El Periodismo que contradice a Peña Nieto

Por: Antonio González Vázquez

 

Cerca de las dos de la tarde del pasado día dos de septiembre, en palacio nacional la élite del gobierno y del poder político y económico ovacionaba al presidente Enrique Peña Nieto. A esa hora, marqué el teléfono de Rafael Cabrera, miembro del equipo al que el Jurado Calificador del Premio Nacional de Periodismo había resuelto, por unanimidad, otorgar el Premio Nacional de Periodismo en el género de Reportaje a La Casa Blanca, publicado en el sitio electrónico aristeguinoticias.com.

 

Estaba en la terraza de la Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana y mientras veía a lo lejos los grandes edificios de la ciudad de México, el periodista no salía de su asombro y solo atino a decir: ¡guau, genial¡

 

Le dije de manera breve las razones por las que el Jurado consideró otorgar el premio y luego le pedí extender una sincera felicitación a sus compañeros de equipo. Le dije que su reportaje ha sido una notable contribución en la incipiente pero necesaria construcción de una sociedad mejor informada y más democrática. Me contestó que era una sorpresa, que nunca pensaron que premiaran su trabajo en la medida en que se trataba de una denuncia de los abusos del poder presidencial. Muchas gracias, es algo muy importante para nosotros, me dijo.

 

Cuando Rafael Cabrera contestó mi llamado estaba cerca de Palacio Nacional, reporteando el mensaje presidencial del tercer informe de gobierno: cosas de la vida, mientras Peña utilizaba más de una hora y cuarenta minutos para agobiar al país con números, cifras y estadísticas aderezadas con una narrativa de supuestos logros, un Jurado integrado por ciudadanos premiaba un reportaje sobre la corrupción de ese gobierno que se auto aprobaba y auto elogiaba.

 

Pero bueno, debe decirle al amable lector que la Universidad Autónoma de San Luis Potosí que forma parte del Consejo Nacional del Premio Nacional de Periodismo me invitó generosamente a ser parte del Jurado en representación de la Institución, es por ello que escribo acerca de ese momento tan notable.

 

Antes de que los miembros del Jurado se comunicasen con los ganadores para anunciarles de su triunfo seguíamos a distancia la ceremonia presidencial de Palacio Nacional. En tono irónico, como si se cantara un gol de la selección mexicana, en cada ovación, no falta quien cantará ¡una ovación más al presidente¡

 

Cada anuncio de ovación la recibíamos con el natural desaliento de quien se pregunta: ¿pero si de qué le aplauden, miren que hemos visto cientos de trabajos periodísticos que presentan un país golpeado, secuestrado, violentado?

 

Pero al presidente le aplaudían y el Jurado había dado el premio de fotografía a una foto de Proceso en donde aparece un niño de trece años con un fúsil R15, listo para cazar templarios en Michoacán. Pero al presidente le aplaudían.

 

Al menos a mí, me estremecía eso y no daba crédito a la contrastante realidad política que hay en México: los políticos y gobernantes viven abstraídos de la realidad. Por eso, comentamos eso de que ovacionaran al presidente cuando el Jurado dio el premio de caricatura a una imagen en la que la noble dama que es la justicia está enterrada en una fosa luego de ser mancillada y ejecutada, mientras que al pie de la fosa alguien dice: esa señora se me hace conocida.

 

Si, pero al presidente le aplaudían incesantemente, como si lo que decía fuera la verdad.

 

Habíamos revisado en conjunto mil 265 trabajos registrados y en buena parte de ellos, diríamos que se trataba de hechos negativos ocurridos en algún punto del país: injusticias, abusos de poder, actos de corrupción, violación a derechos humanos, asesinatos, secuestros, ejecuciones.

 

La vida de los olvidados, la tragedia de la pobreza, la tristeza de las prostitutas, la ignominia de la trata de blancas, la pena de padres de niños desaparecidos, el amor de los padre de los estudiantes de Ayotzinapa y tantos temas del país hundido en el dolor, pero al mismo tiempo luchando con tenacidad y vitalidad.

 

El México que vimos a través de los trabajos de los periodistas fue el de un país agobiado por el dolor, un país de tez enfermiza, de rostro cadavérico. Pero al presidente le aplaudían.

 

Entonces uno se siente orgulloso de ser periodista y de escribir para decir lo que está mal, para criticar lo que se desvía de la ley y que hace daño a la sociedad. Los cientos de periodistas que día con día describen la realidad conocen más a México que un presidente a quien solo le gusta que le aplaudan.

 

Todos los días, el buen periodismo contradice por necesidad al presidente Peña, pero también a los gobernadores, presidentes municipales, diputados, senadores, dirigentes políticos y a toda esa élite política que nos dice que todo está bien cuando en realidad buena parte de todo está mal.

 

En ese sentido, un saludo a los periodistas potosinos que participaron y en especial a quienes llegaron al filtro final: la intolerancia es tema para el periodista, la injusticia es tema para el periodista, la pobreza es tema para el periodista y por tanto, hay que continuar informando.

 

El verdadero informe del estado de cosas que guarda la nación no está en la hora cuarenta minutos que Peña utilizó el dos de septiembre: el informe está en las páginas de los diarios y revistas, en las voces de la radio, en las imágenes de la televisión. El buen periodismo nunca será superado por la propaganda oficial.

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