Octavio César Mendoza
Por segundo día consecutivo, la emoción vence a la coyuntura. Los estudiantes de la UASLP mostraron la fuerza de su movimiento por la recuperación de las aulas como espacios seguros, sobre todo para las mujeres. Al centro de su protesta alguien tuvo la peregrina ocurrencia de colocar al responsable de la gobernabilidad de la UASLP, Federico Garza, lo que fue el peor remedio: simplemente no tuvo la capacidad de hablar en voz alta, y su postura física demostraba un temor y una inseguridad impropia de un líder. Vergonzoso.
Sí la idea de enviarlo a dar la cara se reducía, precisamente, a que sólo se viera de él su rostro atribulado, el propósito se cumplió. La abogada general de la Universidad y la contralora tuvieron más valor para enfrentar la ira de la multitud, hasta que la tensión se fue diluyendo.
Pero esta triste realidad no se reduce a lo que ocurre hoy, donde queda en evidencia que el error de Zermeño se apellida Garza porque dio cobijo a un burócrata de carrera heredado del PRI para convertirlo en su brazo derecho cuando éste carece de ambas extremidades superiores. Y el silencio no le ayuda ni siquiera para reconocer que, en efecto, el primer rasgo de corrupción es aceptar un puesto para el cual no se tiene la preparación necesaria; y en este caso, ni el talento, ni las ganas. Su salida, fue urdir la trama de que detrás de las protestas se encuentran “agentes externos” y hasta el propio Gobernador, y pedir a sus antiguos aliados mediáticos la propagación de ese bulto en sus editoriales. Otro yerro, por cierto, derivado de que la propia área universitaria de comunicación filtró este dato como un mérito personal “para resolver la crisis y mantener al partido verde lejos de la inviolable autonomía” -esta sí tiene dicha condición, ¿verdad?
El papel protagónico de FG en los dos grandes casos del rectorado de Zermeño son causa suficiente para que deje el puesto, si es que el propio Zermeño se aferra al suyo como por obviedad más que por pulcritud lo intenta. Me refiero a la autorización del secretario general de la UASLP para rentar un terreno en términos leoninos y, ahora, al no gestionar adecuadamente el estallido derivado de los abusos, las canonjías concedidas a ciertos alumnos y maestros, el ocultamiento de presuntos delitos, y su intención de mantener en la cúpula universitaria a allegados como el propio ex director de la facultad de derecho y la ex defensora de los Derechos Humanos de la máxima casa de estudios.
La bomba de presión susbsiste al no ser Garza el puente de diálogo previo al estallido ni el dique de contención del mismo. Su silencio ante la comunidad universitaria lo coloca como cómplice de la impunidad de los maestros y alumnos acusados de abusos cometidos contra las estudiantes y otras maestras, y no como lo que debería de ser: el encargado de dar seguridad, paz y gobernabilidad a la Universidad. Dos de sus obligaciones fundamentales, honestidad y seguridad, le fueron ajenas tanto en lo del “tema” Santa Fe como en el “tema” de la seguridad dentro de las instalaciones de la UASLP. Que hoy amanezca en su puesto es una pésima señal por el mensaje implícito: las cosas van a seguir igual,y la UASLP no cambiará de fondo. La corrupción y la impunidad seguirán contando con el silencio institucional como cobijo, y las víctimas seguirán siendo la propia Universidad y la comunidad estudiantil; sobre todo, desgraciadamente, las mujeres.
Puede ser que el bulto de la supuesta intromisión de agentes externos sirva al aún rector de paracaídas, pero ya en suelo eso no es de gran utilidad salvo para dar inicio a la transición. El grito de “¡Cobarde!” y la actitud de huida que así lo confirma, exhibieron aun más la incompetencia de su secretario general y la tibieza de sí mismo. Así que la transición histórica de la siempre autónoma que por su patria educará es inevitable, y no hay riesgo de que en ella se pierda lo que no se tiene si se van Garza primero y Zermeño después: gobernabilidad y autoridad.
Que esta transición resulte pacífica, democrática y, sobre todo, útil para reformar a la UASLP para fortalecerla desde sus cimientos, es viable si se acepta que esta es la peor rectoría desde los tiempos de Lastras. Con la caída de este último se terminó la era del porrismo. Con la caída de Zermeño se puede iniciar la era final de una UASLP encubridora de maestros y alumnos violadores y acosadores, funcionarios ineptos, corruptos y, peor que todo, ciegos ante la realidad que estalla ante sus llorosos ojos y las de sus compinches, incluida la parentela de otros ex funcionarios y ex rectores.
Para los estudiosos de la ciencia política, Zermeño y Garza son todo un caso de estudio de debilitamiento institucional acelerado. El verdadero riesgo para la autonomía universitaria es que ellos sigan ahí, como si no hubiera pasado nada. Sí, eso sería lo peor: que la UASLP siga en manos de quienes no se cansan de humillar la.
Y para que dejen de especular el “tema” de la Fiscalía General del Estado o la intromisión del Gobernador, he ahí la detención de uno de los primeros inculpados del abuso sexual que pretendieron ocultar, cuando lo que hoy resulta inocultable es el fracaso de esta rectoría.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.