El origen de las bolsitas de té

 

Contrario a lo que se piensa, las bolsitas de té no fueron inventadas por el comerciante de té, Thomas Sullican en 1908, así como por casualidad se puede leer en sitios web (incluída la Wikipedia). Siete años antes, en 1901, dos mujeres originarias de Wisconsin, Roberta C. Lawson y Mary Molare, ya habían presentado una patente de un invento muy similar a las bolsitas de té modernas.

Dos mujeres tras un invento revolucionario.

Estas mujeres habían identificado un problema en la forma de elaboración del té que llevaba utilizándose desde que se descubrió esta bebida, cuya primera referencia documentada data del año 1600 a.C, según Lawson y Molare, y cuyo método tradicional de preparación del té implicaba la utilización de una gran cantidad de hojas para una sola taza. Además, las hojas del té, si no se preparaban poco después de ser recolectadas, no ofrecían un resultado tan satisfactorio y, tras un periodo de tiempo de no ser consumidas, había que tirarlas. Según ellas, todo esto provocaba la creación inútil de una gran cantidad de residuos y gastos.

Lawson y Molare inventaron una bolsa de algodón tejida de malla abierta, plegada sobre sí misma y cosida a lo largo de sus bordes laterales, formando una bolsa con una aleta en su extremo abierto, con la solapa en el extremo superior doblado hacia abajo sobre la parte superior final.

A continuación, explican ellas que introducían una pequeña porción de té dentro de la bolsa de algodón, que se colocaba en una taza hervida para producir una sola taza de té fresco para su uso inmediato.

Cerca de dos años después de que estas mujeres presentaran su patente, ésta les fue concedida, concretamente el 24 de marzo de 1903. Sin embargo, al parecer no tuvieron éxito al llevar esto al mercado, al menos en una escala generalizada.

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Thomas Sullivan y su “casual” invento.

Esto nos lleva a Thomas Sullivan, un importador de té y café de Nueva York, el cual, supuestamente, inventó accidentalmente las bolsitas de té en 1908. La historia cuenta que Sullivan comenzó a enviar bolsitas de seda que contenían muestras de las diversas formas de té que comercializaba a sus clientes como una manera de fomentar las ventas.

La parte accidental recae en que algunas de esas personas que recibían las muestras, decidieron utilizarlas directamente para hacer la infusión de té, en lugar de abrir las bolsas para hacerlo, como se había hecho toda la vida. Al igual que ocurría con el invento de Lawson y Molaren, esto permitía hacer una sola taza de té, en lugar de un cazo entero, e hizo mucho más cómodo y limpio el hecho de tomarlo, ya que se generaban menos residuos y sólo había que limpiar la taza de té, ahorrando mucho tiempo en limpiar además, cazos y coladores.

La pequeña campaña de marketing funcionó y a Sullivan le empezaron a llover los pedidos, especialmente de los clientes que habían utilizado las bolsas como infusores, los cuales se quejaron cuando Sullivan les mandaba sus pedidos como lo había hecho siempre.

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Sin embargo, las bolsas de seda no eran ideales para remojar el té de hojas sueltas normales, debido a que el tejido era demasiado fino y caro para una sola porción, así que sustituyó la seda de las bolsas originales por gasa y tejidos similares, que soportaban mejor los pellizcos de los tallos de té rotos y restos de té en polvo.

Sullivan comenzó así la comercialización de su pequeña innovación, y la bolsa de té se abría camino, para convertirse en un elemento básico de los hogares.

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Lo curioso es que hay pocas evidencias que puedan probar esta historia tan popular, tal y como te la hemos contado. En cualquier caso, sí sabemos que las primeras bolsitas de té que se comercializaron en los primeros días no fueron tan buenas como las diseñadas originalmente por Roberta Lawson y María Moralen, salvo por la adición posterior de una cuerda para retirar las bolsitas de la taza.

 

 

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