Edgardo Pérez Alvelais
El cobarde asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ha sacudido a México en todos los frentes: político, social y emocional. En redes sociales y medios tradicionales el eco de las balas se transformó en un clamor generalizado de rabia, tristeza y frustración colectivas que han puesto en predicamento a los gobiernos morenistas de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, el estatal de Alfredo Ramírez Bedolla y a la misma 4T que está en crisis moral y a la que ya se le acabaron los pretextos y las excusas del Estado fallido que persiste.
Hay hartazgo, desencanto y desilusión por lo que ellos mismos no se atreven a decir y Donald Trump se los ha repetido en varias ocasiones: “México está gobernado por los cárteles”. Desde el magnicidio de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana, México no se indignaba y estremecía por la muerte violenta dada a una persona importante por su cargo, poder y compromiso con su propio pueblo que trascendió fronteras al grado de que al edil de Uruapan se le conocía como “el Bukele mexicano” que sí hace frente a la delincuencia.
Luis Donaldo Cosio Riojas, visitó Michoacán para vivir la tradición del Día de Muertos, y tuvo que explicarle a sus hijos lo que él también vivió: “El lamentable asesinato de Carlos Manzo es un cruel recordatorio de cómo el crimen organizado sigue azotando nuestro país, por si fuera poco esto se da luego del terrible asesinato de Bernardo Bravo, líder citrícola también de esta entidad, ambos habían denunciado, tiempo antes, presiones y avances del crimen organizado, amenazas y extorsiones. Quiero expresar mis más sinceras condolencias para la familia de Carlos Manzo y para quienes han sido víctimas de esta violencia. Lo que está sucediendo en Michoacán y otras partes de México no es normal. Estamos hablando de gente que alza la voz, que busca hacer justicia, que no se doblega ante las presiones de los criminales”.
Y agrega. “Es terrible que la respuesta de parte de las autoridades haya sido el silencio antes que el socorro. Esto nuevamente nos demuestra la urgente necesidad de fortalecer nuestros esquemas de seguridad pública, no solo desde lo federal, sino desde lo local. Policías municipales y estatales fuertes, fiscalías sólidas y profesionales y un buen sistema de justicia que esté al servicio de la gente y no de un régimen. Un mensaje para todas las autoridades: México nos exige empatía. México nos exige protección, México nos exige justicia”.
El gran cortejo fúnebre y las exequias del malogrado edil hasta el panteón municipal San Juan Evangelista, donde fue sepultado, estuvieron encabezadas por su madre, abuela, esposa, hijos, amigos, familiares y su caballo, un imponente corcel negro que siempre lo acompañó en su travesía en cuyo lomo posaba su sombrero, símbolo de su lucha para liberar al pueblo de las garras del crimen y la extorsión contra los aguacateros que al final le costó la vida. Él mismo decía que lo podrían levantar y matar pero a Uruapan nunca la iban a callar.
Prácticamente todo el pueblo de Uruapan lo siguió hasta su última morada y los dolientes no dejaban de gritar: “¡Viva Carlos Manzo!”, Él no murió el gobierno lo mató!”, “¡No estás solo!”, “¡Mataron al mensajero, no al mensaje!”, “¡Carlos amigo, el pueblo está contigo”!, “¡Fuera Morena!”, “Fuera Claudia”, ¡México Independiente!, “Ni un paso atrás!”, “¡Justicia!”, “!Presidente!” ,”!Presidente!”. En el trayecto las personas le cantaban con mariachi Amor Eterno de Juan Gabriel, Amigo del cantante brasileño Roberto Carlos y Caminos de Michoacán” de Bulmaro Bermúdez Gómez. Con un nudo en la garganta, la gente lloraba y cantaba su duelo entre ira y frustración por los 6 balazos que recibió Carlos Manzo cuando acudió al Festival de las Velas.
El gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, asistió al velorio del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, sin embargo salió rápidamente del lugar tras recibir insultos y gritos de los asistentes que se encontraban afuera del lugar. Algunos le gritaban “¡fuera!”, “¡asesino!”. El mandatario estuvo acompañado de un fuerte dispositivo de seguridad. Por la tarde, el Palacio de Gobierno asentado en la capital Morelia, fue el escenario de pintas, destrozos y protestas que fueron reprimidas con gas pimienta.
Aunque el secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, dijo que no se descarta ninguna línea de investigación en el asesinato del alcalde de Uruapan y que la presidenta Claudia Sheinbaum está indignada, al igual que los miembros del gabinete de Seguridad que se reunieron ante la crisis desatada por el asesinato, además de ofrecer las condolencias del gobierno federal por la irreparable pérdida, sus palabras se oyeron huecas con los mismos lugares comunes del “tope hasta donde tope” y “no habrá impunidad” que serán repetidos hoy en la Mañanera.
Las reacciones oficiales llegaron con rapidez, pero las redes sociales se adelantaron. En X, antes Twitter, los mensajes más compartidos fueron los que exigían justicia: “Lo dejaron solo”, “ser valiente en México es una sentencia de muerte”, “no era un político, era un hombre con convicción”. Miles de usuarios replicaron videos del momento posterior al atentado, mostrando a la multitud en pánico mientras paramédicos intentaban reanimarlo.
El propio Omar García Harfuch confirmó el deceso y la detención de implicados, mientras el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla lamentaba el “cobarde atentado” y aseguró que el crimen “no quedará impune”. Sin embargo, la conversación digital exhibe un país incrédulo: para muchos, las promesas de justicia suenan a eco repetido tras cada tragedia.
Manzo había advertido su destino. En septiembre pidió ayuda al Gobierno federal para frenar la disputa entre cárteles en disputa que azota a los productores de aguacate y mantiene secuestrado al municipio bajo la extorsión y la amenaza. “No quiero ser un alcalde más asesinado por el crimen organizado”, dijo y ese fue su final.
En Facebook, cientos de usuarios comparten esa frase como epitafio. En TikTok, jóvenes editan videos con música fúnebre y frases de su último discurso. En Instagram, fotografías del festival iluminado se mezclan con veladoras digitales y mensajes de indignación.
Lo ocurrido en Uruapan no solo es una tragedia local: es un espejo de lo que se comenta en todo México. El país entero parece haber normalizado el horror pero ya llegó a un tope. Las redes sociales se han convertido en cementerios de memoria colectiva donde cada “post” es una lápida virtual y cada comentario, un grito de impotencia.
El asesinato de Carlos Manzo no fue solo el fin de un hombre que se atrevió a desafiar al poder criminal; fue también la confirmación de que en México, las palabras valientes suelen tener eco solo cuando ya es demasiado tarde y recuerdan las palabras de Jesús Reyes Heroles: “No despierten al México bronco”. La frase es más vigente que nunca e implica una advertencia sobre los riesgos de la falta de gobernabilidad y en este caso la necesidad de integrar a todos los sectores sociales en la lucha contra la criminalidad del país para evitar estallidos sociales.
México vuelve a vestirse de luto, no por las flores del Día de Muertos, sino por la sangre derramada de quienes se atreven a enfrentar al crimen. El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez, no es un hecho aislado ni un episodio más de violencia: es un símbolo de un país que castiga la honestidad y premia la indiferencia. Manzo no murió por casualidad. Lo mató la impunidad, lo mató la omisión del Estado, lo mató el pacto silencioso entre la política y el crimen.
Hace pocas semanas había pedido ayuda -a viva voz- al Gobierno federal para detener la guerra entre cárteles que devora Michoacán. Su súplica no fue escuchada. Y ahora, su muerte se convierte en una dolorosa confirmación: en México, ser alcalde en tierra dominada por el narco equivale a firmar una sentencia de muerte. Los comunicados oficiales abundan en frases huecas: “Este crimen no quedará impune”, “seguiremos informando”, “condenamos enérgicamente”. Pero el país ya no necesita indignación institucional: necesita resultados. Mientras los funcionarios redactan discursos, los pueblos entierran a sus líderes. Mientras se anuncian reuniones de seguridad, los criminales celebran otro triunfo más: el del miedo sobre la ley.
Carlos Manzo fue uno de los pocos funcionarios que habló claro sobre lo que sucede en Michoacán. Lo llamó por su nombre: crimen organizado. No lo disfrazó de “violencia regional”, ni lo adornó con tecnicismos burocráticos. Denunció, enfrentó, actuó. Y por eso lo mataron.
Su muerte exhibe el fracaso de las estrategias de seguridad y la hipocresía de un sistema que presume control cuando en realidad el país vive bajo el control de las balas. Uruapan, como muchas ciudades de México, se ha convertido en territorio donde la ley la dicta quien tiene más armas, no más votos.

