El adictivo encanto del periodismo

Iraís Valenciano

“Tal vez el infortunio de las facultades de comunicación social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. (…) Toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”.

Esa reflexión forma parte del discurso pronunciado por el periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez, durante la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa en 1996. Y aunque ya pasaron 29 años desde aquel pronunciamiento, las palabras del Premio Nobel de Literatura siguen vigentes, pero sobre todo, tan necesarias como en aquella ocasión.

Si bien existen muchos métodos y estrategias para recabar información, así como estilos para “reportear”, la ética nunca debiera perderse, ni en el periodismo ni en ninguna otra profesión.

La ética, entendida como los valores y principios que guían la conducta humana hacia lo bueno y permiten distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, va muy de la mano con la honestidad, responsabilidad, justicia, lealtad, respeto, tolerancia y solidaridad.

Hace poco escuché a alguien decir en una sesión universitaria que “la ética depende de cada persona”. El asombro de quienes estaban en el recinto no se hizo esperar. ¿Dependerá de cada médico decidir si divulga o no el expediente clínico de un paciente? ¿Será decisión de cada abogado repartir sobornos para manipular procesos?

Que prácticas indebidas existan en la realidad, no significa que sean éticas.

Sería ingenuo pensar que el periodismo está exento de comportamientos incorrectos. No son pocos casos en que se utiliza la profesión para conseguir boletos para el Super Bowl, entradas para el cine, vales de gasolina o “apoyos” de todo tipo.

También existen sedicentes reporteros que cruzan el límite del respeto y se escudan en la exigencia de una entrevista para caer en el hostigamiento, o quienes argumentan libertad de expresión para insultar o denostar.

A todo ello se suman los grupos en el poder que orquestan “guerras de lodo” para desprestigiar a los contrarios y polarizar a la opinión pública.

Pero no todo es un negro panorama. Por fortuna, existen incontables periodistas que todos los días se esfuerzan por mantener vivo el compromiso con la verdad y con la ciudadanía, que es lo que realmente importa.

El periodismo incomoda, porque saca a la luz lo que algunos quisieran ocultar; pone los hechos comprobados en relieve y permite que la gente tome sus propias decisiones. Si el periodismo se ejerce con respeto, honestidad y compromiso, puede contribuir a cambios sustanciales que ayuden a la construcción de una sociedad más justa, responsable y solidaria.

En una época en la que la inteligencia artificial permite falsear casi cualquier cosa, la práctica de investigación -que también mencionaba García Márquez- se vuelve imprescindible. No basta con entrevistar a una persona, es imperativo contrastar fuentes, recurrir a la documentación y analizar el contexto. Dudar de todo hasta hallar la verdad.

Ejercer el periodismo es adictivo. Hay quienes dicen que una vez que la tinta entra a las venas, es imposible deshacerse de ella, así sea necesario contar con otros dos o más empleos adicionales para subsistir, que es la realidad de muchos profesionistas.

Pero esa satisfacción que da el pensar que un texto puede ayudar a visibilizar un problema, a erradicar una mala práctica o a poner el foco en una situación para mejorar la vida de una persona, hace que todo valga la pena y que sea imposible librarse de la adicción reporteril.

El mejor reconocimiento que he recibido en más de 20 años de tener el privilegio de ejercer esta profesión desde diferentes trincheras, llegó de una comerciante del Centro Histórico. Por desgracia, no logré cambiar para bien su realidad, pero bastó un solo comentario suyo para reconfortarme aun hoy: “he hablado con mucha gente, incluso funcionarios durante meses y nadie me ha hecho caso, pero vine a buscarla porque le quiero dar las gracias, usted fue la única persona que me escuchó y trató de ayudarme”.

Cada vez que surgen personas que intentan menospreciar a quienes ejercemos el periodismo y que critican “los señalamientos en los medios de comunicación”,pienso en la importancia de la ética y el valor que tiene mantener la frente en alto, pero sobre todo, recuerdo a aquella comerciante del Centro Histórico y la relevancia de prestar atención a lo que otros desdeñan, siempre anteponiendo la verdad.

García Márquez catalogaba al periodismo como el mejor oficio del mundo. Tenía razón.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y maestra en Diseño Multimedia por la Universidad del Valle de México. Ha ejercido el periodismo desde 2004 en medios de comunicación impresos y digitales. A partir del 2017 se incorporó a la plantilla docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación.