Empleo, una necesidad que no distingue edad

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Por: Diana López.

La Señora Gómez se prepara para salir, esperanzada en que esta vez pueda lograr establecerse en un empleo fijo, sin problemas ni malos tratos como los últimos que ha pasado.

Sostiene el periódico en las manos mientras revisa nuevamente la dirección de la empresa a donde irá a hacer entrevista y cierra la puerta de su casa.

Una vez en el sitio, la persona que la recibe le comenta que su trabajo comenzaría en ese mismo instante en la empresa Cummins. Le explica que una camioneta la trasladará a ella y a otras personas hasta la empresa. Así, sin más detalles, unos momentos después un nutrido grupo de hombres, mujeres y algunos jóvenes, se apretujan en la camioneta que los dirige a su primer día de trabajo.

Sin embargo, a pesar de que la Señora Gómez ha aceptado, nada de eso le parece normal. Las instrucciones que le dieron acerca de su labor, horarios y demás han sido mínimas. Y la manera en la que la llevan junto con los demás, como si fueran “mercancía”, tampoco es de su agrado.

Se acerca a la cabina del piloto y le pregunta acerca del horario y la manera de transportarse tanto de ida, como de regreso. Al recibir una respuesta diferente a la que originalmente le habían dado, toma una decisión.

“Quiero bajarme”, dice con voz firme. La camioneta se detiene y baja de ella. No es lo que esperaba.

Y vuelve a pie a su casa.

Trabajar en México.

En enero de este año, México se ubicó como el tercer país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con la tasa de desempleo más baja, sólo detrás de Corea y Japón, pero las cifras no resultan del todo alentadoras, ya que los jóvenes siguen siendo el sector de la población más discriminado en materia laboral; mientras la tasa de desempleo de los adultos de 30 años y más es de 3.5%, en los sectores juveniles alcanza un 8.7%.

Y aun así, las personas de más de 35 años que son despedidas de sus empleos o se encuentran inactivas laboralmente por más de medio año, disminuyen enormemente las posibilidades de encontrar un empleo estable e inmediato.

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 En este caso, nos centraremos en las personas activas e inactivas laboralmente hablando. De acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), los profesionistas ocupados de 35 a 44 años tienen una mayor presencia en las áreas de Educación, Ingenierías y áreas Físico-Matemáticas; aquellas personas ocupadas con más de 45 años se centran en Ciencias Biológicas, Ciencias de la Salud y en las Ciencias Físico-Matemáticas.

Finalmente, las carreras de Ciencias de la Salud y Salud Pública (67.1%), Teología y Religión (62.1%), Geofísica y Geología (61%), son las que ocupan al mayor número de personas mayores de 45 años.

Hasta ahora, hablamos de personas capacitadas, profesionistas y que han acumulado una experiencia que debería de ser tomada en cuenta, más allá de su edad. ¿Pero qué pasa cuando una persona no alcanza un nivel profesional, ni va a la par de los avances tecnológicos? No cuenta con los conocimientos básicos que muchas veces se exigen en las empresas. Sólo cuenta con una enorme necesidad de trabajar.

Según cálculos del INEGI, la edad promedio de la población económicamente activa es de 37.7 años y el promedio de escolaridad en México es de secundaria.

Para el 2014, de los más de dos millones de mexicanos sin empleo, el 45% es mayor de 30 años, personas con experiencia y capacitadas.

En nuestro país, los límites más frecuentes que observa la mayoría de las empresas para poder dar empleo, son la edad y el género, provocando que miles de profesionistas, técnicos y obreros –mujeres y hombres- estén desempleados actualmente.

Y es que cada vez es menor la edad máxima para poder conseguir empleo. Las empresas oscilan entre los 35 y 45 años de edad como mucho, para contrataciones.

 

Una reforma disfuncional.

A pesar de que la Cámara de Diputados aprobó en marzo de este año un dictamen que reforma la Ley Federal del Trabajo para garantizar la inclusión de adultos mayores de 35 años en las áreas laborales, muchas personas siguen siendo excluidas de los currículums que todos los días depositan en diversos sitios con la esperanza de un día recibir una llamada de alguna empresa.

De acuerdo con el Consejo para Prevenir la Discriminación, los adultos mayores de 35 años son quienes tienen el mayor riesgo de ser desempleados; cuando aceptan alguno, obtienen remuneraciones muy bajas, y la mayoría de las veces, en áreas ajenas a sus conocimientos y talentos que no les generan más que frustración por no poder aplicar su experiencia.

La crisis de empleo es una realidad en México, que se agrava mientras el trabajador aumenta de edad.