Simultáneas:
– Galindo con Manzo. El pasado mes de marzo de 2025, el alcalde Enrique Galindo coincidió con el edil de Uruapan, Carlos Manzo, en la Cumbre de Ciudades de América del Norte 2025: Estados Unidos-México-Canadá, también conocida como la “Mayors’ Trade Summit” o Cumbre de Comercio Trilateral de Alcaldes, celebrada en Washington, DC. El edil capitalino le reconoció su “movimiento del sombrero” que era legítimo en busca de la seguridad de su pueblo. Igual que Manzo reclamaba a las autoridades federales y estatales, también lo hacía a la ciudadanía y les pedía ayuda controlando a sus hijos e hijas. Recordaron cómo Galindo, siendo el Comisario de Seguridad del país, tuvo que irse a vivir a Michoacán, por órdenes del presidente Enrique Peña Nieto, hasta que logró la detención de Servando Gómez Martínez, alias “La Tuta”, uno de los fundadores y exlíder de La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, que recientemente fue expulsado por el gobierno federal a Estados Unidos donde enfrenta cargos por narcotráfico. El capo tenía programada una comparecencia el pasado jueves 23 de octubre del año en curso, pero el juez federal de Manhattan en el Distrito Sur de Nueva York, John G. Koeltl, reagendó la primera audiencia para el próximo 9 de diciembre. El embajador estadounidense Christopher Landau posteó el siguiente mensaje en X acompañado de una foto de Carlos Manzo con su hijo en los brazos: “En este Día de Muertos, mis pensamientos están con la familia y amigos de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, Michoacán, México, quien fue asesinado anoche durante una celebración pública del Día de Muertos. Estados Unidos está dispuesto a profundizar la cooperación en materia de seguridad con México para erradicar el crimen organizado a ambos lados de la frontera. Aquí vemos a Carlos con su pequeño hijo en brazos durante la celebración, momentos antes del ataque. Que su alma descanse en paz y que su memoria inspire acciones rápidas y efectivas. QEPD”.
– La tragedia que México no aprende a evitar. Hermosillo amaneció de luto. 23 personas -entre ellas seis niños-, perdieron la vida tras el incendio en una tienda Waldo’s del centro histórico, otra tragedia que sacudió no sólo a Sonora, sino a todo México. Las autoridades confirmaron que el siniestro fue accidental, provocado por una falla en un transformador eléctrico, pero el país entero se pregunta cómo un hecho así puede tener consecuencias tan devastadoras. Una chispa bastó para exponer lo que nadie quiere ver: la fragilidad de nuestras medidas de prevención y respuesta ante emergencias. México suele reaccionar con eficiencia a la hora de enviar condolencias, pero con lentitud cuando se trata de prevenir tragedias. Lo ocurrido en Hermosillo no fue un acto de violencia, pero sí una muestra de vulnerabilidad ciudadana frente a la negligencia y la falta de control en espacios públicos. Si una tienda en pleno centro urbano puede convertirse en una trampa mortal, ¿qué tan seguras están las escuelas, los hospitales, los mercados o las terminales donde miles de mexicanos pasan cada día?
-Cuando el Estado abandona. La pregunta es inevitable: ¿cuántos más deberán morir para que el Estado mexicano reaccione con la fuerza y la dignidad que su pueblo merece? ¿Cuántos funerales de servidores públicos honestos necesita este gobierno para entender que el miedo no puede seguir siendo política de Estado? Carlos Manzo no debe convertirse en una estadística más. Su nombre debe recordarse como el del alcalde que prefirió morir de pie antes que vivir de rodillas como mencionaba Emiliano Zapata. Porque si la valentía sigue costando la vida, entonces la cobardía seguirá gobernando México. El cartón de Carlos Orantes fue uno de los más impactantes sobre el asesinato de Carlos Manzo. El monero lo posteó acompañado del siguiente mensaje: “Cuando el Estado abandona, el crimen gobierna. A Carlos Manzo no lo mataron las balas, lo mató el silencio del poder. Hasta siempre #CarlosManzo Me dueles #México”.

¡Hasta el próximo lunes!
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UASLP. Comenzó como reportero en Canal 13 y para la revista Jaque. Dirigió Canal 9 de SLP y conoció de cerca el modelo de Radio Canadá en Montreal. Ocupó cargos de producción audiovisual, monitoreo, síntesis y análisis en Comunicación Social de Gobierno del Estado y del Ayuntamiento de la capital. Fue ejecutivo de Proyectos Técnicos y Especiales del Centro Nacional de Supercómputo del IPICYT y en la iniciativa privada participó en Seguros ING y AXA. Actualmente se desempeña en el sector inmobiliario y es director de Ajedrez Político SLP. Twitter: @AlvelaisPerez.






