son cifras que estén muy al alcance de cualquiera y que el hermetismo que se le cuestiona al gobernador en materia de centavos es también aplicable a la Universidad.

Partiendo de lo anterior, entonces, es fácil suponer que los datos que publicaron la mayoría de los medios de comunicación fueron dados a conocer o filtrados desde dentro de la propia institución, conocedores del tema han señalado, incluso, a quien parece ser el sustractor de información; un Mata Hari de quinta categoría. Con esto, pareciera que el interés principal fue desviar la atención de algunos asuntos gubernamentales de mayor importancia y centrarla en los gastos que hace una institución que se queja de falta de recursos, pero que utiliza lo que no tiene en asegurar la subsistencia de algunos parásitos institucionales. 

Es válido afirmar que el golpe mediático contra la Universidad, aunque de interés público por los propios alcances de la noticia y los múltiples usos que ésta puede tener, fue orquestado desde palacio sin otro fin que generar un distractor o cortina de humo como dicen ahora, que permitiera desviar las atenciones que en los últimos días se centraban en las mentiras del gobernador (señaladas de manera pública), su muy cuestionable arena charra y, quizá lo más importante, la designación de su fiscalizador carnal, misma que al parecer pasó completamente desapercibida o al menos hasta el momento no ha sido cuestionada o combatida.

Sobre el tema, pronto el gobernador llevó agua a su molino al señalar que “respeta la autonomía de la Universidad” pero mostrándose en desacuerdo con las percepciones de los funcionarios de primer nivel, consideradas repudiables por la mayoría de “la gente” dado el derroche realizado. Estos dichos no pasaron desapercibidos por el nuevo ente fiscalizador desde donde se recordó a la institución educativa que está obligada a rendirle cuentas.

Lo que el gobernador (de nueva cuenta) pasó por alto y una vez más no razonó, fue que entre los que se benefician por este derroche se encuentra el exrector Mario García Valdez, su novel secretario de Cultura, cuya jubilación es de las que más lesionan a la institución y que bajo estos parámetros se convierte en un derrochador de recursos que deberían destinarse a la educación, con el visto bueno gubernamental. ¿Por qué no le sugiere que renuncie a ella?  

Dentro del propio contexto del derroche y el discurso gubernamental, si el gobernador no tuviera diarrea verbal y razonara un poco más sus dichos, alcanzaría a percatarse que ninguna autoridad moral tiene como para señalar a quienes derrochan el recurso público. Y aunque las muestras de este dispendio abundan en su administración, si se le cuestionara (mala caricatura de la conducta presidencial al fin) sólo acertaría a responder que son obras que se realizan para modernizar al San Luis del que muchos se han enriquecido descaradamente mientras lo mantenían estancado en el atraso.   

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

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