Con una carrera comercial, la Señora Gómez deja atrás toda posibilidad de poder demostrar su experiencia y conocimientos que le brindaron sus estudios. Regresando de una entrevista para camarista de un hotel, encuentra una empresa que contrata personal de intendencia y otras áreas en diversas empresas y fábricas de la Zona Industrial. Entra al lugar y pide informes acerca de las vacantes para intendencia. La persona encargada le dice que por el momento sólo existen algunas para el turno de la noche, pero que si le deja sus datos, se comunicarán en cuanto surja algo más.

Y así pasa: un par de días después recibe la noticia de que existe una vacante para laborar en Magna (empresa de estampado automotriz), y que solicitan su presencia para ser “capacitada” y presentar un examen.

La señora acude al lugar el día indicado, nerviosa. “¿Qué tipo de capacitación necesito para barrer?”, piensa. La espera le parece eterna, puesto que no hay nadie en el lugar, y luego de más de una hora, ella y otras dos personas son recibidas por la encargada del lugar.

Se le hace entrega a ella y otro señor de un tipo “examen” que deben estudiar y aprobar en ese mismo instante. Y mientras lucha por concentrarse, los gritos de reclamo de la tercera persona hacen que enfoque su atención en la discusión. La persona, molesta, reclama su pago, y por toda respuesta obtiene un “Cálmese señora” con un tono cínico y de burla.

Con trabajos, repasa el folleto de preparación y presenta el examen. Aprueba y en ese momento le hacen entrega de un contrato con su horario, su sueldo y hasta un croquis con las rutas que sigue el transporte de la empresa que se encarga de recoger a los empleados a primera hora de la mañana.

Sin embargo, los cambios de planes siguen sin dar tregua. Ese mismo día en la noche, se le notifica que se le trasladará a la empresa Mabe al día siguiente. La señora Gómez insiste en que su contrato ya se encuentra establecido con otra empresa, pero ante la insistencia de la persona al teléfono, no le queda más que aceptar. Acuerda el lugar para encontrarse con el transporte que la recogerá en punto de las 7:00 de la mañana y con un dejo de preocupación, se va a dormir.

Los Clasificados no son para todos.

* “Se solicita agente de ventas: buena imagen, manejo de clientes, objetivo, dinámico, experiencia venta directa. De 25 a 40 años. Necesidad de ingreso: $12,000 mensuales”.

* “Empresa solicita personas para intendencia durante las mañanas. Edad: de 25 a 35 años”.

* “Arquitecto: control de obra, acabados, menor de 35 años. Con conocimientos de Autocad, Excel”.

* “Cocinero de 25-35 años, experiencia en comida japonesa, actitud de servicio, serio, formal. Salario según aptitudes”.

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Se trata de los típicos anuncios a los que recurre con desesperación la mayoría de los desempleados en la búsqueda de una oportunidad laboral. Anuncios como éstos, que excluyen a la población mayor de 35 a 40 años, aparecen de manera interminable en Internet y medios impresos.

La discriminación por edad es verdaderamente escandalosa. El 90% de las vacantes ofrecidas deja fuera a los mayores de 35 años, y la oferta laboral disponible para este segmento poblacional se reduce a un 10%, pero se trata de empleos de bajo salario que no tienen qué ver con el perfil académico del solicitante: sólo un 2.7% son empleos reales y formales, y únicamente de guardias de seguridad o personal de limpieza. El resto son ventas “engañosas” como telemarketing o fraudes en los cuales terminan por no pagarles a los empleados o los obligan a comprar productos para revenderlos.

Los requisitos que fijan las empresas dejan de lado que el artículo 123 establece que toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil. La llegada de la evolución de los puestos de muchas empresas, que se relacionan con la llegada de nuevas tendencias tecnológicas que los adultos no entienden, ocasionan en parte la dificultad a la que se enfrentan las personas maduras para incorporarse o reintegrarse a la fuerza laboral.

Pese a que una persona mayor de 40 o 50 años cuenta por lo regular con una experiencia bastante sólida, la tendencia de las empresas es contratar gente joven, incluso en puestos altos, aunque sólo cuenten con cinco o seis años de experiencia.

Resulta desalentador que algunos de los sectores en el mercado que tienden a contratar con más frecuencia a gente mayor, se tratan de líneas de producción, empresas manufactureras, firmas que producen en el sector alimenticio, son puestos laborales tal como almacenistas o empacadores. Ahí es donde se pierde y se deja de lado el conocimiento de la gente profesionista y se antepone la necesidad de un empleo.

La edad sí importa.

