El dossier filosófico: ¿Qué es el ser?

Juan Heiblum

Todos los verbos implican un movimiento, una acción que significa algo. De esta forma es fácil enseñarle gramática a un niño pequeño: los adjetivos describen y califican; los sustantivos son cosas, animales y personas; los verbos mueven, hacen, crean. Podemos entender muy fácil qué es un verbo con los típicos ejemplos: “Juan corre” (donde Juan es el sustantivo y corre es el verbo conjugado en la tercera persona del singular); “Clara trabaja”; “Él o ella hacen cualquier cosa”.

Sin embargo, dentro de todo este enramado gramatical, hay un caso que no deja tranquilos a los pequeños aprendices de una lengua: “ser” y “estar” son verbos también. Esto quiere decir que “ser” y “estar” implica el mismo movimiento, la misma acción que otros verbos, como correr, trabajar, saltar, nadar… Parece muy obvio e, incluso, podrían pensar que es muy iluso mencionarlo. Pero hay dos grandes grupos de personas que olvidaron que el ser es un verbo: los niños y los filósofos.

Por obvias razones no podríamos decir que los niños lo olvidaron (aunque Platón podría); sin embargo, cuando se le intenta enseñar español a un niño, poniéndole un ejercicio en el cual se le pide que identifique el verbo en la oración, se rehúsan a encontrar en el “es” alguna forma verbal. Esto es obvio, el ser no parece tener el mismo estatuto que los demás verbos. Ser algo no parece implicar hacer algo. Abusemos, pues, de los ejemplos y veamos por qué. En la oración “Juan es mexicano”, no parece que el verbo ser, conjugado en la tercera persona del singular, esté expresando un tipo de acción. Ser mexicano no es hacer algo, simplemente lo eres y ya.

Por esta serie de motivos, los filósofos encontraron en el Ser un sustantivo. Se empezaron a preguntar ¿qué es el ser? como quien se pregunta ¿qué es el Bien?, ¿qué es la verdad?, ¿qué es la justicia? Así, incluso en algún largo momento, el Ser era sinónimo de Dios, y cuando los filósofos se preguntaban por el Ser, se estaban preguntando por Dios. Así, la filosófica cosifico al Ser y lo convirtió en un sustantivo, sujeto a análisis.

Pero fue hacia el siglo veinte que un filosofo reivindico al Ser como un verbo. Por supuesto se trata del filósofo alemán Martin Heidegger. Lo que él hizo a lo largo de su famosísimo Ser y tiempo, fue demostrarnos que por nada el Ser es un sustantivo, sino que era un verbo en donde se encontraba la posibilidad de todo lo demás. El Ser es la forma de inserción de cualquier ente en el mundo. Si yo digo, “Juan es”, lo que realmente estoy haciendo es insertando el sustantivo “Juan”  en un estatuto ontológico.

Hubieron filósofos anteriores a Heidegger, que podemos marcar sutilmente de Spinoza a Schelling, que encontraron en el “es” una cópula que predica que algo sea otra cosa. Un cópula que conjunta dos cosas separadas. Regresemos a “Juan es mexicano”. Juan y mexicano son dos cosas distintas. Ni todos los Juanes son mexicanos, ni todos los mexicanos se llaman Juan; pero en el preciso caso que quiero hablar Juan sí es mexicano, por lo tanto la cópula conjuga al sustantivo y lo puede insertar en cualquier sustantivo. Este análisis lo desarrolló Schelling cuando se quiso preguntar qué pasaba en la cópula en el juicio del panteísmo, que podemos leer bajo la forma: “Dios es todo”.

De esta forma podemos concluir sinópticamente que el Ser es (valga el aparente pleonasmo) un verbo que, a diferencia de todos los demás verbos, no crea, hace, acciona, sino simplemente inserta un estatuto de realidad en el mundo. Por ello, la gramática española diferencia a los verbos y llama a los verbos comunes, que hacen una acción, “verbo adjetivos”; excluyendo al ser y poniéndolo como el único verbo sustantivo.

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