Adriana Ochoa
Llegado el momento de formalizar en San Luis la nominación de Juan Manuel Carreras López, el precandidato priista por quien el gobernador Toranzo amenazó con deslindarse de la elección si no era, el ánimo era de escaso entusiasmo. Colmilludo, enviado a una unción desangelada, el entonces presidente nacional del PRI, César Camacho, preguntó a la base militante: “¿Están tristes o qué?”.
Carreras no tenía base popular ni estructura. Los organizadores de esa ceremonia sudaron frío para poner “relleno” y algo de vidilla al auditorio tricolor. Fernando Pérez Espinosa, “Calolo”, el presidente estatal del partido y exaspirante a candidato, tenía seguidores fieles que no supieron qué hacer con el desencanto. “Calolo” se registraría por el PRD más tarde.
Si el candidato en ese 2015 hubiera sido el alcalde Mario García, con la convocatoria a las juntas de mejoras habría bastado para vestir la ceremonia. Pero era Carreras, distante, sin más atrezzo en el PRI potosino que la presión de un gobernador emberrinchado. El auditorio era una sala de pompas fúnebres. Si ese ánimo se extendía a la campaña externa, escenario más lúgubre para el día de las urnas.
Se prendieron las alarmas. El entonces presidente estatal del PRI, Joel Ramírez Díaz, fue por otro exaspirante a la gubernatura para tratar de apuntalar la campaña de Carreras, Juan Carlos Valladares García. En muy poco tiempo, el empresario había levantado intenciones de suma a su propuesta y mucha polvareda como una carta cercana de manera personal al presidente Enrique Peña Nieto. Conectado con la primera fila del sector productivo, Valladares García prendió en un sector muy urbano y entre votantes hartos de la llamada “política profesional”.
Pero Valladares no se dejó convencer con la oferta “de consolación” que le llevaron: la candidatura priista a presidente municipal de la capital potosina. “Es que eres el más alto en las encuestas”, le dijeron. ¿Ah sí?, pues esas encuestas las hubieras presentado para lo que yo quería”, replicó. A esa hora, el empresario ya sabía, por el propio Camacho, que habían omitido su nombre de todos los ejercicios demoscópicos, reales y supuestos, que se usaron desde San Luis para sacar el beneplácito final de Los Pinos.
Era obvio. A la campaña de Carreras le urgía un candidato con potencial ganador real para la alcaldía capitalina, el peso electoral más complicado para ganar la gubernatura. Valladares no se anduvo por las ramas: lo convocaban, ahora sí, “a ganar la capital para que no pierdan la gubernatura”. Y que una vez en la alcaldía, lo dejarían correr la suerte solitaria de un presidente municipal, sin apoyo ni para tapar los baches. “Que gane la capital para que me lleve los madrazos y el desgaste, pues no”, algo así concluyó.
El gobernador Toranzo aceptó hacer a un lado la soberbia y convocó al empresario a un desayuno para el día siguiente. Valladares no le dio ni tiempo de ponerse en plan de encantador y le reclamó que no lo hubiera recibido en los cuatro meses anteriores, cuando buscó una reunión con el mandatario, por cortesía política, para exponerle sus aspiraciones y su proyecto. “Es que he estado muy ocupado”, pretextó el gobernador. “Pues ocupado nada más para mí, porque a los demás sí los recibiste”, le reviró.
Toranzo, nulo para la argumentación política, reintentó con un “choro” que apelaba a las fuerzas vivas, el llamado del partido y esas cosas. Valladares lo desarmó: “César Camacho nos dijo que las decisiones de candidatos a alcaldes y diputados iban a llevar mano del candidato (a gobernador)… y yo aquí no veo a Juan Manuel”.
El desayuno se volvió una inacabable escena vacía. Puesto en evidencia por su interlocutor, Toranzo se embebió en la mensajería de su teléfono. El empresario recibió un mensaje de su jefe de escoltas, desde el exterior de la Casa de Gobierno: “Patrón, acaba de entrar ‘Meme’ (el abogado Manuel Lozano Nieto)”.
De salida de Casa de Gobierno, Juan Carlos Valladares García esperaba encontrarse a Lozano Nieto, pero no apareció. Horas más tarde, se enteró que Lozano Nieto sería, por pronunciamiento de los priistas, el candidato tricolor a la presidencia municipal de San Luis Potosí.
Iniciadas las campañas, un priista explicaba por qué no se integraba al proyecto para la capital potosina. “No se me hace que ese gane”, expresó muy seguro. Y ni pensar que ganara: el PRI en la capital se fue al tercer lugar. La derrota tuvo para Lozano, eso sí, una magnífica compensación: la secretaría del Trabajo por seis años, un empleo más apacible y cómodo que la alcaldía.
La historia tiene giros inesperados, a veces. El diputado federal por el distrito sexto, Juan Carlos Valladares Eichelmann, parece ser la carta a la alcaldía capitalina del hoy gobernador, Ricardo Gallardo Cardona. Lo necesitan en el Verde para que haga el papel que su padre, Juan Carlos Valladares García, rechazó en redondo hace más de una década en el PRI. El joven diputado iría a apuntalar electoralmente en la capital la candidatura al gobierno de Ruth González Silva, senadora y esposa del mandatario.
Hay algo más: como potencial candidato a la presidencia municipal de San Luis Potosí, Valladares Eichelmann resuelve un vado insalvable hasta ahora para el gallardismo. Ricardo Gallardo Juárez, padre del gobernador, fue el ganador de la elección municipal de 2015, pero su papel fue tan atrabiliario, que no logró reelegirse.
Quizá a eso obedezca el interés del gobierno gallardista por desmembrar y reducir al municipio capitalino con la municipalización exprés de delegaciones: primero Villa de Pozos, de largo reclamo, y ahora La Pila, una ocurrencia provocadora.
Hay amplios sectores de clase media y alta en la capital potosina que rechazan a los Gallardo y su franquicia Verde. El cálculo es que con Valladares Eichelmann, eso quedaría más que resuelto. Empresario, conectado con figuras del espectáculo y el deporte, nieto de un recordado industrial y alcalde potosino, es una carta competitiva para cualquier otro partido. Lo que no se sabe es si estaría dispuesto al desgaste de una presidencia municipal, el mostrador de servicios públicos de primera instancia y mayor demanda. Una alcaldía como la de San Luis Potosí es políticamente una picadora de carne.
Y si no está en su interés ser alcalde, ¿el joven Valladares puede reelegirse como diputado federal de su distrito? Tal vez ni la opción le den, porque en el Verde potosino no cabe lo distinto a lo que ordena el gobernador.
Ricardo Gallardo Cardona es un tipo audaz. Cuando dice que busca todas las canicas, habla en serio. Si la alianza con Morena y la gobernante 4T hace agua tal y como va, el gobernador podría separarse del cargo en los tiempos requeridos de ley para buscar precisamente el distrito sexto federal. Apuntan dos razones: meterse sin restricciones a hacer campaña con su esposa candidata a gobernadora y, la de más largo alcance, conseguir el liderazgo de bancada Verde en San Lázaro.
Así, si es cierto que en el gobernante Morena “ya no lo quieren”, tendrán que ir a verle la cara como “jefe Verde” en la Cámara de Diputados. Inspirado en el aplazamiento legislativo de la iniciativa Sheinbaum contra el nepotismo. Nada menos.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Adriana Ochoa es periodista desde 1988. Actualmente es directora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y docente titular de Organización Política y Ciudadanía.