A pesar de los cambios que surgen en el organismo después de los 40 años, si se habla en términos de rentabilidad, las diferencias son enormes entre una persona joven y adulta. Las mujeres mayores de 40 años tienen ciertas ventajas: no tienen riesgos de embarazos por lo que no habrá incapacidades por maternidad; sus hijos ya superaron la etapa de llevarlos al pediatra, a la escuela, o solicitar permisos para acudir a los festivales escolares. Estas personas poseen el tiempo completo para las empresas; están en su plenitud física y mental.

Tanto hombres como mujeres son más responsables, comprometidos y difícilmente “botan” el trabajo, ya que están capacitados y sólo requieren actualizarse.

El último recurso: autoemplearse.

Como se dijo anteriormente, los adultos mayores de 35 años se ven forzados a aceptar trabajos con menor remuneración, bajando sus expectativas y trabajando en áreas que no son de su profesión. Ante esta realidad, muchos optan por abrir un negocio propio o se convierten en vendedores de lo que sea, con un sueldo base y a pura comisión.

Así pues, un mayor subempleo es la principal repercusión para la economía local. Pero los adultos nunca pierden la esperanza de que su talento y conocimientos vuelvan a ser valorados, por eso, muchas veces, tienden a aceptar lo que sea y se conforman con sueldos menores “mientras encuentran algo que les devuelva la satisfacción”.

Dos horas esperó esa mañana el transporte que la llevaría a la empresa que no era la estipulada en el contrato. Molesta y sin dinero disponible para un camión, llegó a pie al lugar que la “contrató”.

“Cálmese señora, siéntese. Ahorita la llevan”, alegó la señorita encargada. Respirando hondo y profundo, siguió esperando pacientemente y siendo su motor el hecho de tener ya un empleo.

Por fin apareció el vehículo al cual ascendió junto con otras personas. Durante el camino no hubo indicaciones de ningún tipo, salvo la entrega de unas batas y botas para realizar el aseo cuando se llegue a la empresa. Ningún otro comentario.

Como si se tratase de un objeto cualquiera, las personas a cargo de transportarlas señalan al llegar: “A ésta llévala a “x” área, y a éstas me las dejas aquí”.

El ingreso a la fábrica se da “por la puerta trasera”. No hay nadie de personal esperando a recibirlas, ni instrucciones. Ni siquiera hay material para la limpieza. Desconcertada, la señora Gómez pregunta si tendrá un horario para comer y cómo será el regreso a su casa. Y de mala manera se le responde que sí, que busque el comedor y que dentro de la fábrica existen rutas de transporte para los empleados, que los acercan a sus hogares.

“El ruta 4 te ha de llevar”, le dice antes de perdérsele de vista.

A la hora de la comida, lograr entablar conversación con un joven que le indica realmente cómo llegar a su casa. El trabajo resulta extenuante y sin los objetos necesarios para hacerlo. Los demás empleados la observan con recelo y desconociendo el cómo llegó al lugar. La hora de la salida es un caos, porque los más de 400 empleados salen en estampida para lograr un lugar en los diferentes camiones.

Asustada, cansada y desilusionada, la señora Gómez una vez más, regresa a casa, sabiendo que no volverá a la misma rutina al día siguiente.

Las claves para seguir en ese camino escabroso.

Aunque la experiencia laboral es una ventaja que puede convertirse en el peor enemigo un candidato mayor de 45 o 50 años para conseguir un empleo, existen muchas ventajas que hacen frente a los candidatos más jóvenes.

Los expertos recomiendan que en lugar de malbaratar la experiencia, la clave está en aprender a venderla y sacarle provecho a la red de contactos para conseguir entrevistas. Pero también es importante cambiar la actitud, tener la disponibilidad de aprendizaje, flexibilidad y no venderse como si se fuera la solución a todos los problemas. Que el autoempleo sea la última opción.

La historia de la Señora Gómez es sólo una entre miles de personas que luchan día a día por conseguir un empleo. Ella no se da por vencida, y sigue repartiendo currículums con la fortaleza que la caracteriza.

Invita a la gente que pueda enterarse de su historia a no dejarse engañar por empresas como ésta que se aprovechan de la necesidad de la gente, que tratan a las personas como objetos y que se creen capaces de disponer de ellas a su antojo. Invita a informarse del cómo es que obtienen las alianzas y vinculaciones con fábricas y empresas para llevar y rotar gente en diversas áreas todos los días.

Sobre todo, esta historia invita a no perder la esperanza, a seguir buscando hasta lograr el objetivo.

Porque el empleo, es una necesidad que no distingue edad.

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