Por Victoriano Martínez
Los acordeones para la elección judicial, en tanto guía para no caer en equivocaciones a la hora de seleccionar entre las demasiadas opciones que aparecerán en las boletas, resulta útil. No obstante, como a toda herramienta, se les puede dar un uso que se considere correcto o todo lo contrario.
La complejidad de la elección, por el número de opciones entre las que se debe hacer la selección y el número de cargos por los que hay que votar, justifica con creces la necesidad de acudir a las urnas con un acordeón.
Tan sólo en las tres boletas de la elección del Poder Judicial del Estado, los electores deben seleccionar de entre un promedio de 72 opciones a quienes ocuparan 26 cargos. El distrito con más opciones y cargos a elegir es el 01B, con 83 candidatos para votar por 31. El distrito con menos opciones y cargos es el 7 con 68 y 24 respectivamente.
Si al promedio de 26 candidatos que se hayan preseleccionado antes de ir a la casilla a recibir las tres boletas de la elección judicial local se le suma el número de candidatos por los que hay que votar en las seis boletas de la federal, sólo un ciudadano con memoria privilegiada podría acudir a la urna sin acordeón y sin riesgo de equivocarse.
En la boleta para elegir a los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por ejemplo, hay que seleccionar de entre 64 personas sólo a nueve.
El acordeón resulta así útil para ser certero al votar por quienes se hayan seleccionado previamente, en el supuesto de haber hecho el ejercicio de evaluación de los candidatos.
En sentido estricto, el acordeón para votar en la elección del 1 de junio más genuino y que no presenta margen de sospecha sobre una posible manipulación del voto es el que cada ciudadano en lo individual habrá de elaborar.
Desde hace algunas semanas, en la ciudad se han realizado reuniones de grupos de profesionistas, activistas y militantes de algunos partidos políticos para analizar los perfiles de los candidatos, tanto de la elección local como la federal, para hacer una preselección que a la postre derivó en versiones grupales de acordeones para el día de la votación.
Se trata de ejercicios en los que el grado de autenticidad en la evaluación y de genuino interés grupal por valorar los antecedentes de los candidatos para seleccionar a quienes consideraron las mejores opciones deriva en una intención de lograr un voto informado, sin llegar al extremo de considerarse una acción de inducción al voto.
Algunos de esos acordeones han circulado en redes sociales sin que propiamente se consideren actos de inducción del voto, más allá de dejar a quien lo recibe en libertad de considerar esas alternativas.
Los acordeones para la elección del próximo domingo que sí representan un atentado a la libertad de elección son aquellos que arman los partidos políticos, se imprimen y reparten con recursos públicos para apoyar a aspirantes afines, y son un indicio palpable de una más de las estrategias partidistas por contaminar la primera elección judicial.
¿Y si las autoridades electorales colocaran junto a las urnas una más de gran tamaño en la que se invitara a los electores que votaron con acordeón en mano a depositar su guía ahí, sólo para fines estadísticos?
¿Se podría lograr saber, en caso de que todo aquel que uso acordeón –de cualquier origen– lo depositara, la distribución porcentual de ciudadanos que en un ejercicio individual lo elaboraron ellos mismos, aquellos que provendrían de grupos de intercambio de opiniones, y los provenientes de partidos políticos o entes gubernamentales?
Obvio, difícilmente los partidos políticos permitirían que se dejara una huella de su maniobra de inducción del voto y pedirían a los electores a quienes les entregaron el acordeón su devolución.
El uso de acordeón es útil para que un elector vote con mayor precisión las opciones que haya elegido con anticipación, pero no debe perderse de vista que, ante las mañas partidistas y de funcionarios públicos manipuladores, constituye una prueba que puede documentar intromisiones indebidas.
Recolectarlos en la propia casilla en un depósito especial no vulneraría la secrecía del voto en tanto que su acumulación garantizaría el anonimato. Lo ideal sería un elector un acordeón. La detección de un acordeón muchos electores abriría la sospecha de actos de inducción del voto.